«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
Sevilla, 1972. Economista, doctor en filosofĆ­a y profesional de la gestión empresarial (dirección general, financiera y de personas), la educación, la comunicación y la Ć©tica. Estudioso del comportamiento humano, ha impartido conferencias y cursos en tres continentes, siete paĆ­ses y seis idiomas. Ha publicado siete ensayos; entre ellos, 'La deriva de la educación superior' (2017), 'El buen profesional' (2019) y 'Ɖtica para valientes. El honor en nuestros dĆ­as' (2022). TambiĆ©n ha traducido una treintena de obras: desde clĆ”sicos como Shakespeare, Stevenson, Tocqueville, Rilke, Guardini y C. S. Lewis, a contemporĆ”neos como MacIntyre, Deresiewicz, Deneen y Ahmari, entre otros.

BiografĆ­a

Sevilla, 1972. Economista, doctor en filosofĆ­a y profesional de la gestión empresarial (dirección general, financiera y de personas), la educación, la comunicación y la Ć©tica. Estudioso del comportamiento humano, ha impartido conferencias y cursos en tres continentes, siete paĆ­ses y seis idiomas. Ha publicado siete ensayos; entre ellos, 'La deriva de la educación superior' (2017), 'El buen profesional' (2019) y 'Ɖtica para valientes. El honor en nuestros dĆ­as' (2022). TambiĆ©n ha traducido una treintena de obras: desde clĆ”sicos como Shakespeare, Stevenson, Tocqueville, Rilke, Guardini y C. S. Lewis, a contemporĆ”neos como MacIntyre, Deresiewicz, Deneen y Ahmari, entre otros.

Rebelión en las aulas

12 de enero de 2023

Un profesor universitario ha dicho en LinkedIn que el emperador va desnudo y se ha liado la marimorena. ā€œQuerido alumno universitario de grado: te estamos engaƱandoā€, de Daniel Arias-Aranda, nos ha recordado dos cosas: que cuando a un valiente le da por decir verdades estas corren como la pólvora y que hay quien sigue prefiriendo matar al mensajero que enfrentar los problemas y arremangarse para solventarlos. Y es que es mucho mĆ”s divertido, da mĆ”s likes y a lo mejor tambiĆ©n mĆ”s euros caricaturizar los argumentos ajenos y tachar al de enfrente de casposo elitista que pararse a pensar en lo que estĆ” sucediendo.

No hace falta compartir todos los comentarios de Arias-Aranda ni su tono a veces Ć”spero para reconocer quĆ© cierto es lo que dice. SĆ­, la universidad hace aguas. Y no solo, en el caso de la pĆŗblica, por su endogamia, su apabullante burocratización y lo jerĆ”rquicas y poco meritocrĆ”ticas que son sus estructuras, y por cómo ha renunciado a formar ciudadanos crĆ­ticos y cultos; el barco tambiĆ©n se hunde por el lado de los alumnos. La inmensa mayorĆ­a de quienes trabajamos en la educación superior y ademĆ”s nos importa vemos las mismas cosas que Ć©l ha visto: las dificultades para expresarse, la facilidad para el plagio (en las empresas que ofrecen hacer tesis y TFM solo trabajan sinvergüenzas), la powerpointización que acorta sus mentes, el bajo nivel de inglĆ©s y la adicción a los dispositivos desatencionales. Lo que mĆ”s duele, con todo, es la abulia, precisamente en la edad en la que hay que tener mĆ”s hambre por aprender —porque ya es tu profesión—, mĆ”s ganas de cambiar el mundo y mĆ”s coraje para hacer preguntas.

Aunque todo esto que pasa en la pública también se vive la privada hay diferencias de peso: nosotros tenemos una autoridad en clase que a menudo no tiene el profesor en la pública, ademÔs de la necesidad de hacer un gran trabajo año tras año, pues de lo contrario estamos inmediatamente en la calle. AdemÔs, nos dejan y hasta nos piden que recordemos a los alumnos sus deberes, y lo mucho que sus padres pagan por el privilegio del que gozan. En cambio, son demasiados los estudiantes de la pública que acuden a clase con la conciencia de cobrarse un derecho, sin que nadie les recuerda su deber de honrar eso que a los españoles nos cuesta tanto financiarles.

