«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Rafael L. Bardají (Badajoz, 1959) es especialista en política internacional, seguridad y defensa. Asesor de tres ministros de Defensa y la OTAN, en la actualidad es director de la consultora World Wide Strategy.
Rafael L. Bardají (Badajoz, 1959) es especialista en política internacional, seguridad y defensa. Asesor de tres ministros de Defensa y la OTAN, en la actualidad es director de la consultora World Wide Strategy.

Vox y la complacencia

20 de enero de 2023

La complacencia siempre tiende a acabar mal en cualquier tipo de situaciones. En la guerra, como bien sabemos, trágicamente; en el amor, dramáticamente; y en política, cáusticamente. La Historia nos enseña que no hay escapatoria. Cuando alguien se cree invencible, se le descubre su talón de Aquiles; cuando uno se cree impune, se le encarcela por cargos menores, como a Al Capone; cuando las personas descuidan sus relaciones, acaban abandonados; y cuando un líder se cree que tiene detrás una fiel mayoría, se condena a desaparecer de la escena política. Ahí están los casos más recientes de Trump y Bolsonaro, pero ha habido muchos a lo largo de los años, de De Gaulle a Albert Rivera.

Vox, que surgió como la reacción natural al abandono de la llamada derecha española, esto es, el PP, de los valores de unidad de la patria frente al creciente asalto del independentismo catalán, pronto pasó a incorporar en su agenda la guerra cultural contra la izquierda porque era precisamente esa agenda la base del asalto a España, su Historia, sus tradiciones, sus valores y su forma de vida. Vox se convirtió en el mayor, y casi único, irritante de la izquierda. Y, en la medida en que no participaba de ningún gobierno, su posición en la oposición acentuó aún más la batalla cultural contra la izquierda. Con el excelente resultado que muchos temas considerados tabú pudieron abrirse a debate, desde las normas viogen a la cultura «woke», de las autonomías a la inmigración ilegal. No todo siempre ha salido bien. Por ejemplo, yo soy de los que creen que el debate entre Carla Toscano e Irene Montero a propósito de los limitados méritos de la ministra acabó reforzando la posición de esta última en un momento en el que su cabeza parecía pender de un hilo. Y es que en política tener razón no garantiza una victoria, ni siquiera táctica. La mayoría de mis amigos piensan lo contrario, pero ahí lo dejo.

Ser azote de las peligrosas tonterías de la izquierda está muy bien. Y desde la oposición no debe resultar complicado. Pero desde el poder de un Gobierno regional sale mucho mejor porque, además de ser vitriólico contra el adversario, se puede ser generoso con políticas positivas que los ciudadanos entiendan y se beneficien de ellas. Es lo que explica el enorme tirón electoral que tiene Ayuso en Madrid. No deja pasar un ataque de la izquierda sin contraatacar, pero gobierna para los madrileños.

En los años electorales se tiende a cometer muchos errores por falta de tiempo para reflexionar, por la necesidad de estar más presentes en los medios –y ya se sabe, cuanto más se habla, más se equivocan nuestros políticos–, por la necesidad de enfrentarse con dureza al adversario y, también, por tener que desmarcarse de los próximos. Puede que haya otras explicaciones más ocultas, pero este cúmulo de razones podría explicar el por qué de la negativa de Vox Madrid a apoyar los nuevos presupuestos de la Comunidad.

Sin meterme en el fondo de la cuestión, el anuncio de Gallardo y el sainete montado por el presidente de la Junta de Castilla y León (las reacciones del Gobierno y de la izquierda eran esperables) me lleva a pensar que en este año que hay autonómicas y generales Vox está oscilando entre ser el irritante de la izquierda y querer ser también el irritante de eso que mal se llama derecha pero que gira en torno al PP — en plena evolución de la derecha cobarde al centro mojigato–.

Y quisiera creer que las cosas se llevan a cabo por un motivo y con una estrategia racional. Si se trata de una cuestión de fondo en un asunto irrenunciable, bienvenida sea toda polémica. Pero si es una mera cuestión táctica electoralista, la única justificación posible es que el resultado acabe en una mejora del apoyo de los votantes a Vox y, por ende, en una mayor presencia en el Parlamento. Hoy por hoy, ninguna encuesta apunta a eso. Es verdad que las encuestas las cargas el diablo y hay que tomarlas con suma precaución, pero si es verdad que al final Vox se queda como está, en pleno proceso de destrucción de España, de nuestra economía, de la democracia y de la convivencia entre españoles, habrá que preguntarse el por qué.

Hay quien cree que la derecha tiene un techo sociológico en España y hay quien piensa que es el cómo se hacen las cosas lo que explica el pobre resultado electoral frente a las izquierdas y los independentismos. También hay quien está convencido de que con otra ley electoral cambiarían las tornas y el panorama político español. Pero para cambiar este último factor, hay que cambiar para bien los otros dos antes.

En una guerra no vence el más fuerte, sino que la pierde el más débil. Lo que se confronta son las vulnerabilidades, no las fortalezas. Por eso Sun Tzu podía afirmar que lo mejor para la victoria es dejar que el enemigo persista en sus errores siempre y cuando se corrijan los propios aceleradamente.

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