El Gobierno se enzarza con asuntos que tienen un recorrido desconcertante. Ferrovial no da mĂĄs de sĂ; se ensañan con una empresa porque se acoge al derecho, español y europeo, para cambiar su domicilio. Se meten en lĂos con Doñana y de paso insultan a los andaluces. Dos ministras mandan publicar en el BOE modificaciones distintas de la misma ley. La derogaciĂłn de la ley del «sĂłlo sĂ es sĂ» se ha perdido en los muy elocuentes silencios internos, podrĂa valer hasta el oxĂmoron, de los broncos silencios internosâŠ
Entre tanto, Pedro SĂĄnchez, que es de bastante piñón fijo como dirĂa un castizo, sigue con su tĂĄctica que consiste en ocupar espacio mediĂĄtico y tambiĂ©n en sus apelaciones al miedo a la ultraderecha. Sigue a falta de mejores ideas, despuĂ©s de haber perdido o haber retrocedido electoralmente de forma muy considerable en todas las elecciones que se han convocado desde que llegĂł a La Moncloa.
De lo que importa a los españoles: la economĂa, el paro, la calidad de los servicios pĂșblicos y demĂĄs cuestiones esenciales. Nada de nada. Ni una sola aportaciĂłn que pueda destacarse en todos estos años de Gobierno que se estĂĄn haciendo muy largos. Ni siquiera parece que se hayan puesto a trabajar. Su Gobierno da la sensaciĂłn de que estĂĄn a otras cosas. Un ejemplo, seguimos teniendo un sistema judicial, que es quizĂĄs de los peores de Occidente, mientras la Agencia Tributaria es de una eficacia tremebunda llegando al sadismo fiscal como tan bien ha definido el diputado Figaredo. No estarĂa mal que aplicaran las eficiencias fiscales a nuestra maltrecha justicia.
Para colmo de despropĂłsitos, el propio gobierno del PSOE lanza una marca polĂtica que ocupa parte de su espacio electoral liderada por su vicepresidenta, Yolanda DĂaz. SĂĄnchez, que se reconoce un admirador de Mitterrand, de su estatismo y maquiavelismo, supongo que con este proyecto pretenderĂĄ repetir en La Moncloa. La propuesta es kafkiana pues supone una renuncia del PSOE a ganar espacio electoral. Es un caso insĂłlito de falta de ambiciĂłn y de Ă©pica polĂtica. Es como si Ayuso en las prĂłximas elecciones regionales renunciara a buscar el voto de los antiguos votantes de Ciudadanos y promocionara un partido similar a Ă©ste. La mezquindad en polĂtica rara vez da beneficios.
Como decĂa, la obsesiĂłn de SĂĄnchez de ocupar espacio mediĂĄtico y polĂtico es casi enfermiza. Lo comprobamos en la mociĂłn de censura con aquellos interminables discursos leĂdos. Incluso dirĂa que parecĂa que los estaba leyendo por primera vez desde la tribuna del Congreso, quiero decir que sin ensayo previo. Pero esta obsesiĂłn se da ante la evidente paradoja que es un personaje completamente abrasado entre la ciudadanĂa. No puede pisar la calle sin que le griten. Es tal el desgaste que los barones territoriales de su partido le han pedido que no participe en campaña, que no se deje ver demasiado en las prĂłximas elecciones regionales y municipales.
Pese a los miedos de algunos de los opinadores de la derecha sobre la exposiciĂłn que va a tener SĂĄnchez durante el turno rotatorio de la presidencia europea, como antes ocurriĂł con la mociĂłn de censura de VOX, lo Ășnico que va a provocar es que se ponga aĂșn mĂĄs el foco en un personaje acabado y que no tiene remedio. Y es que ademĂĄs de la antipatĂa que produce el personaje por su soberbia, sus mentiras, su incoherencia y su falta de liderazgo, existe una sensaciĂłn de fracaso, de enorme pĂ©rdida de tiempo.
El problema esencial es que SĂĄnchez promoviĂł una alianza Frankenstein que le ha salido rematadamente mal. Sus socios se comportan con una deslealtad inmensa y a las mĂnimas de cambio. AdemĂĄs, ha dedicado la legislatura a una ingenierĂa social que carece del mĂĄs mĂnimo apoyo entre los ciudadanos. Y lo que es peor, mientras se dedicaba a estos menesteres, SĂĄnchez se olvidaba o no era capaz de acometer los verdaderos problemas que tienen los españoles. Pensaba que su rol era el de una figura histĂłrica que iba a enhebrar una nueva mayorĂa social con la extrema izquierda y los partidos independentistas. Al final, pasarĂĄ a la historia, pero de una forma patĂ©tica entre el clamor de una ciudadanĂa hastiada que le grita, como ha ocurrido recientemente hasta en Roma: ÂĄSĂĄnchez, que te vote Txapote!