La visión del profesor es, efectivamente, una generalización que encubre que hay alumnos muy bien preparados, dominantes de su atención y entregados a la causa. Pero resulta que todo artĆ­culo o ensayo —toda pieza de sociologĆ­a, todo lo que Kant o Aristóteles dijeron— generaliza, porque generalizar es el mĆ©todo esencial de la inteligencia para diagnosticar y calibrar tendencias. Arias-Aranda estĆ” describiendo la parte media y mĆ”s nutrida de la campana de Gauss, cuyo rendimiento ha descendido efectivamente de manera llamativa. La culpa no cabe imputĆ”rsela a los estudiantes, que son vĆ­ctimas de sucesivos atropellos polĆ­ticos, sociológicos y tecnológico-empresariales; la cuestión es que en la universidad ya son adultos, y, luego de ser estafados, empiezan a ser responsables.

Una parte del profesorado de primaria y secundaria se ha sentido atacado por esta serie de verdades, bajo la divisa Ā«no os metĆ”is con nuestros chicos, nosotros hicimos nuestro trabajo y quedaron estupendosĀ». Tras el polarizado enfrentamiento entre Ā«profesores innovadoresĀ» y Ā«profesauriosĀ», llega un nuevo combate en OK Corral entre maestros de primaria y secundaria y universitarios. ĀæHasta cuĆ”ndo se va a seguir con ese inane juego? La educación es una, y el deber compartido es de todos. ĀæY por quĆ© los mismos profesores de primaria y secundaria que se quejan de que caiga sobre ellos toda la responsabilidad de educar dan entender con el malestar de ahora que en efecto solo educan ellos? De ningĆŗn modo: un alumno que se estafa y se deja estafar ausentĆ”ndose de clase —fĆ­sicamente o pantalla mediante— ha sido convencido por muchos de que el esfuerzo es inĆŗtil, de que la sociedad, se prepare o no, le debe un puesto de trabajo, y de que el conocimiento siempre estĆ” al alcance en internet, entre otras muchas mentiras. ĀæQuĆ© esperĆ”bamos, en el paĆ­s en que los dirigentes polĆ­ticos plagian tesis doctorales y titulan mĆ”steres sin pisar las aulas con impunidad absoluta?

No es culpa solo del profesorado, sino de todos: los padres, su cuota, los directores de los centros, la suya, los mercachifles de la desatención, buena parte. Pero no todos cargan con el mismo peso; no es lo mismo el padre o madre que empantalla a sus hijos para tomarse cuatro gin-tonics con los colegas que el padre o madre que no estÔ entre semana porque conduce un camión que lo aparta de casa. Hay que hacer examen de conciencia y no levantar los brazos. También es culpa de los políticos irresponsables que legislatura tras legislatura nos chulean con una nueva ley educativa. No obstante, mientras la partitocracia siga parasitando la democracia no lo vamos a arreglar esperando a que ellos hagan su parte.

CapĆ­tulo aparte para quienes aseguran que un profesor a cuyas clases los alumnos no van o de la que se desconectan es un mal docente, alguien Ā«que no motivaĀ». Perdonen, pero eso era antes. Yo tambiĆ©n tuve malos profesores a cuyas clases no asistĆ­a (me bastaba con estudiar por mi cuenta), pero desde que TikTok, YouTube e Instagram llegaron todo ha cambiado. Hay que ser muy iluso y/o muy caradura para decir que un profesor tiene que dar una clase que compita con las series de Netflix y SĆ”lvame Deluxe; si se es profesor, hace falta ademĆ”s respetarse muy poco. Por lo demĆ”s —y por lo mismo—, la posibilidad de que un adolescente de hoy se enfrente a solas a media docena de libros y unos apuntes para sacar una asignatura por su cuenta es francamente rara.

Ha habido quienes han acusado a Arias-Aranda de estar «contra sus alumnos» y hasta de tratarlos con desprecio. Pues miren, no. Cada vez que se le va la mano es producto de la amargura, y te tienen que importar mucho tus alumnos para decir lo que les hiere. Los cobardes que verdaderamente dañan a los universitarios son los que sueltan su clase y se van, sin importarles un bledo quién atienda o aprenda, quienes no ponen la libra de carne que, como Antonio en El mercader de Venecia, pone el profesor Arias-Aranda, quien posiblemente sufra las iras de esa parte de una institución que opta por cerrar filas y mirar a otra parte. La cuestión, ahora, es qué vamos a hacer el resto, rectores, padres, profesores, todos, cuÔntos gritos de auxilio mÔs necesitaremos, hasta cuÔndo vamos a aparcar la necesaria rebelión en las aulas.

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