«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Entre ruinas y esperanzas: Una mirada actual a Kosovo.

 

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La cruz de la única iglesia en pie de la ciudad se alza sobre Prizren, de mayoría musulmana, a la vista de sus minaretes. Foto: R.G.L.

Queridos lectores,

Tras unos meses de parón literario a todas luces injustificado, vuelvo a la carga, poco a poco, reactivando la actividad en el blog:

Esta vez, antes de continuar por las selvas de Xilitla, Huasteca Potosina, México, quiero presentaros a mi buen amigo Rodri, que, movido por los sentimientos más generosos e inquietos de un aficionado a la fotografía y convencido de que todos podemos dejar un granito de arena en nuestro paso en la Tierra, ha vivido una experiencia inolvidable en Kosovo. Siria, Irak, Palestina, Sudán… todos los conflictos actuales son de sobra conocidos. De la mano de Rodrigo, vamos a ver, conocer, desde la visión de cooperante cómo se viven los post-conflictos no muy lejos de aquí, en nuestra querida y sufrida vieja Europa. Con una pequeña reseña, y unas cuantas fotos amateur, vamos a recorrer aquellas marginadas zonas del reciente Kosovo, tan castigado en los noventa, pobladas a día de hoy por serbios. 

 

Esperamos que os sea de vuestro interés y conozcáis un poquito más de una realidad candente, actual, olvidada, con personajes reales, vivos, como nosotros, con problemas ciertos, mucho mayores que los nuestros.

 

Nos veremos pronto atravesando los últimos coletazos de la Huasteca Potosina, el Hayedo de Tejera Negra y mucho contenido de España, y sobre España.

 

Gracias a todos por vuestras visitas,

 

Siempre vuestro,

 

Luis Poch

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Voluntarios de EFS reparten juguetes en la escuela local de Orovach. Foto: R.G.L.

Viaje a los enclaves serbios de Kosovo 

Lunes, 10 de junio de 1999. Tras casi tres meses de bombardeos de la OTAN, la guerra toca a su fin, pero comienza el éxodo para los miles de habitantes serbios de la provincia de Kosovo: Hoy en día apenas queda en este territorio un cuarto de la población serbia de la que había antes de la guerra. Vamos a aproximarnos a la historia de algunas de esas personas que renunciaron a abandonar su hogar y resisten en los enclaves aun existentes de la provincia, pequeñas islas cercadas por un océano feroz y hostil.

 

 

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           Dos instantáneas que reflejan esquinas, lugares del día a día en Kosovo. Foto: R.G.L.

Salimos en plena noche de Belgrado, y tras seis horas de viaje cruzamos la frontera por el norte, con las primeras luces del día. Recorremos rápido los primeros kilómetros y un hecho llama rápidamente mi atención: a pesar de encontrarnos ya en territorio kosovar, decenas de banderas serbias cuelgan de los balcones de las casas y ondean en mástiles a los lados de la carretera; también en los muros de las poblaciones que atravesamos se repiten pintadas contra la OTAN y reclamando la identidad serbia de Kosovo. Estamos en el conocido Kosovo del Norte, donde la mayoría de la población es de origen serbio y cuyas autoridades, coordinadas a través de la Asamblea Comunitaria de Kosovo y Metohija, no reconocen las estructuras políticas de Pristina, la capital de Kosovo.

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       Jóvenes albaneses posan para el fotógrafo. Foto: R.G.L.

La ciudad principal de esta zona es Kosovska Mitrovica, “el Belfast de los Balcanes”. Sus orígenes datan del siglo XV, y el río Ibar, que la atraviesa, ejerce de frontera natural entre Kosovo del Norte y  el resto de la provincia. El norte del río está poblado por habitantes de origen serbio, mientras que en la orilla sur únicamente encontramos albaneses, y empezamos a ver las primeras mezquitas. Estas dos realidades están unidas por el puente de Austerlitz, cerrado al tráfico y custodiado por el KFOR, las fuerzas de la OTAN destinadas en la región. Algunos carabineri destacados en el puente nos cuentan como, a pesar de la tensión siempre latente, la situación se ha ido tranquilizando durante los últimos años y son ya pocos los disturbios que se producen en los alrededores del puente – «vivo aquí mas tranquilo que en Nápoles», afirmaba con una sonrisa en la boca uno de los oficiales -.

 

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«Estas dos realidades están unidas por el puente de Austerlitz, cerrado al tráfico y custodiado por el KFOR, las fuerzas de la OTAN destinadas en la región.» Foto: R.G.L.

Dejamos Mitrovica atrás y ponemos rumbo al sur, donde se encuentran algunos de los enclaves serbios más aislados de Kosovo.

 

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Imagen de un cementerio de Mitrovica. Nótense las fechas de los nichos. Muchos murieron rondando los 25 años. Foto: R.G.L.

El paisaje es verde y rebosante de vegetación; a ambos lados de la carretera nos encontramos continuamente con casas aparentemente abandonadas, a medio construir. Más tarde nos explicarían que al huir la población serbia durante y después de la guerra, numerosos albaneses comenzaron a construir casas en las propiedades de estos serbios exiliados para posteriormente reclamarlas como propias.

