Hay muchas Cármenes en Carmen. Carmen Calvo Constitucionalista nos mandó copiar quinientas veces una mentira. Pretendía, a la manera indepe, hacernos creer que los ciudadanos tenemos derecho a votar lo que nos dé la gana. O mejor, lo que quiera el PSOE y su banda. Añadía, además, que sus diputados no deben respetar control alguno.
Pues buenos son ellos. Calvo Rotenmeller lleva treinta años en política. Y es doctora en derecho constitucional. O eso dice. Porque asusta que una mujer con semejante formación y currículum no sólo demuestre su ignorancia, sino que se atreva a aleccionarnos de tal manera. Sin pudor alguno. El problema de tener una audiencia pelota y cautiva es que empiezas a creerte los aplausos y las risas. Y un buen día decides que puedes opinar sobre cualquier cosa.
Supimos de Carmen Calvo Economista cuando dijo que el dinero público no era de nadie, preparando así el terreno al mayor escándalo de corrupción en España
Esta señora tiene ya una larga lista de éxitos. Supimos de Carmen Calvo Economista cuando dijo que el dinero público no era de nadie, preparando así el terreno al mayor escándalo de corrupción en España, el del socialismo andaluz, que hoy, tras la reforma del delito de malversación, quedaría impune. Lo que quería decir Carmen es que el dinero público es del PSOE. Y que pueden hacer con él lo que les dé la gana.
Carmencita Revolucionaria aclaró que el feminismo –bonita– también es propiedad del PSOE. Que se lo han currado durante muchos años y que no lo piensan soltar ni ahora ni antes, cuando una inoportuna pandemia amenazaba la celebración de su aquelarre anual. Por minucias como ésa el show no se detiene.
Aquel virus permitió conocer otro de sus grandes éxitos, el de Carmen Epidemióloga, que se extasiaba en el congreso dándonos lecciones al descubrir –¡ella sola!– que Nueva York, Madrid y Pekín están en línea recta y que eso explicaba muchas cosas.
Carmen Paciente, férrea defensora de la sanidad pública, decidió curarse en la prestigiosa y privada Ruber, no fuera a pasar nada
Esa misma pandemia pilló a medio gobierno en la pijo-manifa, y Carmen Paciente, férrea defensora de la sanidad pública, decidió curarse en la prestigiosa y privada Ruber, no fuera a pasar nada. La mejor sanidad del mundo, como ella siempre la llama, es para la clase trabajadora. Las listas de espera y las habitaciones compartidas no son para la élite.
Carmen Socióloga explicaba el éxito de Ayuso y el derrumbe del PSOE porque «no es lo mismo votar con pandemia que sin pandemia, que altera mucho los estados de ánimo».
La Constitucionalista atacaba de nuevo para explicarnos que el estado de alarma era la forma más garantista, democrática y exigente para rescatar derechos. Lo dijo poco antes de que ese mismo estado de alarma se declarara inconstitucional.
Carmen Ama de Casa, ante la subida de energía, dijo que «el temazo no es a qué hora se plancha, sino quién lo hace y quién pone la lavadora».
Carmen Enterradora, como su jefe, se arrogó el grandioso éxito de haber sacado a un muerto de la tumba
Carmen Verificadora llegó a hablar de regular la prensa, quizá para evitar que se hiciera público que, a pesar de ingresar 92.000 euros, vivió en una casa del ministerio con gastos pagados y pasó más de ocho mil en gastos de El Corte Inglés y Mercadona para que le fueran abonados. Que una no está para extras.
Carmen Enterradora, como su jefe, se arrogó el grandioso éxito de haber sacado a un muerto de la tumba. «No sé con qué pagarle a la suerte, al destino: saqué a Franco del Valle de los Caídos», declaró emocionada. Y luego se transformó en Carmen Cirujana para aclarar que ese mismo muerto, en un ataque machista, arrancó la vesícula a media España. Carmen Antifascista nos recuerda a menudo que la democracia llegó a nuestro país gracias a ellos, que la seguridad social también es cosa suya.
Asusta pensar cuantas cosas debemos a Carmen. Y al PSOE. Y uno no acaba de entender por qué, cada vez que gobiernan, dejan el país hecho una auténtica mierda.