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Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.

Re-for-mismo

19 de marzo de 2023

El PP ha presentado, anunciado o formado, perdonen la imprecisión, un nuevo think tank, de nombre Reformismo 21.

Vuelve así una palabra que nunca se fue. Recordemos que eso era el PP con Aznar, «centro reformista», de modo que tampoco hay tantas diferencias entre Aznar y Borja Sémper. Es el eterno retorno de la borlita.

Se diría que la moderación es el susurro previo del reformismo. El centro reformista es, primero, centro, y eso se hace «moderando» a la derecha, suavizándola. Cuando ya ha cundido la moderación, a ese centro suaviter le surge un aparato instrumental, técnico, de políticas, de objetivos, y es entonces cuando brota el reformismo. El reformismo es el hermano empollón, menos simpático, menos sociable de la moderación.

El PSOE cambia y progresa, el PP reforma. El ‘progreso’ del PSOE va hacia delante, pero ¿hacia dónde va la reforma? No está muy claro.

La palabra, por tanto, forma parte del lenguaje básico del centro derecha. Es una de esas que sus cuadros y dirigentes han de conocer, aunque más allá de esa especialización, en España tiene larga tradición. Roca Barea se ocupa de ella en Fracasología: España y sus élites. Considera la reforma como «un clásico del afrancesamiento» que «nunca abandonó el discurso de las élites españolas». Lo escribe comentando un discurso de Moratín, que pretendía reformar el teatro español adaptándolo al europeo. Es uno de los rasgos del reformismo: siempre un discurso de imitación. Hay una mácula en nosotros, algo nuestro que debe ser regenerado mediante una perpetua reforma. España lleva siglos reformándose hacia Europa hasta el punto de que el reformismo ya era en el siglo XVIII un discurso tradicional.

Viene de lejos, pero es además característica del régimen actual, que es reformista por partida doble: por borbónico y por la Transición, que entre la ruptura democrática y la continuidad franquista perfectiva optó, ni una ni otra, por la reforma, que era neofranquismo antifranquista, una especie de dialéctica sin superación (sin aufhebung, perdónenme).

Por tanto, el PP es el reformismo del Reformismo, es, dentro del régimen de la reforma, la parte que reforma. Dentro del sistema va contra el gobierno, aspira, propone, se opone, es la ideología de la oposición, de la parte turnista que para heredar ha de reformar, como en una propuesta ritual.

Las reformas se suceden, alternancia tras alternancia, generación tras generación, y no acaban nunca, no tienen límite, no son tanto una obra o una realización como un momento, un estadio, un modo, una situación que precede al cambio: el reformismo es el discurso que adopta el que va a heredar y ¿no tiene sentido? El que hereda, en cuanto ve cerca la propiedad, ya fantasea con hacer el retoquito, unos cambios, darle otro aire. El suyo. Se diría que esa renovación, que es simplemente estética, es la que da sentido, personalismo y razón, moda e ilusión, al acto a la vez luctuoso y eufórico de heredar.

El reformismo no es tanto estética mortuoria, maquillar al finado, como joie de vivre, darle una vuelta al piso de la abuela.

El PP hace del vicio virtud con el reformismo. Como cambiar no piensa cambiar nada, procederá a reformarlo. Meterá a los albañiles, pero los muros de carga quedarán intactos.

Cuando se oye hablar de reformismo es que ya suenan los clarines del cambio, e igualmente el think tank‘tiene algo de instancia transitoria, de primavera del cargo, que suaviza el abrupto tránsito entre el gobierno y la «sociedad civil». Entre uno y otra, los exministros y ministrables pasan por el think tank, tanque de pienso.  

En el acto de presentación hubo algo curioso. La palabra «reformismo» estaba dispuesta gráficamente en tres alturas: re-for-mismo, ¡cosa para lo mismo! 

Reforma es retoque, pero, como viene siendo desde hace siglos, reforma es retoque hacia Europa. Cuando las reformas vienen de Bruselas se les añade «estructurales». La reforma estructural es el recorte.

Así que reformismo es retoquismo, pero sobre todo será recortismo. Recortismo 21. Por eso Feijóo habló de «liberalismo de corazón», evocando el conservadurismo compasivo de George W. Bush, lo que nos lleva, en circularidad inevitable e insuperable, a los liberalios, a los neocones y a los halconazos. Ya estamos todos. 

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