Rubens repinta obras suyas o ajenas por instinto de pintor –es voraz y caníbal, otra definición determinante sobre Rubens-.
El Museo del Prado nos presenta Rubens. Pintor de bocetos, una muestra que acaba de abrir sus puertas y que estará hasta el próximo 5 de agosto. Miguel Falomir, director de la pinacoteca, anunció que la muestra sirve de “anticipo” para la apertura, a finales de junio, de las nuevas salas de pintura flamenca.
Descubriremos la faceta del pintor como dibujante de bocetos y apreciaremos el proceso creativo que va desde los primeros dibujos realizados hasta su plasmación en tapices y otros soportes. Cómo se pinta una obra maestra. Permitirá a los especialistas y al público observar la forma de trabajar de Rubens, -“una auténtica fuerza de la naturaleza”, recuerdo que definió así al pintor, en una anterior presentación, Alejandro Vergara, jefe de conservación de pintura flamenca del Prado-, y seguir los cambios que realiza hasta “redactar la versión última del cuadro”. Todo un lujo contemplar el cuadro, pero ahora también su historia y las huellas que ha dejado desde su primera intervención. Bocetos para los que, como ya plasmó en una máxima de las suyas Ramón Gómez de la Serna, “somos lo acabado en lo inacabado y odiamos el artificio de lo muy logrado”. Ese ensayo, tanteo que Antonio Muñoz Molina explicaba como ese dibujo logrado para un artista “igual cabían las frases que anotaba con su letra imposible Juan Carlos Onetti, y que luego aparecían o desaparecían en el azar de los bolsillos, fragmentos de una melodía que iría a agregarse más tarde a la música sutil y dibujada de su literatura”. En la muestra del Prado encontraremos bocetos, pero también son cuadros. Tanto que, en algunos casos, es difícil distinguir entre el trabajo inicial y la pieza final porque, como la mayoría de los artistas, Rubens recurrió al dibujo para iniciar sus ideas. Rápido, sobre el papel, probando distintas composiciones.
Rubens innovador al óleo
Pero acabó yendo más allá. No hay que olvidar que la práctica de realizar bocetos al óleo, como parte de la preparación de un cuadro, se inició en Italia en el siglo XVI como herramienta para probar sus ideas. Sin embargo, lo hicieron en muy contadas ocasiones porque utilizaban sobre todo el dibujo para preparar sus obras. Basándose en estos precedentes, la innovadora aportación de Rubens consistió en ampliar ese proceso preparatorio incluyendo sistemáticamente imágenes pintadas al óleo y en soportes más duraderos que el papel: “Es cuadro hecho en preparación. Porque es un cuadro, es un dibujo pintado en un soporte permanente pintado al óleo”, es como define la invención del cuadro el comisario de la muestra. Cuadros, insiste, aunque inacabados. Cumpliendo diversas funciones, “son para enseñar al cliente, para él ir creando, pero también para enseñar a sus ayudantes en los casos en los que, por ejemplo, está haciendo el boceto de un tapiz, aunque no fuera jamás ‘tapicero’. Cumple, entonces, las tres funciones: al realizar un boceto grande para un marco de una iglesia, de un altar, para un arquitecto lo está haciendo también para otra persona, el público. Y, lo hace también para que de manera que lo está mostrando está cambiando de idea constantemente y va evolucionando esa primera creación; ahí las tres funciones del boceto, pues las tres se solapan en una misma obra”.
Rubens invita a mirar de cerca
Ese amago, ese ensayo que Muñoz Molina definía desde la mano, “al que el dibujante se acerca con cautela y cierta calma a su modelo, a su tema, a veces en línea recta, a veces dando un rodeo, con instinto y destreza de cazador. Cazador de caza menor, desde luego, porque el dibujo elude las piezas muy pesadas, la grosería de un empeño demasiado muscular”. El espectador que visite la muestra apreciará la transformación realizada al introducir nuevos personajes, colores, volúmenes y modificar de forma significativa los trazos y giros empleados, que demuestran la evolución del pensamiento del artista. Rubens llegó a hacer 500 bocetos a lo largo de su vida de los que 73 se reúnen ahora en esta exposición. Bocetos pintados directamente por Rubens que son una verdadera joya pictórica, que resplandece más al poder ser comparados con los correspondientes posteriores modelos de mayor tamaño, que “invita a admirar de cerca sus pinturas y qué historias nos cuenta” y que sorprenderá por “la cantidad de alma” que pone en sus trabajos, apuntó Vergara. A los fondos del Prado se suman piezas llegadas del Louvre, el Hermitage, la National Gallery o el Metropolitan de Nueva York junto a una selección de los conservados en el Prado y el Boijmans de Róterdam, que participa en la organización de la muestra. Obras sumamente variadas en forma y color, “hay varios bocetos que realiza para preparar estampas y ofrecérselas al grabador. En blanco y negro, que fuera de la oscuridad tiene tono más que color. Los hay plenos de color la mayoría y los hay de pincelada más cuidadosa, a los que seguramente les dedicaría mucho tiempo, y otros de pincelada suelta. Un boceto, pues, está terminado en el momento en el que cumple su función”, subrayó Vergara.
Bocetos que son puro pálpito vital
Rubens repinta obras suyas o ajenas por instinto de pintor –es voraz y caníbal, otra definición determinante sobre Rubens-. Cuadros menos terminados, menos pulidos que los cuadros finales. Algunos se exponen junto a los bocetos preparatorios, en total 20 dibujos, que ponen en contexto diferentes protagonistas de la muestra, “en uno de los apartados de la exposición veremos unas pequeñas líneas que hizo en respuesta a un contrato para los jesuitas de Amberes. Unos bocetos muy pequeños, unos 6-8 centímetros de alto, en los que se observa madera preparada para pintar unas pinceladas mínimas sin más. Mínimo, pequeño, hecho a lápiz sobre papel, pero hecho al óleo sobre madera. Tras esas mismas imágenes hace unas pinturas más grandes. Se observa que es un encargo que le cuesta. Son los primeros que pintará en un techo con perspectivas y luces extrañas. Ahí estamos ante varios bocetos muy interesantes”. Entre otras obras de la muestra, la serie de Aquiles. Hay que recordar que la serie de Aquiles se trata de un trabajo concebido para ser tejido como tapices, lo que comporta el diseño de unos bocetos, la posterior elaboración de modelos, cartones y por fin su ejecución textil. Además, la serie de la Eucaristía, conservada en el Prado y a la que se une un boceto procedente del Art Institute de Chicago a los que se añaden los bocetos para la Torre de la Parada. Obras que, subraya su comisario, permiten calificar a Rubens como el bocetista más importante de la historia del arte europeo, “importancia histórica porque es el primero que lo hace y el que más lo hace”. Goya hereda también esta tradición, “en la Real Academia de Bellas Artes, de Madrid, hay unos cuadros de Goya no muy acabados, de tamaño pequeño. Ese tipo de ejercicio, ese disfrute del artista de tamaño pequeño, con pincelada más suelta, eso es herencia de Rubens”. Finalmente, al contemplar el pequeño boceto de un retrato de Clara, la hija de Rubens y donde el maestro “va más allá de lo visible y lo que pinta es el amor por su hija” me acojo a una clarificadora definición del propio Vergara, “¿qué nos da Rubens hoy? Nos ofrece vida, puro pálpito vital”.