Por Manuel Ruiz Sierra
Han pasado muchos años desde que pasé a la situación de retirado. Pero mi condición de militar, mi amor a la Patria, legítimo, no es de mi exclusivo patrimonio. Considero debe serlo de todos y por ello, desde mi lejanía de actividad, sigo contemplando los difíciles momentos que nuestras Fuerzas Armadas, en especial nuestro Ejército de Tierra vienen sufriendo.
Que unos lo expresemos como “intolerables”, que otros los consideren “insoportables” es cuestión de nuestra idiosincrasia hispana. Siempre hallamos faltas en nuestra nación y en especial cuando hablamos de “recursos”, y no digamos nada si nos referimos a los económicos.
Por supuesto que toda nación – nuestra Patria – debe ser “fuerte y respetada”. El exclusivismo de las diferentes instituciones nacionales desarmoniza los intereses, cuando en la armonía de todos ellos es donde estriba la fuerza de la nación. Desde el momento que una de ellas predomine más de lo que debe, influirá en los destinos del Estado.
Pero el hacer que una de esas instituciones esté por debajo de los límites necesarios e imprescindibles para cumplir con perfecta seriedad sus cometidos, también es – o debe ser – motivo de preocupación. Cuando el Estado les imprime el sello que deben tener a esas instituciones está poniendo sus destinos en juego; la razón de ser de esa institución y su acción es su misión. Si por razones ajenas a ella se le deprime, se le postra, se le degrada, incluso puede llegar a “irritar”… Entonces podemos decir que la sociedad está herida de muerte.
El pueblo soberano no debe estar sometido a las FAS, ¡faltaría más!; pero tampoco a la banca, ni a la hacienda, ni a la toga, ni al clero… ni a nada. El Gobierno del Estado debe priorizar y saber en qué orden debe de colocar cada posibilidad de sus instituciones; y considero que uno de los primeros deberes del Estado es saber organizar sus Fuerzas Armadas, de modo que satisfagan su misión fundamental – defender a la Patria de ataques exteriores y perturbaciones interiores y las demás obligaciones que nuestro Artículo 8º de la Constitución vigente les impone.
Y por eso no hace tanto tiempo se pasó de un Ejército cuyas tropas provenían de la recluta obligatoria a un Ejército permanente profesional… Pero todos sabíamos que dicho instrumento era, y es, muy caro y si se quiere estar en condiciones de poder cumplir con las obligaciones que se le deben imponer, debe de estar bien dotado de medios económicos; y por desgracia los presupuestos asignados a las FAS son irrisorios por no decir algo más contundente.
Y claro, ante esta necesidad, la primera solución fue la de disolver unidades; rebajar el número de soldados a contratar, reducir ejercicios y/o maniobras, la de establecer unas cotas de operatividad muy por debajo de sus verdaderas necesidades, reducir y “malvender” acuartelamientos e instalaciones… y un largo sin fin de medidas, que al menos ya no están en mi conciencia tener que mantenerlas; pero todavía tuve ocasión de vivir dos años “sin presupuesto”, y los recuerdo con verdadera zozobra, si bien gracias a todos mis subordinados logramos sobrevivir… Y cuando parecía que todo salió perfectamente adelante, surgió la “disolución” de aquello que tanto había costado, para dar paso a otra Unidad, posiblemente más aparatosa…
Los Ejércitos deben de existir, siendo al menos los “menos malos”, también los “menos caros”, los que menos perjudiquen a la sociedad civil; y por eso la decisión de si han de ser “temporales” o “permanentes” debe ser objeto de un estudio profundo. Pero también hay que saber proponer con toda justeza su “coste”, y una vez obtenido, no permitir “recortes” para pasarlos a otras necesidades distintas a nuestra Institución.
¿Qué condiciones deben satisfacer los Ejércitos?. Pues considero que el sistema militar de una nación debe ser aquel que – estando en plena paz – pueda poner, de forma repentina, una fuerza nacional en el momento en que la sociedad peligre. Por eso sus mandos, y su cúpula, deben estar al tanto de lo que pueda necesitar la nación, lejos de estar involucrados en las demás políticas parciales, y mucho menos “sometidas políticamente” a decisiones ajenas a la Institución.
Una nación donde no hay durante la paz una base estable y fuerte que sustente la pronta reacción de su Ejército, está abocada a ser víctima del primer envite, por flojo que sea… Por ello tampoco deberíamos estar supeditados a que “otros” nos defiendan, confiados en que los acuerdos políticos son la panacea universal… Por eso me viene a la memoria aquella frase que todos cuanto fuimos Cadetes en nuestra Academia General Militar leíamos y repetíamos hasta durmiendo: “Si vis pacem para bellum”.
Así, tras conseguir la organización moral adecuada de nuestros cuadros deberíamos disponer de medios económicos – ajustados pero suficientes – para que las funciones de todo orden se puedan cumplir y mantener en efectividad por las Unidades, los materiales, los acuartelamientos, no encontrar dificultades en tener repuestos de todo género, suficientes y asegurados… Pero eso requiere, como decía Napoleón, “Dinero, dinero y dinero” y ese elemento esencial es el necesario para mantener un “pequeño Ejército permanente”, pero que llegado el caso, lo sea “en pie de guerra”.
¡Qué duro debe ser para un mando de Unidad llegar a encontrarse con que no dispone, simplemente, de lo preciso para mantener su efectividad en el mejor estado!, cuando se encuentra con material al que no puede asignarle personal por carecer de él su Unidad superior, por falta de elemento humano tener que cerrar sus almacenes o garajes de vehículos, sin repuestos y sin dotaciones…
España, por desgracia, mantiene unos presupuestos económicos para nuestras FAS – en especial para nuestro Ejército – deficientes cuando no escasísimos, y por ello inoperantes; las condiciones políticas nos ponen en una de las peores vicisitudes, las misiones en el exterior, donde podemos comprobar el nivel de otras fuerzas, que disponen de todo, mientras nosotros hemos de “suplir con nuestro celo” las carencias a que la política nos lleva.
Desde mi situación de retirado ofrezco este trabajo – posiblemente sentimental y añorante – y solicito a quien corresponde ponga todo su entusiasmo en “resolver”, desde el vértice de la pirámide de mando, tan importante asunto; pensemos que la mejora de las cantidades económicas presupuestadas para el Ejército sólo irán destinadas a obtener y mantener un medio esencial de la Patria, que no serán dineros gastados sin objetivo claro a conseguir:
Que nuestro Ejército sea eficiente, disciplinado, perfectamente instruido y garante de cuantas misiones se le encomienden o tenga que solucionar, sean cuales sean las circunstancias.
El Estado debe dar al elemento militar el prestigio y la fuerza moral y material que necesita para desempeñar sus misiones, bien en paz o bien en guerra. Ello no creo sea abusar, mientras tanto recurso económico se pierde en otras falsas necesidades, cuando no en malversaciones sin nombre y/o en extrañas funciones que “levantan” serios problemas, mientras que no se ofrecen ni se le aportan medios a esta “religión de hombres honrados”.
*Manuel Ruiz Sierra, Coronel de Caballería (DEM) (Rt)