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Jóvenes juegan al baloncesto en Mitrovica. Este deporte es muy popular en los Balcanes. Foto: R.G.L.

Orahovac. En esta pequeña ciudad situada en la zona oeste viven alrededor de 1.200 serbios, incluyendo a los habitantes del cercano pueblo Velika Hoča. En 1999 la población serbia era  casi 4 veces mayor, pero la mayoría de estos habitantes se vieron obligados a huir a Serbia y a otros países vecinos, ante la creciente oleada de violencia y represión.  «Hay momentos en los que se hace muy duro – explica Susanna Milicevic-, en los que nos sentimos completamente olvidados y abandonados; pero eso no nos hará desfallecer: esta es la tierra de nuestros padres y no la abandonaremos». Susanna es la directora del colegio que acoge a todos los niños serbios de la ciudad, situado en un antiguo supermercado. Después de la guerra muchos serbios fueron expulsados de sus casas y negocios y se agruparon en la parte alta de la ciudad, donde acondicionaron, dentro de sus limitadas posibilidades, este antiguo local comercial para poder continuar con la educación de los más pequeños.

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Muchas veces, el mejor periodismo es el testimonio que nos dejan los testigos de los hechos acaecidos en el pasado. Foto: R.G.L.

Miembros del KFOR patrullan la calle mientras, los niños aprenden sus lecciones diarias, juegan y ríen, ajenos a la tragedia y al sufrimiento que no hace tanto tiempo se vivió en esas mismas calles.

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Dos estampas del día a día en Kosovo. Foto: R.G.L.

La música Techno suena a todo volumen y te retumba en los oídos. Proviene de un local aparentemente vacío, pero abierto casi las 24 horas del día. A pocos metros de este local, se alza la última iglesia activa de Prizren.

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Cartel en la entrada de la Iglesia de Prizren, Kosovo. Foto: R.G.L.

Prizren es un municipio del sur de Kosovo, en las fronteras con Albania y la República de Macedonia. Casi 12.000 serbios vivían aquí antes de la guerra, pero tras las amenazas, las casas e iglesias quemadas y dinamitadas, son apenas 100 los serbios que todavía viven aquí.

 

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Dos generaciones, una esperanza. Imagen de la guardería de Orovach. En la otra fotografía, un anciano posa en Mitrovica. Foto: R.G.L.

Conocemos a Milica, Introvertida al principio, pero sonriente y bromista en cuanto cruzas un par de miradas con ella. Milicia tiene apenas 9 años, y es la única niña serbia de Prizren en edad escolar. Asiste a clase en la iglesia local, donde un antiguo maestro se ocupa de instruirla en las diferentes materias para completar su educación: es la única alumna de la clase, por lo que no tiene otros niños con los que jugar o hacer travesuras. Su cara se ilumina cuando le entregamos uno de los regalos que llevamos para ella: una guitarra con la que aprender a tocar y poder alcanzar su sueño de ser artista. Miro a Milica y no dejo de pensar en todas las pequeñas cosas que en los países más «desarrollados» no valoramos; cuantas riñas absurdas hemos tenido con amigos en el colegio, enfados y rabietas por no obtener el regalo que queríamos… y todo sin darnos cuenta de lo afortunados que éramos con solo poder asistir con normalidad a un colegio, o tener seres queridos que cuidasen de nosotros.

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Milicia acaba de recibir su regalo: Una guitarra. Milicia tiene apenas 9 años, y es la única niña serbia de Prizren en edad escolar. Foto: R.G.L.

 

El viaje culmina en el emblemático Gazimestán, uno de los principales símbolos de la identidad serbia. Aquí se erige una torre construida en 1953 en conmemoración de la batalla de Kosovo de 1389, en la que el principado serbio frenó la invasión del ejército otomano. Desde este lugar, el 28 de junio de 1989 Milosevic pronunció su emblemático discurso ante una audiencia de 1 millón de personas, en el marco de las celebraciones por el 600 aniversario de la batalla. Este discurso, empapado de un fuerte sentimiento nacionalista,  fue considerado premonitorio de las guerras que se sucederían en Yugoslavia en los años posteriores.

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La torre de Gazimestán: «Aquí se erige una torre construida en 1953 en conmemoración de la batalla de Kosovo de 1389, en la que el principado serbio frenó la invasión del ejército otomano.» Foto: R.G.L.

Nota: Este viaje se realizó enmarcado en la misión solidaria que realizan cada año en ese territorio las organizaciones de ayuda humanitaria European Solidarity Front for Kosovo y Solidarité identités. Para ver más fotos de la misión llevada a cabo este año: http://esfkosovo.org

 

                                                                        
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 Sala de profesores de un colegio de Kosovo. Foto: R.G.L.

*Rodrigo Gómez Lorente es licenciado en ADE Internacional por Villanueva (EBS) y trabaja en el Departamento de Marketing y Estrategia en una conocida multinacional automovilística. Gran amigo, fotógrafo amateur y un auténtico Royal-Enfieldero.

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Mi amigo Rodrigo Gómez Lorente, autor de éste artículo, fotógrafo amateur, recorriendo un antiguo tramo de ferrocarril minero entre Segovia y Valladolid.  Foto: L.P.G.

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