«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.

Un día muy Zemmour

9 de junio de 2023

Es conocida la reductio ad Hitlerum, la falacia por la que si a Hitler le gustaban los macarrones, el que los coma será nazi. Luego está la Ley de Godwin: a medida que una conversación en la red se alarga, las probabilidades de que salga Hitler a colación se aproximan a uno. Esto le pasó a Amparo Rubiales que estaba en Internet cuando llamó «nazi judío» a Bendodo. Se tiró en plancha sobre la ley. Con ella, Godwin perdió su cualidad asintótica: Rubiales no deja que las conversaciones tiendan a nada, las empieza directamente así: nazi.

Al hacerlo, dio lugar a una expresión, «nazi judío», que tenía una cualidad chisporroteante. Era tan inapropiada que ya saltaba al lado de lo cómico, como aquel personaje de Seinfeld, el nazi de la sopa. Nazi judío va más allá de la contradicción y los dos términos se anulan oximorónicamente pero a la vez se multiplican adquiriendo vida propia, dos trayectorias nefandas, una cosa asombrosa: es un insulto a la vez autoabortado y a la vez multiplicativo: groseramente ‘antifascista’ y a la vez antisemita. ¿Cómo de libre ha de sentirse alguien para decir algo así? Una asociación judía criticó el comentario por recordar que Bendodo era judío, así que Rubiales corrigió su tuit con otro: «Mis disculpas: Bendodo es un nazi».

Las críticas tertulianas a Rubiales llevaban otra crítica dentro. Le reprochaban que de algún modo estuviera reduciendo al absurdo la propia reducción ad hitlerum. Eso era mucho reducir. Llamar nazi a un judío es para dejar la política. Otra cosa es que no sea judío…

De todos modos, tampoco lo primero está tan claro; y si no, ahí está el caso de Eric Zemmour, que es judío pero como si no lo fuera (ha sido acusado de delito de odio). Ayer fue un día para pensar en él porque tras la dimisión de Rubiales llegó el ataque de Annecy, enunciado en la forma habitual: «Ataque con cuchillo», «un hombre con cuchillo»… No era un ataque islamista sino filoso. Terrorismo filoso. Era un sirio acuchillando bebés franceses en carrito. ¡Qué imagen demográfica! Esa imagen y la de la catedral francesa ardiendo resumen las cosas. La realidad a veces es muy populista… Ese intento de asesinato es lo que Zemmour llama «francocidio». Asesinato de franceses por serlo. Las cosas que dice Zemmour parecen tremendas hasta que se piensan un poco o se observa lo de Francia. Su función política es ser un inspirador, una influencia, como un diseñador parisino minúsculo y huraño que anticipa tendencias. Nadie se pone esos trajes, pero luego todos lo copiarán, aprovecharán su audacia, su atrevimiento. Los partidos incorporan sus propuestas y no sorprende que Los Republicanos del centroderecha ya estén pidiendo una votación en el parlamento para decidir el número de inmigrantes por año, que en todo caso tendrían que pasar examen de idioma, costumbre y civismo. La inmigración afecta a un país de un modo integral y es normal que se pida un referéndum al respecto. Es pasarla de hecho religioso a hecho político. La inmigración es, primero, un fenómeno redistributivo que no afecta a todos por igual; luego un hecho nacional definitivo. Zemmour va más allá y promete un ministerio de Remigración para ir devolviéndolos. «Refugiados, cierren al salir».

Muchos desearán decirle de todo, ultra, radical o incluso nazi. Pero estarían haciendo un Rubiales y además incumplirían una ley no escrita tan científica como la de Godwin: cuanto más antipática la Casandra, más razón acaba teniendo.

.
Fondo newsletter