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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Crítica: Big Eyes, el regreso amable de Tim Burton (7.5/10)

Hay algo tremendamente escalofriante y triste en la profundidad de los cientos de ojos grandes que observan desde los cuadros de Keane. En Big Eyes, Tim Burton se sumerge en ellos para explorar la vida de quien los pintó, Margaret Keane, la creadora a la sombra de su marido, quien se llevó todo el crédito por las pinturas que realizaba su mujer. Regresa el director de Charlie y la Fábrica de Chocolate o Eduardo Manostijeras en su forma menos «burtoniana» y, sin hacer uso de su característica estética gótica ni adentrarse en mundos fantásticos, construye con solidez un pequeño gran biopic con tantas capas de lectura como quiera ver el espectador, tan inverosímil como real.

Margaret Keane observa inexpresiva como sus cuadros, para ella unos hijos que reflejan la soledad y la desesperanza, pasan de la categoría de arte a la de kitsch en un parpadeo. Se venden más láminas a un dólar que originales, el ‘merchandising’ es la estrella del pasillo del supermercado y las mujeres se maquillan con ojos gigantes pero carentes de vida. Era una moda que la pintora inició con pasión encerrada en un estudio bajo llave, mientras su marido, Walter Keane, vendía los cuadros como suyos y prostituía su alma en una época en la que él la convenció sin dificultad de que el arte, si procedía de la mano de una mujer, carecía de valor

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Mucho se ha criticado a Tim Burton de haber olvidado para Big Eyes aquellos rasgos góticos, ojerosos y pálidos que han caracterizado a su cine. Sin embargo, el director está lejos de sentirse perdido. Su impronta está en los ojos de los cuadros, en las sonrisas de locura de Walter Keane, en la búsqueda de la identidad perdida del arte de Margaret entre la producción en masa. Y en esta reflexión es donde el director pone el punto y a parte a su propia trayectoria cinematográfica y, dejando de lado su costumbre de usar oscuridad para hablar de oscuridad, toma la arriesgada decisión de abrir las ventanas, respirar y dejar que entre la luz para explorar el alma torturada de Margaret Keane, interpretada por la magnífica Amy Adams. Sale así de su zona de “confort” y no hay ni rastro de Johnny Depp o Elena Bonham-Carter ni la tendencia a vivir en nuevos mundos de fantasía.

Big Eyes muestra a través de una mirada amable y colorida el sufrimiento de una mujer manipulada, llevada a la vida en la película por la frágil y acertada Amy Adams, y las mentiras que conducen a la locura al oportunista que se aprovecha de su talento, interpretado de forma sobresaliente por Christoph Waltz. El actor, que arranca haciendo un trabajo puramente correcto, sabe conducir a su personaje hasta la hilarante exageración pretendida regalando momentos de retorcida comicidad, de indignación y de escalofriante locura mientras unos niños con grandes ojos observan, inexpresivos, desde el lienzo.

De forma ligera, real y entretenida, Burton muestra compasión en su relato, se siente identificado e inclina la balanza para destacar el talento femenino de la década de los 50, reflexionando por el camino de forma elegante sobre las diferencias entre arte y kitsch sin dejar de lado su particular mensaje hacia la crítica y la masificación de las creaciones más personales.

Puntuación: 7,5/10 

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