«No tengo pruebas fehacientes de lo que digo, pero tampoco las tiene quien quiera desmentirme». Con esta afirmación comienza a hablar Francisco Segarra, autor de ‘Enriqueta Martí, la vampira de Barcelona’.
En esta entrevista, Francisco Segarra habla amargamente de su última novela, sobre Enriqueta Martí, la asesina en serie que causó una conmoción social en la Barcelona de principios del siglo XX.
Para comprar el libro: Enriqueta Martí, la vampira de Barcelona
Buenas tardes. ¿No le gusta su nueva novela?
No. Es muy dura, muy cruda. Tal vez innecesariamente cruel. Pero las cosas fueron así. Cataluña en general y Barcelona en particular vivían una época convulsa: anarquismo y nacionalismo emergían como respuestas desesperadas a unas desigualdades sociales absolutamente injustas, inhumanas. La burguesía catalana de aquellos años, como la inglesa o la francesa, era una clase esclavista y explotadora. El obrero era una miserable mercancía. Los niños trabajaban 14 y 16 horas diarias. Las mujeres vendían sus cuerpos por un mendrugo. Los ricos compraban su licencia militar y en el Rif morían los parias de los pueblos. Una mierda, ¿me explico?
Perfectamente.
No me gusta escribir sobre gente frívola que juega con la vida y la dignidad de los demás. Burgueses que, como hoy, hunden a la masa trabajadora con majaderías nacionales o con vicios aberrantes: el Raval, el Barrio Chino, proveía de carne de cañón a los Ferrer i Guardia y a los marqueses, unos para morir en las huelgas y otros para ser violados en orgías.
No siga.
Aquí entra Enriqueta, como prostituta y madame. Y proveedora de carne fresca a unos ricos que le pagaban la fiesta a Picasso y a los bohemios de Els Quatre Gats.
¿Picasso en este lío?
Picasso estaba en Barcelona en esa época. Vivía en París pero volvía de vez en cuando para ver a algún marchante, irse de putas y cobrar algo. «Las señoritas de Avignon» es un cuadro de ese período, un cuadro que Gaudí calificó de «repulsivo y diabólico».
¿Gaudí, también?
La muerte de Gaudí, como la de Enriqueta, es un misterio. ¿Un tipo conocido se pasa cuatro días en un hospital sin que nadie haga nada? ¿Usted se lo cree? Yo, no. Gaudí conocía a esa gente del vicio, a esos burgueses porque eran sus mecenas.
No siga, por el «spoiler», digo.
Ah, bien, bueno. No sufra. La sorpresa del lector será mayúscula. El caso de esta mujer está muy lejos de haberse resuelto.
Para comprar el libro: Enriqueta Martí, la vampira de Barcelona
Usted da nombres.
No tengo pruebas. Doy nombres especulativos. Es una novela.
«Hechos reales», dice la publicidad.
Y novela, añado. Son temas delicados. Novela. Y punto.
No se enfade.
Estoy cansado. Y, además, no quiero que se lea mucho, ¿sabe? No es un libro que recomendaría a mis hijos.
Pero lo leerán.
O no. Depende. Cuando puedan entender un poco, solo un poco, la miserable condición humana.
¿Habla de política?
Sí. Estaban como ahora. Pero con muertos. Lo de ahora es virtual. Entonces había tiros, palizas y gente que se jugaba la vida por sus ideales. Hoy, con unas semanas de cárcel, ya se rinden y gimotean. Los hombres de entonces, y las mujeres, eran más hombres y más mujeres. Sin feminismos ni tonterías de género, como ahora. Gente valiente, equivocada o no, decente o no, pobre o rica, pero valiente.
¿Algún consejo?
Sí. Déjelo ya. Adios, muchacho. Hasta otra. Y gracias, tómese algo a mi salud…
La Novela: Enriqueta Martí, la vampira de Barcelona
Mendiga de día y hechicera de noche. La protagonista de este expediente usaba la sangre, la grasa abdominal y el polvo de los huesos de los niños a los que mataba para fabricar ungüentos y pócimas que luego vendía a enfermos adinerados, desesperados por sanar enfermedades mortales como la tuberculosis.
Cuando los agentes detuvieron a Enriqueta Martí Ripollés a principios de 1912, quedaron horrorizados al descubrir, ocultado en las paredes, ropa infantil, calaveras de niños y frascos con sangre y grasa en conserva. Era el siniestro laboratorio de la curandera barcelonesa.
El autor
Francisco Segarra (Barcelona en 1958), se limita a poner negro sobre blanco las historias reales que le cuenta el agente jubilado Marco Liotto, del servicio especial italiano (NOCS); las que le contaba el coronel de boinas verdes del Ejército de los EE.UU, Claude Haribey; las de su abuelo, el brigada Martorell, de la brigadilla de la Guardia Civil; y las de su padre, agente de la unidad de investigación de FET. Está especializado en el “thriller” policíaco, político y religioso.
Ha publicado:
La Ambulancia (2004); Via Muerta (2010); El hombre que mató a Jesús (2012); El libro rojo de Intereconomía (2012); La columna del Coronel Pakez (2016).