«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Enrique García-Máiquez (Murcia, pero Puerto de Santa María, 1969). Poeta, columnista y ensayista. Sus últimos libros son 'Verbigracia', (2022) poesía completa hasta la fecha; y 'Gracia de Cristo' (2023), un ensayo sobre el sentido del humor de Jesús en los Evangelios
Enrique García-Máiquez (Murcia, pero Puerto de Santa María, 1969). Poeta, columnista y ensayista. Sus últimos libros son 'Verbigracia', (2022) poesía completa hasta la fecha; y 'Gracia de Cristo' (2023), un ensayo sobre el sentido del humor de Jesús en los Evangelios

Un artículo-ficción

16 de febrero de 2024

Alícia Romero, portavoz del PSC en el Parlamento catalán, ha diagnosticado que, «si no fuese por VOX, probablemente en el PP hubiesen aceptado la amnistía y todo lo que hubiesen propuesto». Las últimas noticias, rumores, declaraciones interruptas de Feijoo sobre sus contactos con ERC y con Junts, permiten tomarse en serio esa suposición. Carlos Floriano (sí, no, sí, no) llamó o no o sí a ERC para negociar una investidura. Marta Rovira lo afirma, y Floriano dijo primero que sí y luego que no, deshojando la flor de su memoria. Yo sospecho que sí porque cuantan que los del PP aseguraron «que con ellos todo sería más fácil porque controlan el Estado». Es una ingenuidad de malote vanidoso de tal envergadura que les pega muchísimo.

Cada vez que me hablen de voto útil o inútil a Vox, recordaré lo que dice Alícia Romero: «Si no fuese por Vox…». El problema del PP fue, en efecto, que en sus sumas tenía que contar con Vox, que no iba a dejar que contasen con ellos para amnistías ni otros enjuagues. Para los que no los queremos, eso es un voto útil. Los demás, ya vemos o ya veríamos, sí, no, sí, no…

Como esto pudo ser así, me intriga cómo se hubiese desarrollado. ¿Qué hubiese pasado si Vox no hubiese estado y Feijoo hubiera conseguido la investidura con los votos del PNV y de Junts, a cambio de la amnistía, las transferencias, las humillaciones a la soberanía nacional y un paralelo desguace al Estado de Derecho, pero más fácil, porque «controlan el Estado»? ¿Quiénes de los que ahora dicen «digo» habrían dicho «Diego»? ¿Quiénes no?

Es fácil imaginarnos a Pedro Sánchez en la oposición clamando por la división de poderes y la independencia judicial y contra la ilegalidad de los indultos. Es fácil porque lo hizo antes y lo volverá a hacer, si le conviene. Óscar Puente se pondría frenético defendiendo el marco constitucional. Y qué a gustito estaría Fernández Vara. Bueno, tan a gustito como ahora; pero con la conciencia más tranquila.

¿Qué harían, en cambio, los diputados del PP? ¿Serían todos tan serviles como ahora son los del PSOE? No quiero levantar falso testimonio en este artículo-ficción hecho de hipótesis, pero lo cierto es que ninguno pestañea en lo que a la disciplina de partido se refiere. Ni uno solo ha firmado la petición de someter el cambio constitucional del artículo 49 que discrimina a los hombres a un referéndum, como quería Vox. Ni uno ni una. Nadie.

¿Y los periodistas? Ahí quiero pensar —aunque sólo sea por corporativismo— que habría más excepciones, pero también serían menos de las esperables. Bastantes tertulianos, columnistas y editorialistas se meterían a contorsionistas y defenderían las concesiones del PP a Puigdemont y a los nacionalistas vascos por la gobernabilidad, la economía —que es lo que importa a los españoles— y la concordia. Ojalá un mundo paralelo en el que ver a Feijóo investido por su Frankenstein particular y poder testar el comportamiento de todos, incluyéndome a mí, por supuesto.

Las personas que no cambian de criterio según el color del cristal de los bancos azules del Congreso son las bisagras de los mundos paralelos. Los que piensan lo que piensan y no lo que les ordenan los que mandan sostienen el mundo. Quizá no sean muchos y por eso el mundo se tambalea tanto. Ni siquiera con los bandazos del PP —sí, no, sí no— sobre el aborto o el matrimonio homosexual hubo deserciones. Si no las hubo por el aborto, ¿las iba a haber por Puigdemont?

Lo que no niego —ya saben: lo cortés y lo valiente— es que haya bastantes diputados y periodistas que, en el fondo de su conciencia, piensen que menos mal que les ha tocado el lado de defender la separación de poderes y el Estado de Derecho, porque si hay que ir a lo otro, irían, claro, como Fernández Vara, qué remedio, pero que intelectual y moralmente están más cómodos aquí. Que de ésos hay un puñado, no lo dudo. Pero sí dudo que ni siquiera ésos sean de los que sirven.

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