«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.

«Sin embárgó»

17 de mayo de 2023

Apareció Otegui en rueda de prensa para dirigirse a «los vascos y vascas» tras la renuncia de sus candidatos con delitos de sangre. En lo que será considerado «un triunfo de la democracia», anunció que todos los miembros de sus listas suscribirán el compromiso de seguir «las vías exclusivamente pacíficas y democráticas», lo que despierta dos impresiones a bote pronto: la primera es que así estamos todos, que esas vías son las vías de todos y que, por ello, recibirán un premio, una prima, un aplauso que ya les dio, por ejemplo, Zapatero; la segunda es que esto chirría si se lee la Ley de Partidos Políticos que (lo vimos) distingue entre «fines y medios» del terrorismo. Se rompe con los medios, pero ¿se rompe con los fines? Los fines de ETA están en las instituciones.

Otegui tuvo unas palabras para la «ultraderecha española». Es curioso o quizás no lo es ya en absoluto, pero Otegui suena igual que un tertuliano. En la creación y extensión del concepto ultraderecha coinciden Otegui, el gobierno, la izquierda y los tertulianos. Es decir, coinciden en el enemigo político, que es mucha coincidencia. Estar en lo opuesto a esta gente es una posición moral.

Como es normal, antes de referirse a lo que él (y los demás) llaman la ultraderecha, Otegui inició la frase con una fórmula adversativa, como una curva que tomaba su discurso antes de ponerse serio. Las palabras elegidas fueron «sin embargo», pero un «sin embargo» que tenía en sí un mundo. Al decirlo se puso muy serio, hizo incluso una pequeña parada, una paradiña, y miró a la cámara; su voz, su gesto y su rostro alcanzaron una entera armonía porque todo tenía un punto común de crispación. El «sin embargo» lo dijo con un fuerte acento vasco que daba sentido a su rostro: sus cejas de Spock y sus orejas élficas, su cráneo un poco cucurbitáceo, todo tiraba así como hacia arriba y el «sin embargo», que sonó «sin embárgó» se convertía en algo sonoro, severo y distinto: se acentuaba la letra a, pero también la o. El acento principal en una, el secundario en otra, la letra o final, como corresponde al acento vasco, pero en él ese acento secundario se hacía más fuerte que el principal porque se abría: esa «o» fuerte duraba dejando una reverberación de reprimenda e incluso de regañina. La palabra sonaba ascendente, pero al alzarse en esa «o» final la palabra se achataba de repente, contrahecha, como en un pescozón fonético dejando sensación de desazón. ¿A qué nos sonaba que nos resultaba familiar? ¿Quién nos había hablado ya en esos términos? Era Arzalluz, aquel curilla étnico y nogal del PNV que reñía a los españoles. ¡Otegui estaba hablando igual! ¿Sería eso, por fin, la llamada ‘vía democrática’, que Otegui haga de Arzalluz?

Sin armas, la palabra también puede ser amenaza. Puede ser una palabra dura y distinta. Castellano y eusquera comparten mucha fonética, ¿cómo será el acento de estas personas para que una palabra suene tan distinta? Ese «sin embargo» oteguiano, que a su natural ser adversativo suma la vasca sobrecarga tónica de su segundo acento (una acentuación adicional) y, sobre ella, un suplemento de abertzalismo y fanatismo para hacer de esa sílaba y esa letra (la o, de go, de embargó) una especie de vibrato áspero y amenazante, como si fuera un extraño balido que costará mucho homologar a la, así llamada, palabra democrática.  

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