Las comunicaciones entre las empresas o las personas se desenvuelven, hoy, a la velocidad de la luz, gracias a los dispositivos asociados a la internet. En cambio, la comunicación de los contribuyentes con los órganos del Estado (o al revés) parecen acomodarse a una velocidad mucho más modesta, por ejemplo, la del sonido.
En el plano internacional, hoy como ayer, son evidentes las oscuridades e incertidumbres, la opacidad de las decisiones capitales. Se suele llamar “diplomacia” a esa falta de transparencia, para dejarla mejor vestida.
Hay que presumir la oscuridad (es decir, la arbitrariedad), que va a existir con las ayudas provenientes de la Unión Europea para las empresas españolas
En el plano de la política española, el panorama resulta harto tenebroso. Expondré, de forma sintética, el fenómeno de la gestión de la pandemia del virus chino (ahora también británico, africano, bretón, etc.). Comprendo las dificultades para hacerla más transparente, pero se trata de una exigencia de la alta valoración concedida a la salud. En España, resulta muy sospechosa la escasa oferta de las dosis de vacunas como al principio lo fue la de mascarillas. Es una ley económica que las escaseces organizadas suponen una inevitable subida de los precios. Mi amigo Juan Luis Valderrábano, tan informado él, sostiene que el mercado de las vacunas, en España, es una suerte de “cartelización”. De tal manera que muy pocos oferentes, en connivencia con el Gobierno, mantienen una oferta enrarecida. A mí me recuerda la ominosa figura del racionamiento de productos alimentarios, al que nos sometió el Gobierno de Franco después de la guerra civil.
¿Cómo es que ante las irregularidades en el suministro de vacunas no se ha optado en España añadir a la oferta “atlántica”, las de las vacunas china o rusa? ¿Habrá que trasladarse a Dubai para obtenerlas? Más escandaloso es, todavía, el caos que supuso, al principio de la pandemia, el conjunto de las residencias de ancianos. Por cierto, no se tiene noticia de que el ministro del ramo (el vicepresidente para asuntos sociales) visitara nunca tales residencias. Derivó, realmente, en un caso de eutanasia colectiva. Mejor sería llamarla “distanasia”.
No se detecta una relación clara con las medidas de acción preventiva: mascarillas, distancia física entre las personas, toque de queda, prohibición de actos gregario
No voy a entrar en otro sobresalto: la impresión del Gobierno en el manejo de las estadísticas sobre la pandemia dichosa. A pesar de que los datos sean demasiado aproximados, destaca un hecho sorprendente: las variaciones internacionales o regionales en las tasas de fallecidos por mor de la pandemia oscilan erráticamente. Es decir, no se detecta una relación clara con las medidas de acción preventiva: mascarillas, distancia física entre las personas, toque de queda, prohibición de actos gregarios. Hay que sospechar, pues, la intervención de algunos factores desconocidos en la extensión de los contagios.
El caso más llamativo de opacidad lo tenemos, ahora, con las ayudas a las empresas, las que han sufrido más los estrangulamientos del mercado como efecto inmediato de la pandemia. Se da el caso de una aerolínea venezolana, con escasísimo tráfico en España que ha recibido una ayuda estatal de más de cincuenta millones de euros para paliar los efectos de la pandemia. Hay que presumir la oscuridad (es decir, la arbitrariedad), que va a existir con las ayudas provenientes de la Unión Europea para las empresas españolas con el mismo fin. ¿No se podría conseguir la necesaria transparencia con una comisión técnica de funcionario, sin dependencia directa del Gobierno? Ya sé que es pedir peras al olmo. Pero, por sugerir, que no quede.