Leo en ABC que una universidad holandesa canceló la representación de la legendaria obra Esperando a Godot, de Samuel Beckett, porque solo contiene personajes masculinos.Ā
Y, la noticia sigue, como si nada: Ā«La Universidad de Groningen determina como ataque de gĆ©nero que Samuel Beckett no incluyera mujeres ni personajes transgĆ©nero en el reparto de su obra cumbre. En su testamento exigió que sus personajes sean solamente interpretados por hombresā¦Ā«
A Samuel Beckett lo conocĆ brevemente, como bien cuento en mi mĆ”s reciente libro La intensa vida, una tarde en el JardĆn de Luxemburgo, en ParĆs. Fue un encuentro memorable sobre todo para mĆ, que marcó mi vida y mi obra, aunque esta Ćŗltima fue marcada mucho mĆ”s por los libros de este autor irlandĆ©s. Al ser Beckett uno de mis autores predilectos no puedo sentir mĆ”s que ira mezclada con una impotencia incontenibles. No tristeza, de ninguna manera tristeza ni amargura. Hace tiempo que me esperaba estos insoportables desmanes del popolo, en general. Si lo han hecho con Shakespeare, quĆ© podĆa esperar Beckett.
Tal y como manifiesta el periódico, Beckett dejó muy claro que los personajes de Esperando a Godot solamente podĆan ser interpretados por hombres, lo que me parece muy bien; mĆ”s que bien, resulta muy justo, ademĆ”s de que al ser el autor se debieran respetar sus deseos y no imponer criterios que en nada ataƱen al contenido de la obra y a los principios literarios y morales del autor.
TambiĆ©n quiero dejar muy claro que, salvando las grandes distancias, si un dĆa alguien intenta representar mis obras, que se respeten mis elecciones sexuales y que los personajes femeninos sean interpretados por mujeres y los masculinos por hombres, porque asĆ los conocĆ a travĆ©s de mi imaginación, y no existe mayor atentado contra la obra de un escritor que cuando se desfiguran sus propósitos y se la ataca en pleno corazón al nĆŗcleo esencial de su imaginario. Me da igual que se piense lo que se piense y que se diga lo que se diga, pero esos son mis deseos mĆ”s potentes, por lo que dejarĆ© por escrito que se respeten a rajatabla. Porque tambiĆ©n he escrito personajes homosexuales que sólo podrĆ”n ser actuados por actores homosexuales, ahĆ su derecho y el mĆo, a dejar claro que no los describĆ como homosexuales solamente debido a su sexualidad, sino tambiĆ©n a sus valores como seres humanos especĆficos de una Ć©poca.
JamĆ”s he tenido un problema personal con ninguna persona que haya elegido una forma de vivir otra o ajena a la sexualidad con la que vino al mundo, como supongo que tampoco lo tuvo Beckett, tan concentrado como vivĆa en su misión en esta vida: escribir libros.
Beckett jamÔs le faltó el respeto a nadie, y precisamente por respeto a sus lectores y al público de los teatros y cines es que pensó en el respeto que se le debe a sus personajes, sobre todo en un futuro en el que él ya no estuviera aquà para defenderlos. Asà debe ser, o debiera⦠Sin embargo, vivimos en un mundo cada vez mÔs intolerante, dictatorial, e imprevisible. Esto sà que entristece y amarga.
Si estas personas, enfermas de espĆritu e ignorantes, no pueden aceptar a los personajes de Samuel Beckett tal como fueron concebidos sujetos al deseo del escritor en una obra que es un clĆ”sico de la literatura universal pues que se vayan a freĆr espĆ”rragos, pero como sĆ© que no lo harĆ”n, mejor que no toquen ni ensucien mĆ”s a los escritores que vivieron y escribieron por la libertad, para la de todos, incluidos ellos, y para crear y recrear la belleza.
Releyendo hoy a otro de mis grandes amores literarios, Emil Michel Cioran, me digo que estamos en ese momento tan terrible por el que ya hemos pasado algunos de nosotros, en el que frente al desastre sólo queda la āiniciación a la nadaā. En mi caso ya voy por varias reiniciaciones; y, por lo que veo, no sólo sigue yendo para largo, ademĆ”s creo que vivirĆ© hasta los Ćŗltimos dĆas de mi existencia en un infinito perĆodo de reiniciación a la nada.
No hay salida sino es, ante la reiterativa y perenne herida bestial de la censura y la negación, echar mano y colocar como escudo esa abrupta fatiga, āsanaā, vital que procure otro tipo de movimiento sorpresivo y audaz hacia la risotada, la burla, el desdĆ©n que alivia desde la sabidurĆa en camino a otro conocimiento, casi feliz.
āLo real me da asmaā, escribió tambiĆ©n Cioran. Cómo no comprenderlo, aquejada de asma real sĆ© lo que su frase plena de ciencia y poesĆa nos quiere dejar entrever. EscribĆ una novela, tambiĆ©n imbuida por la lectura de Cioran, en la que el personaje principal se sentĆa una āirrealā, en aquella Habana irreverente de los aƱos ochenta. Es una novela tan hermĆ©tica, tambiĆ©n influenciada por la autocensura que la censura real obligaba, que hoy cuando la releo no entiendo la mitad de lo que quise decir, o el personaje a travĆ©s de mi debió expresar. Recuerdo que mientras la escribĆa a pocos pasos del mar revuelto cercado por el muro del Malecón no cesaba de darme fututazos o bocanadas de aquel aparatico de asma antediluviano que vendĆan en las farmacias cubanas.
Sólo tecleaba en la vieja Remington y luego salĆa a caminar sin rumbo, porque lo que anhelaba con todas mis fuerzas no era precisamente terminar con veinte aƱos mi primera novela, sellarla con una frase final, sino fatigarme fĆsicamente hasta la extenuación, hasta el Ćŗltimo de los cansancios, hasta la muerte. TodavĆa hoy camino por ParĆs con ese firme propósito: el de morir al menos riendo.