Es probable que la silvestre melena de Pablo Iglesias oculte un gorro frigio. Allípodría esconderse hasta un gulag, y no lo sabríamos hasta que fuese demasiado tarde porque su discurso es tan leninista -contra las almas la mentira, contra los cuerpos la violencia- que para encontrar una verdad haría falta al doctor House, que es la versión moderna de Sherlock.
Pero más alláde sus referentes genocidas o de sus proyectos ocultos, lo cierto es que el mensaje de Podemos ha logrado simplificar hasta el extremo la visión en HD de la actualidad, e incluso las víctimas de la Logse pueden entenderlo. Sus eslóganes son los chistes de Wyoming, y el único documento que exhiben es el certificado de defunción del régimen del 78. Como resulta que el cadáver estácorrupto, y ya hiede, se puede entender que las pancartas moradas -como si se hubiese coagulado el rojo de sus banderas- consigan encandilar a una sociedad que hace de unos tíos en pelotas el programa más visto de la noche del martes. Parece que el adanismo que sembróZP ya va floreciendo en sus formas más groseras, desde la política hasta nuestras pantallas.
La encuesta del CIS -otra institución entregada a la tele, en este caso a Masterchef- arroja a la vez incertidumbres y certezas. Tenemos la seguridad de que las viejas estructuras políticas se desmoronan y la duda es si lo harán encima de los derechos y de las libertades, o si es posible una reforma integral del sistema que evite la emisión en RTVE del Alópresidente. La cantinela es secular, reforma o ruptura, y no parece que quepa la esperanza en el plasma de Génova pagado con dinero negro.