Nos llaman sarcásticamente los PIGS. Son las iniciales en inglés de Portugal, Italia, Grecia y España. Esto es, los puercos, quizá porque damos una imagen se suciedad a los europeos del centro y norte de nuestro pequeño continente.
Nos desprecian los guiris que bajan del septentrión a solazarse y emborracharse en las coas porcinas. Ellos nos ven diferentes, con algunos rasgos admirables (monumentos, cocina, buena vida), pero con una política corrupta, incapaz de sedimentar las virtudes democráticas.
Son ciertas las semejanzas entre los cuatro países dichos. Nos une la oposición geográfica. Los husos horarios nos han acostumbrado a visualizar los países según los meridianos, que marcan el tiempo cronológico. Pero cuentan también los paralelos, que condicionan el tiempo atmosférico. No es casualidad que Lisboa, Madrid, Roma y Atenas se sitúen en una estrecha franja atravesada por el paralelo 40º. En ella se encuentran también Tirana (Albania) y Ankara (Turquía), pero esos dos países responden a otra cultura.
Reconozcamos que, aun con la vieja herencia de la Grecia clásica y del Imperio Romano, los países de esa franja de los 40º constituyen democracias sumamente endebles. Los PIGS han sido azotados por la reciente crisis económica más que ningún otro conjunto. Debemos a los bancos alemanes y otros tanto como producimos en un año. En los Gobiernos de los cuatro domina o va a dominar la izquierda con tintes radicales (antisistema, anarquismo), más pujante que la socialdemocracia. Otro rasgo común es el multipartidismo y la vigencia de las prácticas corruptas en la vida política.
La fuente de exportación más característica de los PIGS es el turismo. Va a más por la inseguridad que reina en otros competidores mediterráneos, desde Siria a Túnez. Somos una unidad porque así nos ven desde fuera. Sería del mayor interés que surgiera una iniciativa que podría llamarse “Paralelo 40”. Lo curioso es hay otras grandes ciudades en el mundo que se sitúan alrededor de esa misma franja del paralelo 40º: Nueva York, Chicago, Denver, San Francisco y Pekín.
Los españoles deberíamos estar más atentos a lo que ocurre en nuestro paralelo europeo. Siempre hablamos de “los países de nuestro entorno”, pero esa locución quiere decir los países al norte de los Pirineos. Nos comparamos con ellos porque vienen a ser el modelo de nuestro desarrollo. Pero los problemas que nos acucian son muy parecidos a los de Grecia, Italia y Portugal. En una cosa les ganamos: en confusión política. Aquí tenemos partidos y “colectivos” que no se sienten españoles, que quieren acabar con España. Somos así de originales.