«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.
Rafael L. Bardají (Badajoz, 1959) es especialista en política internacional, seguridad y defensa. Asesor de tres ministros de Defensa y la OTAN, en la actualidad es director de la consultora World Wide Strategy.
Rafael L. Bardají (Badajoz, 1959) es especialista en política internacional, seguridad y defensa. Asesor de tres ministros de Defensa y la OTAN, en la actualidad es director de la consultora World Wide Strategy.

Siria: el desastre Obama

2 de septiembre de 2013

Obama llegó a la Casa Blanca como un auténtico Mesías: cambio, esperanza, diálogo y humildad. Pero la va a dejar como lo que realmente es, un Rodríguez Zapatero negro. El problema es que si bien ZP sólo hundió a España con su buenismo, Obama va a acabar con América y Occidente. Todos vamos a pagar los platos rotos. Siria es el ejemplo más candente pero no el único. En agosto de 2011 afirmó que Bashar al Assad se debía marchar. Pero no quiso hacer nada para que se fuera y el dictador de Damasco continuó en el poder. Razones para acabar con el régimen sirio había entonces de sobra: brutal, genocida, patrocinador de terrorismo internacional, injerencia en el Líbano, intoxicador con Corea del Norte, a las órdenes de los ayatolas iraníes… pero Obama prefirió no ver que los intereses americanos y de toda la comunidad internacional estaban en juego en el tablero sirio. De hecho, se despreocupó y pasó lo que tenía que pasar: más de 100.000 muertos, el doble de desaparecidos, más del 20% de la población desplazada, el resurgimiento de Al Qaeda, el auge del extremismo islámico de todo tipo, la injerencia iraní, la participación de Hizbollah… Siria pasó a ser el campo de batalla entre sunnies y chiies y entre Irán y los intereses occidentales.

De repente, la semana pasada, el presidente americano parece que reacciona y amenaza con una intervención de castigo tras el empleo de gas nervioso por el ejército sirio. Algo intolerable. Pero como pronto queda expuesto, castigar e impedir que las armas químicas vuelvan a ser usadas ni pone fin a la guerra ni disuade a al Assad de seguir matando con el resto de su arsenal. Cualquier acción militar que no acabe con el líder sirio sería contraproducente. Pero Obama sigue aferrado a su idea de una acción limitada en intensidad y tiempo, de castigo. El portavoz de la Casa Blanca lanza un mensaje a al Assad: no buscamos el cambio de régimen. Pasan las horas y el presidente americano dice que no ha tomado aún decisión alguna. De los 180 grados, da un giro completo de 360 para llegar a donde siempre estuvo: la inacción.

Problema: ahora es distinto. Todo el mundo le ha oído decir que el uso de armas químicas es inaceptable y que merece una respuesta. No es la credibilidad de América, sino la suya personal la que está en juego. Por sus propias palabras. Por decir que va a ejecutar un castigo. Ahora tiene que hacer algo aunque ya no quiera. Para salvar la cara. Algo que se pueda mostrar por la tele pero que no altere a al Assad. De hecho Assad seguirá y los iraníes habrán aprendido la lección de un presidente pusilánime, sólo preocupado por su imagen. Siria se hunde, pero lo peor para nosotros está por venir. Por culpa de Obama.

.
Fondo newsletter