Podría llamar a la risa conocer el tema de discusión en una reciente sesión del Parlamento catalán: discutir una iniciativa para indultar brujas. Pero no es un chiste.
Los partidos que son mayoría en el Parlamento catalán consideraron pertinente discutir el tema de las brujas ejecutadas por la Inquisición entre los siglos XV y XVIII, pues según un reciente estudio en la materia setecientas mujeres perecieron a manos de inquisidores que las sentenciaron por brujas.
Para mayor fuego en la hoguera se atrevieron varias de las proponentes a hacer una revisión audaz de la historia que coloca a las brujas de aquel tiempo como víctimas de la violencia machista. Entiéndase que las parlamentarias de la CUP, Junts, ERC y los comunes dijeron que las brujas eran feministas. No sabemos si este argumento podría invertirse y terminar pensando que en realidad las parlamentarias creen que las feministas son brujas. Pero ese no es el punto.
En la argumentación, la diputada Jenn Díaz se atrevió a igualar la caza de brujas con la violencia machista y a los inquisidores con los feminicidas. Más allá, la dirigente de ERC espetó, sin temor, que «antes se nos decía brujas, ahora nos dicen ‘feminazis’, nos dicen histéricas, nos dicen ‘malfolladas». No fue lo único disparatado que se escuchó en la sesión. También se pidió que se establecieran «reparaciones» pues estos «feminicidios» habían atentado contra el saber ancestral, por pura misoginia.
El separatismo catalán no es más que una expresión local antiespañola. Porque en realidad no quieren reivindicar una supuesta Nación, lo que quieren es destruir España
El separatismo catalán no es más que una expresión local antiespañola. Porque en realidad no quieren reivindicar una supuesta Nación, lo que quieren es destruir España. Por eso, basta con una somera revisión del discurso que repiten a los gritos para darse cuenta de que solo hay una repetición de las viejas infamias contra el Imperio Español y sus referentes.
Ahí donde hay un tema donde pueda torcerse la historia para culpar a un español, ahí se posiciona el separatismo. Es acompañado en esto de buena gana por la izquierda en pleno, que también es antiespañola al menos en su variante actual, podemita, sanchista y chavista en el fondo. Y la infamia es capaz de llegar más lejos, pues son capaces de apoyar las posturas antiespañolas a la otra orilla del Atlántico, cuando sonríen escuchando las reivindicaciones descabelladas de López Obrador, Rigoberta Menchú o Maduro.
Porque sienten que no pertenecen. Que no es con ellos el ataque. Obviamente, porque no se sienten parte de España y por eso pueden callar ante cualquier ataque.
Han convertido en arma arrojadiza la leyenda negra de los agravios de España en América o la leyenda negra de la Inquisición Española, que oculta la dimensión de dicha institución más allá de los dominios territoriales españoles. El relato histórico sobre la Inquisición es antiespañol cuando presenta a los inquisidores como españoles quemadores de brujas, sin mencionar que la institución era eclesiástica, que respondía a la Iglesia y que tuvo episodios de igual o mayor crueldad en Francia o Inglaterra.
Se trata solo de agitar y denostar de España. No de reivindicar ninguna historia ni a ninguna bruja. Al final, el camino del separatismo y de la izquierda que lo acompaña es atacar a España
Diversos historiadores se han detenido en el asunto. Nathan Wachtel tiene varias obras sobre el asunto, donde no exculpa a la Inquisición de nada, sino que se adentra en sus maneras y permite comprender como era una institución realmente totalitaria y tenaz, pero con ribetes que iban más allá de esa simplista leyenda negra que tanto parece servir a los propósitos del secesionismo catalán.
Cuando vemos que el poder local y autonómico catalán es capaz de movilizarse para exponer como traidores, herejes, apóstatas a la fe catalanista y enemigos del credo disgregador antiespañol a unos padres que exigieron que a su hijo se le dieran clases en español ¿Dónde estaban los parlamentarios reivindicadores de brujas?
En Canet del Mar lo que se vivió fue un aquelarre de discriminación contra el español, contra unos padres exigiendo una educación de calidad para su hijo y contra las libertades básicas de expresión, opinión y pensamiento. Fue una hoguera, y la encendieron para quemar a unos herejes españoles. Por supuesto, ahí no hubo piedad alguna. La madre no fue defendida por ninguna asociación feminista, ni se acusó al consejero de educación de la Generalitat de “macho opresor”.
Porque se trata solo de agitar y denostar de España. No de reivindicar ninguna historia ni a ninguna bruja. Al final, el camino del separatismo y de la izquierda que lo acompaña es atacar a España.
Ojalá quienes tienen el deber de defenderla, atiendan a su deber.