La pasada semana el Parlamento Europeo aprobó una resolución en la que se establece que ‘la negación de los servicios de salud y de derechos sexuales y reproductivos, incluido el aborto seguro y legal, es una forma de violencia contra las mujeres y las niñas’
Que la Unión Europea es proclive al aborto y a la imposición de la ideología de género en el tejido social es una realidad que se antojaba difícilmente refutable ya hace tiempo. De ahora en adelante, no obstante, lo será aún más. No en vano, la pasada semana el Parlamento Europeo aprobó una resolución en la que se establece que ‘la negación de los servicios de salud y de derechos sexuales y reproductivos, incluido el aborto seguro y legal, es una forma de violencia contra las mujeres y las niñas’.
La resolución, que obtuvo 489 votos favorables, 114 en contra y 69 abstenciones, fue adoptada como medida de respaldo de la Unión Europea a la Convención de Estambul, el tratado del Consejo de Europa que tiene la presunta intención de ‘prevenir y combatir la violencia contra las mujeres y niñas’.
El hecho más desconcertante – incluso aún más que el propio texto de la resolución – es que la ya mentada y actual Convención de Estambul no hace referencia al aborto más que para constatar que el Consejo de Europa se opone ‘a la ejecución de un aborto sobre una mujer sin su informado consentimiento’. Algo que no ha sido óbice para que dos comités del Parlamento Europeo – el Comité de Libertades Civiles, Justicia y Asuntos Internos y el Comité de los Derechos de la Mujer e Igualdad de Género – presentaran una torticera condena de las leyes contra el aborto y una ilegítima equiparación de la ausencia de acceso legal al aborto y la violencia contra las mujeres.
Resulta interesante leer la abortista resolución íntegramente: ‘La negación de los servicios de salud y derechos sexuales y reproductivos, incluido el aborto seguro y legal, es una forma de violencia contra las mujeres y las niñas, reitera que las mujeres y las niñas deben tener control sobre sus cuerpos y sexualidades; y llama a los Estados miembros a que garanticen una educación integral en sexualidad, un acceso fácil de las mujeres a la planificación familiar y toda la gama de servicios de salud sexual y reproductiva, incluidos los métodos anticonceptivos modernos y el aborto seguro y legal’.
Revuelo en el Parlamento Europeo
El descaro de esta resolución provocó la indignación de algunos conspicuos eurodiputados. Entre ellos cabe destacar al parlamentario del UKIP Steven Woolfe, quien se levantó de su asiento como una exhalación y preguntó al equipo legal responsable del texto – de cariz manifiestamente abortista – si éste ‘puede convertir en una ofensa criminal cualquier expresión favorable a reducir el aborto’.
Más tarde, este mismo eurodiputado abundaba en su malestar a través de Facebook, red social desde que la que lanzó un contundente mensaje: ‘Imaginen un mundo en el que oponerse al aborto, por cualquier motivo, no fuese una cuestión de opinión que otros pueden detestar o aplaudir, sino en el que constituyese una ofensa criminal’.
Por su parte, el Movimiento Político Cristiano-Europeo alertó respecto a los riesgos de sumarse a la Convención de Estambul, que es legalmente vinculante: ‘Las instituciones europeas están valorando el acceso a la legalmente vinculante Convención de Estambul. Este instrumento del Consejo de Europa está diseñado para combatir la violencia doméstica y la violencia contra la mujer. No obstante, aun teniendo loables objetivos, es un defectuoso instrumento que contiene muchos programas indeseados que están menoscabando los fundamentos de la Unión Europea’.
Y tanto. A partir de hoy, ser contrario el aborto ya no constituirá una forma legítima de estar en el mundo, sino un verdadero crimen contra la mujer.