«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
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Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.

Troylo

31 de mayo de 2023

Hace unos días murieron, uno detrás de otro, Andy Rourke, bajista de los Smiths, y el novelista Martin Amis, y fue de repente como si quedara sepultada una parte de los ochenta ingleses (colonización más íntima que la norteamericana).

La muerte actúa a veces así, como si se llevara unas cerezas, y en España acaban de morir Antonio Gala y, con los obituarios frescos, el peluquero daliniano Llongueras. Con ellos se van dos seres singularísimos de los años 80, donde la gente no sé si era más libre, pero lo parecía. Era como si todo el mundo pudiera ser imitado por Martes y Trece.

Antonio Gala era el escritor. Iba de escritor. Era lo que se supone que tenía que ser un escritor aunque no lo leyésemos. Acariciaba un bastón, hablaba parsimonioso y con delectación, con una cursilería que entonces nos parecía insuperable, de esteta entre bárbaros, pero que sería superada por una cursilería mayor, peor, vulgarísima y para colmo machirula. Enjuto lirismo nos parece Gala en comparación con el sentimentalismo posterior.

Con esas maneras suyas, esa morosidad palatal y esos suetercitos de señor bien, Gala nos hablaba del amor, del amor humano, incluso turco, y de su perro Troylo.

A ese animal le dedicó un libro, Charlas con Troylo. Si Juan Ramón quería a Platero porque le daba compañía sin quitarle la soledad, Gala reconocía que Troylo era él mismo de otra manera. ¿Hay algo que se mire más que los ojos de un perro? (Si el mar nos mirara, que no mira, sería perro…). Esos ojos los recordaba Gala, y en su hablar con el perro y hacerlo personaje, amigo, parte de su vida y de la conversación: en sacar al perro del armario perruno y hacerlo uno más, perro famoso en España, Gala recordaba a la pasión perruna de otros artistas. Pienso en el dibujante George Booth, cuyos perros y gatos acompañaban siempre en sus viñetas a hombres y mujeres mayores, sin hijos, con una soledad un poco desastrada que el perro dulcificaba; y pienso en David Hockney, que tenía dos perros amados, dos teckels como Troylo, a los  que dedicó unos retratos muy hermosos, llenos de colorido y amor, de observación de sus caprichosas posturas, recogidos en el libro Dog Days.

Ahora que ha muerto Gala, parece cercanísima su prosa, su cadencia, que era a su modo poetizante, televisivamente poetizante, sonajero distinto del umbraliano, más fino, como alejandrino, y pienso en su perro Troylo, que viene a la memoria como un recuerdo de la infancia. No diré que se reúnen en alguna parte, pero es verdad que la muerte los une en el recuerdo.

Cuando murió Péritas, su perro, Alejandro Magno ordenó fundar una ciudad en su honor. Antonio Gala lo enterró al pie de un olivo. Para poder mirarlo y para que estuviera, «Troylo, amigo mío, interminablemente bajo el césped».

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