En medio de las renovadas tensiones en Medio Oriente, la archieparquía siria católica de Mosul (Irak) ha reafirmado su compromiso con la fe y la esperanza a través de la celebración del sacramento de la Primera Comunión en Qaraqosh, también conocida como Baghdeda. Más de 450 niños y niñas participaron en las ceremonias religiosas a lo largo del último mes, en distintas iglesias de esta histórica ciudad del norte de Irak.
El arzobispo Benedictus Hanno, líder espiritual de esta comunidad, destacó en sus homilías el papel central de las familias en la transmisión de la fe cristiana. “Cuando los padres caminan juntos en la fe, el hogar se convierte en una fortaleza capaz de resistir la maldad, la confusión y la decadencia moral”, señaló. Sus palabras subrayaron la importancia de la unidad espiritual como fundamento para una comunidad resiliente.
Durante una entrevista con ACI MENA, la agencia de noticias en árabe de EWTN, monseñor Hanno elogió la valentía de los cristianos de Qaraqosh, quienes, en agosto de 2014, fueron obligados a abandonar sus casas y pertenencias cuando las milicias del Estado Islámico tomaron la región de la llanura de Nínive. “Han sido perseguidos por su fe, y no hay gesto más honorable que mantenerse firme en las creencias, incluso cuando todo se pierde”, expresó el prelado.
Pese al éxodo masivo provocado por el conflicto, decenas de miles de cristianos han optado por regresar tras la liberación de Qaraqosh en 2017. Desde entonces, se han empeñado en reconstruir sus viviendas, restaurar los templos destruidos y reanudar la vida comunitaria en una tierra que consideran sagrada y heredada de sus antepasados. Actualmente, aunque la población cristiana ha descendido de 60.000 a cerca de 30.000 personas, Qaraqosh continúa siendo uno de los principales bastiones cristianos del país.
En 2021, la ciudad recibió la histórica visita del Papa Francisco, quien se reunió con los fieles en la catedral de la Inmaculada Concepción. Aquel gesto fue un poderoso símbolo de consuelo y cercanía para una comunidad que ha sufrido el dolor del exilio, la guerra y la pérdida, pero que se mantiene viva gracias a la fe de sus hijos y al coraje de sus mayores.
Monseñor Hanno concluyó su mensaje asegurando que ver a tantos niños recibiendo la Eucaristía es señal de que la Iglesia en Irak “no solo sobrevive, sino que florece”. Un testimonio esperanzador en medio de una región todavía marcada por la violencia y la inestabilidad.