«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Licenciada en Periodismo por la Universidad CEU San Pablo y Máster en Periodismo de Agencia por la Universidad Rey Juan Carlos. Tras casi una década en el Grupo Intereconomía (La Gaceta, Intereconomía TV y Semanario Alba), es ahora jefa de Prensa del Grupo Parlamentario VOX en el Congreso de los Diputados.
Licenciada en Periodismo por la Universidad CEU San Pablo y Máster en Periodismo de Agencia por la Universidad Rey Juan Carlos. Tras casi una década en el Grupo Intereconomía (La Gaceta, Intereconomía TV y Semanario Alba), es ahora jefa de Prensa del Grupo Parlamentario VOX en el Congreso de los Diputados.

Una buena noticia

4 de diciembre de 2023

Casi nos vuelve a ocurrir. Pasar de puntillas por las buenas noticias. Contarlas sin celebrarlas. Caer en la trampa de ese rodillo mediático que despacha con un teletipo frío y aséptico como sala de quirófano lo que es, a gritos, un gran reportaje humano. Y no están los tiempos para escatimar alegrías. 

Ésta de la que hablo nos llegó el pasado día 29. Belén, una mujer de 54 años enferma de esclerosis múltiple desde los 20, comunicaba a la Xunta de Galicia su intención de frenar el proceso de eutanasia en el que estaba inmersa tras solicitarlo ella; aprobarlo un juez; impedirlo su madre —madre coraje— y ahora, bendito sea Dios, haber decidido ella que ese adiós no era la opción. Que sigue adelante. Que la muerte puede esperar.

Tras esta historia feliz (aunque dura, que sufrimiento y felicidad no van siempre separados) hay un nombre; un nombre conocido por quienes, de alguna u otra forma, nos hemos interesado por esa lucha que enfrenta a la cultura de la vida y a la de la muerte. Y ese nombre es el de Polonia Castellanos, presidenta de la Fundación Abogados Cristianos y guerrera de mil batallas en defensa de la libertad para rezar, el respeto a los sentimientos religiosos y, en esta ocasión, la mujer al lado de las otras dos mujeres protagonistas de la historia. 

Polonia, como abogada de la madre de Belén, instó a no abrir la puerta a los sanitarios del Servicio Gallego de Salud que fueron a casa de madre e hija para llevarse a esta última a un viaje del que no volvería. «No puedo dejar que te lleven», decía una desesperada madre. «No puedo». Y su hija pedía: «Mamá, déjame ir, yo me quiero ir». Hay tanto drama y tanto dolor en esa escena  que sólo cabe, por parte de quienes somos meros espectadores, el más respetuoso silencio.

Así que fijémonos en Polonia. En la mujer que se atrevió a decir «que no se abra esa puerta». Ese empeño suyo en oponerse a lo establecido dio como resultado, días más tarde y con atención especializada para Belén, que ella entendiera que, además de su enfermedad física, de la maldita esclerosis, había otra. La mental, la espiritual, esa del alma que puede llegar, también, a los cuerpos sanos. Hoy Belén siente que ya no quiere morir; su madre, suponemos, sentirá el alivio de saber que hizo lo correcto y Polonia, seguramente, siga con discreción su silenciosa batalla en defensa de esas causas que otros han considerado que no merecen la pena.

Tan poquito importan estas historias que, como decíamos al principio, la alegría de Belén sólo ha merecido, en el mejor de los casos, un triste teletipo, un frío «la Xunta respetará la decisión de la persona (sic)». Y son esos mismos medios los que nos cuentan a doble página y con lenguaje épico la historia de la mujer que sí llevó a término su orden de eutanasia tras saberse, también, víctima de la Esclerosis (ELA, en su caso). De ella, como de tantos casos de eutanasia narrada casi en directo, sabemos por los medios que donó sus órganos, que convirtió «su muerte en vida para otros», que «se fue tranquila y feliz»… Es —y digo esto con el mismo respeto para familia y allegados al que apelaba antes— un relato escrito para convencer, para avalar, para consolidar, para decir que «así, sí». El otro, el de Belén, es un frío teletipo escrito para cubrir un expediente molesto por cuanto evidencia la tesis que sostenemos muchos: que no se puede hablar, ni legislar, ni dulcificar la muerte programada en la misma España que desahucia y abandona a su suerte a los enfermos que más ayuda necesitan. Que si una abogada valiente, una madre coraje y una puerta cerrada han devuelto a Belén a la vida, entonces es que hay muchas vidas que pueden ser salvadas con más cuidados integrales (médicos, económicos, psicológicos y espirituales) para quienes peor lo pasan y más lo necesitan. Que no podremos considerarnos un país digno ni mirarnos a la cara como sociedad hasta que no estemos seguros de que, antes de la muerte, se ha ofrecido TODO lo posible para la vida. 

La historia de Belén, el logro de Polonia, no saldrá en las portadas. Pero debemos celebrarlo como un triunfo. Celebrarlo y rogar por más Polonias y menos políticos —politicastros, en este caso— de esos que rechazan una ley ELA porque cuesta 38 millones de euros y perdonan 15.000 millones a Cataluña para seguir pisando moqueta y Falcon. Algún día tendrán que asomarse al espejo de su conciencia. Lo siento por ellos.    

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