«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Nacido en Madrid, de madre inglesa, casado y padre de cuatro hijos, es un empresario, abogado y articulista que pasó más de una década inmerso en el mundo de la política madrileña. Sus pasiones son escribir, la empresa y la política.
Nacido en Madrid, de madre inglesa, casado y padre de cuatro hijos, es un empresario, abogado y articulista que pasó más de una década inmerso en el mundo de la política madrileña. Sus pasiones son escribir, la empresa y la política.

Un Gobierno desquiciado

16 de abril de 2023

El Gobierno se enzarza con asuntos que tienen un recorrido desconcertante. Ferrovial no da más de sí; se ensañan con una empresa porque se acoge al derecho, español y europeo, para cambiar su domicilio. Se meten en líos con Doñana y de paso insultan a los andaluces. Dos ministras mandan publicar en el BOE modificaciones distintas de la misma ley. La derogación de la ley del «sólo sí es sí» se ha perdido en los muy elocuentes silencios internos, podría valer hasta el oxímoron, de los broncos silencios internos…

Entre tanto, Pedro Sánchez, que es de bastante piñón fijo como diría un castizo, sigue con su táctica que consiste en ocupar espacio mediático y también en sus apelaciones al miedo a la ultraderecha. Sigue a falta de mejores ideas, después de haber perdido o haber retrocedido electoralmente de forma muy considerable en todas las elecciones que se han convocado desde que llegó a La Moncloa.

De lo que importa a los españoles: la economía, el paro, la calidad de los servicios públicos y demás cuestiones esenciales. Nada de nada. Ni una sola aportación que pueda destacarse en todos estos años de Gobierno que se están haciendo muy largos. Ni siquiera parece que se hayan puesto a trabajar. Su Gobierno da la sensación de que están a otras cosas. Un ejemplo, seguimos teniendo un sistema judicial, que es quizás de los peores de Occidente, mientras la Agencia Tributaria es de una eficacia tremebunda llegando al sadismo fiscal como tan bien ha definido el diputado Figaredo. No estaría mal que aplicaran las eficiencias fiscales a nuestra maltrecha justicia.

Para colmo de despropósitos, el propio gobierno del PSOE lanza una marca política que ocupa parte de su espacio electoral liderada por su vicepresidenta, Yolanda Díaz. Sánchez, que se reconoce un admirador de Mitterrand, de su estatismo y maquiavelismo, supongo que con este proyecto pretenderá repetir en La Moncloa. La propuesta es kafkiana pues supone una renuncia del PSOE a ganar espacio electoral. Es un caso insólito de falta de ambición y de épica política. Es como si Ayuso en las próximas elecciones regionales renunciara a buscar el voto de los antiguos votantes de Ciudadanos y promocionara un partido similar a éste. La mezquindad en política rara vez da beneficios.

Como decía, la obsesión de Sánchez de ocupar espacio mediático y político es casi enfermiza. Lo comprobamos en la moción de censura con aquellos interminables discursos leídos. Incluso diría que parecía que los estaba leyendo por primera vez desde la tribuna del Congreso, quiero decir que sin ensayo previo. Pero esta obsesión se da ante la evidente paradoja que es un personaje completamente abrasado entre la ciudadanía. No puede pisar la calle sin que le griten. Es tal el desgaste que los barones territoriales de su partido le han pedido que no participe en campaña, que no se deje ver demasiado en las próximas elecciones regionales y municipales.

Pese a los miedos de algunos de los opinadores de la derecha sobre la exposición que va a tener Sánchez durante el turno rotatorio de la presidencia europea, como antes ocurrió con la moción de censura de VOX, lo único que va a provocar es que se ponga aún más el foco en un personaje acabado y que no tiene remedio. Y es que además de la antipatía que produce el personaje por su soberbia, sus mentiras, su incoherencia y su falta de liderazgo, existe una sensación de fracaso, de enorme pérdida de tiempo.

El problema esencial es que Sánchez promovió una alianza Frankenstein que le ha salido rematadamente mal. Sus socios se comportan con una deslealtad inmensa y a las mínimas de cambio. Además, ha dedicado la legislatura a una ingeniería social que carece del más mínimo apoyo entre los ciudadanos. Y lo que es peor, mientras se dedicaba a estos menesteres, Sánchez se olvidaba o no era capaz de acometer los verdaderos problemas que tienen los españoles. Pensaba que su rol era el de una figura histórica que iba a enhebrar una nueva mayoría social con la extrema izquierda y los partidos independentistas. Al final, pasará a la historia, pero de una forma patética entre el clamor de una ciudadanía hastiada que le grita, como ha ocurrido recientemente hasta en Roma: ¡Sánchez, que te vote Txapote!

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