Entre las muchas culpas históricas que se le imputan al Catolicismo está el suponer éste un freno al progreso económico. Un estigma que contrastaría con la condición de dinamizador industrial que habría supuesto el Protestantismo para las sociedades a él acogidas. Es la tesis del muy influyente libro de Max Weber ‘La ética protestante y el espíritu del capitalismo’. Así, la nueva cosmovisión llegada con la Reforma habría supuesto el abandonado de los prejuicios que venía imponiendo Roma y que disuadían a los creyentes de generar riqueza.
La tesis, que a pesar de controvertida y largamente discutida ha hecho fortuna, ignora que países tan prósperos como Luxemburgo, Liechtenstein, Irlanda, Bélgica o Austria (excluyamos a la laica Francia) son de base Católica. Incluso regiones como el Norte de Italia o Baviera lo son.
Mas el relato se ha impuesto. Así, preguntada en una entrevista en La Gaceta la politóloga guatemalteca Gloria Álvarez si creía en una relación causa/efecto entre Catolicismo y retraso económico respondía así:
“El problema es que, por ejemplo en Guatemala, el relato católico hace virtud de la pobreza, te dicen que no hay nada de malo en ser pobre y que así ganarás el Reino de los Cielos. Y si un día llega una empresa minera o hidroeléctrica al pueblo, es siempre el cura del pueblo el que advierte de sus riesgos, de una supuesta contaminación, devastación de ríos y bosques… de manera que ellos mismos acaban impidiendo el progreso. (…) Y el fenómeno evangélico, por contra, te dice: Dios te quiere ver producir, trabajar. No tiene nada de malo ser productivo, no tiene nada de malo ser rico. Los pastores evangélicos han inyectado otro tipo de mentalidad”.
Atendiendo a semejante lectura no es extraño que hoy el 50% de los guatemaltecos se declaren evangélicos. Porque, amén de las bondades materiales que se derivarían necesariamente de profesar dicha Fe, al Protestantismo le adornarían otro tipo de virtudes morales. Verbigracia, su rechazo sin paliativos de la mentira, pecado muy grave y penado, por ejemplo, con la dimisión en el caso de los políticos. En la Europa y la América Católica, por contra, la mentira estaría a la orden del día y sería transversal en la sociedad, no constituyendo más que un simple pecado venial.
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Algo similar ocurriría, por ejemplo, con la propiedad privada, sagrada en los países de la Reforma y tenida por un privilegio de la Corona, la nobleza y Iglesia Católica en los países de la Contrarreforma, España muy particularmente, aún vinculados, siquiera inconscientemente, al Antiguo Régimen. Diferencias algunas de ellas que para muchos explicarían el mayor predicamento del comunismo en el sur de Europa e Hispanoamérica en comparación con el Occidente protestante.
Así, el prestigio del Protestantismo descansaría, además de en su vocación economicista/materialista, en una moralidad más estricta (y menos hipócrita) que la Católica.
Insiste Gloria Álvarez:
“El alcoholismo, por ejemplo, no está condenado por el Catolicismo. El evangélico sí lo condena porque resta productividad. El evangélico condena el alcohol, la fiesta y el desenfreno. Entonces, por cuestiones de conveniencia de calidad de vida, hoy ya la mitad de los guatemaltecos son evangélicos, que también influyen mucho en la cuestión moral, anticonceptivos y control natal. Por contra, en poblaciones indígenas (católicas) tienes a madres con seis hijos que piensan sinceramente que el niño viene con el pan debajo del brazo”.
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(Hooligans ingleses antes de un partido se su selección nacional)
El dinero como sinónimo de prestigio, la pobreza como sinónimo de debilidad
El éxito social, explican los partidarios de esta lectura, dejó de estar mal visto en los países protestantes y sus sociedades pudieron entregarse sin reparos a los negocios, al comercio o a la industria. Así, habría sido en los países protestantes donde empezó a desarrollarse la banca, las grandes redes de negocios e incluso -es la tesis de Weber- el propio capitalismo.
Los países de la órbita Católica, convencidos de que todo lo material es perecedero, inútil e incluso contraproducente en el momento de presentar cuentas a Dios, siguieron volcados en lo espiritual y en la formación humanística o artística. En estas sociedades, más que prestigio, la riqueza generaría rechazo moral; y a sensu contrario, la pobreza gozaría de respetabilidad y permanecería vinculada a valores positivos como la humildad o la sencillez.
Hooligans (de cultura protestante)
Atendiendo a esta tesis podría comprenderse la conducta de algunos seguidores de clubes de fútbol ingleses y holandeses, prestos a humillar a los mendigos de la Plaza Mayor cada vez que visitan la capital de España. Ocurrió en marzo de 2016 con los hinchas del PSV Eindhoven y así lo contaba la crónica de El País:
“Las jóvenes se acercaron a un grupo de seguidores que estaban en uno de esos veladores tomando cervezas. Les pidieron alguna moneda, como hacen habitualmente con otros turistas y visitantes de la ciudad. Los seguidores, en lugar de dárselas en la mano como se hace siempre, empezaron a lanzárselas al suelo, ante la mirada sorprendida de las personas que estaban por la zona. Conforme las jóvenes se agachaban para recoger las monedas, los cánticos y los abucheos de los hinchas iban en aumento”.
Los hooligans llegaron a ofrecer la limosna “a cambio de que bailasen o hiciesen flexiones”. Y según luego reveló un testigo, “llegaron a tirarles trozos de pan”. La situación llevó a intervenir a Miguel Ángel Rendón, un profesor gaditano de secundaria, de turismo en la capital: “Las estaban degradando, las deshumanizaban, las estaban tratando como animales”.
El profesor, tras enfrentarse con los aficionados holandeses, entregó una moneda en la mano a cada una de las mujeres. “Lo hice porque hay cosas que todo ser humano tiene que hacer”, confesaría al día siguiente a ABC.
La situación se repetiría a los pocos días en Barcelona, en esta ocasión con seguidores del Arsenal londinense. Los hinchas británicos humillaron a un mendigo con discapacidad física que, apoyado en una palmera, pedía limosna horas antes del partido de Champions League.
El caso de más reciente de desprecio a personas menesterosas se ha producido esta misma semana en Madrid. Seguidores ingleses del Leicester volvieron a protagonizar bochornosas imágenes en las que lanzaban céntimos a necesitados entre grandes risotadas.
Todos los medios de comunicación atribuyeron la actitud de británicos y holandeses, en este caso y en los anteriores, a la ingesta de “grandes cantidades de alcohol”. Sea o no este el motivo de semejantes conductas, lo cierto es que no ha ocurrido con los seguidores de otras nacionalidades. Y si bien a nadie sorprenden los casos de corrupción, engaño o episodios de picaresca en España, se hace difícil imaginar a seguidores españoles (o portugueses, o italianos) replicando este tipo de actitudes.