«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Barcelona 1959. Escritor y periodista. Su último libro publicado es “PSC: Historia de una traición” (Deusto, 2020). Premio Ciutat de Barcelona año 2000 en Radio y Televisión.
Barcelona 1959. Escritor y periodista. Su último libro publicado es “PSC: Historia de una traición” (Deusto, 2020). Premio Ciutat de Barcelona año 2000 en Radio y Televisión.

Vigencia del Cid y de los infantes de Carrión

15 de junio de 2022

Mucho hemos de aprovechar de nuestros clásicos, pues en ellos encontramos una sabiduría que no por antigua es menos actual. En estos tiempos de tribulación es menester recordar el Cantar del Mío Cid, la crónica de un hombre sin tacha que, por defender la verdad y la justicia, fue capaz de enfrentarse no tan solo a los invasores de su patria o a los cortesanos viles, sino incluso a su mismo rey. Desterrado por Alfonso VI de León, al que Don Rodrigo Díaz de Vivar obligó a jurar que nada tuvo que ver con la muerte de su hermano Sancho II de Castilla, parte desterrado el Cid, apesadumbrado diciendo que el rey le ha airado “por malos mestureros”, a saber, por intrigantes. Llegará la vindicación del Campeador merced a su valor y a sus conquistas, y la villanía manifiesta de los infantes de Carrión, esos cortesanos envidiosos, cobardes y vejadores de las mismas hijas del de Vivar y morirá ganando batallas después de muerto. ¡Qué diferencia con los infames Carrión, que huyen ante un león así como en la batalla contra los musulmanes del rey Búcar, de Marruecos!

Su gesta tiene demasiados parecidos con la actualidad y es sabido que el cobarde jamás combate de frente, prefiriendo emboscarse para mejor apuñalar por la espalda

Aunque hayamos resumido mucho el Cantar, ¿acaso el lector no sabrá encontrar paralelismos con lo que sucede en nuestro país? ¿Es que no tenemos a gloriosos Campeadores que caen a diario víctimas de cobardes y vilipendiadores? ¿No existen sujetos capaces de vejar nación, corona, constitución y ley igual que los de Carrión hicieran con las hijas del Cid, maltratadas, ultrajadas y abandonadas a su suerte para que los lobos dieran cuenta de ellas? ¿Acaso no vemos en el panorama político a descendientes de esa estirpe de aduladores que solo saben moverse en los resbaladizos salones del poder para salir huyendo cuando toca enfrentarse a todo lo que pone en peligro nuestra existencia, nuestro modo de vida, nuestra libertad y nuestra honra? ¿Y no observamos con pesar como diariamente se destierra de lo público a cualquiera que ose enfrentarse a esa corte de miserables mediocridades, incapaces de pensar con altura de miras y generosidad en su patria y en su deber?

Viene todo esto a propósito de la enorme e inicua maniobra de ingeniería social que se pretende llevar a cabo con nuestros hijos alterando las materias escolares y trocando lo blanco en gris, lo gris en negro y prostituyendo lo más sagrado: la historia. Por ello, el Cid sigue siendo ejemplo y paradigma de honradez y valentía, así como los de Carrión lo son de maldad, traición y envidia.

Estoy seguro de que nada se enseñará, si es que no lo han suprimido hace tiempo, del Mío Cid en las aulas. Es lógico. Su gesta tiene demasiados parecidos con la actualidad y es sabido que el cobarde jamás combate de frente, prefiriendo emboscarse para mejor apuñalar por la espalda. Aunque sea a través de los libros y de la enseñanza que, como las hijas del Cid, tras ser ultrajadas, han sido abandonadas por los canallas para que sean pasto de las fieras salvajes. Todavía estamos a tiempo de salvar ambas cosas.

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