Nacho Vigalondo (Cantabria, 1977) está sentado en la terraza de una céntrica cafetería madrileña en la que se respira cine, la esencia de su vida. Entre respuesta y respuesta, el actor y director echa una mirada a las salas del otro lado de la calle, unas de las muchas donde el día 4 de julio estrenará su nueva película, Open Windows, un arriesgado thriller con arquitecturas imposibles que se sumerge en el lado más oscuro de internet a través de las webcam de sus protagonistas, interpretados por Elijah Wood, Sasha Grey y Neil Maskell. Cuando se le pregunta si le asusta la recepción del público, Vigalondo sonríe. «Tendría poco sentido que me metiese en estos berenjenales y luego viviese atemorizado por las reacciones», asegura, riendo. «Estoy bastante divertido con la situación», admite de forma relajada, dispuesto a hablar con Gaceta.es sobre sus desafíos, sus temores, la situación de la cultura en España e, incluso, de su afición a los cómics.
-¿Por qué eligió construir la historia a través de las ventanas del ordenador?
-La propuesta que me hicieron fue que la película tuviera varios elementos de Internet en la pantalla, que se convirtiese de vez en cuando en un ordenador. Acepté la propuesta y, a cambio, quise que toda la película transcurriera en la pantalla del ordenador. La génesis no está dentro de mí, pero agradezco cualquier propuesta que haga forzar mis propios límites o que me ponga en una situación de estímulo constante. Soy muy fácil de aburrir y no hay forma más fácil de aburrirse que trabajando, así que necesito llevarme las cosas al límite para estar siempre entretenido.
-Lo ha tomado como un reto, entonces.
-Sí. Un reto y una necesidad. Es como los tiburones, que necesitan estar siempre moviendo la cola. Una película que se puede hacer sin mover la cola es… muy triste.
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-Se dice que Hollywood está inmersa en algo parecido a una crisis de ideas, basándose en los remakes, biografías, novelas… ¿Qué espacio queda para la innovación? ¿Se hace algo nuevo a través del guión, de la edición…?
-Está muy implantado en el lenguaje lo de la crisis de ideas. Realmente en Hollywood no hay una crisis de ideas, sino una crisis de confianza en esas ideas. No deja de haber guiones buenos ni grandes guionistas y creativos, pero hay miedo. Para mí, la forma de superar esta crisis empieza a la hora de confiar en películas que desafíen la norma. En cuanto Hollywood vea que las películas desafiantes tienen su público, no hay duda que les llegarán los grandes presupuestos.
-Si se puede preguntar, ¿cuál fue el presupuesto de Open Windows?
-Menos de tres millones. ¡Es curioso que la gente piense que esta ha sido mi película más cara! Open Windows es muy rara porque es como un mini blockbuster, como una película de Hollywood aunque no lo es, pero tampoco parece una película española… Es una película de ninguna parte.
-Y es su primera película rodada en inglés y con actores norteamericanos y británicos. ¿Hay alguna diferencia cuando rueda con actores españoles?
-Un buen actor lo es en cualquier idioma. Mi determinación por trabajar con Elijah tiene que ver con su calidad como actor y el prestigio que tiene, pero también sé el tipo de persona y de compañero que es. Trabajar con Elijah es como estar con un viejo amigo, con lo que me resulta complicado establecer diferencias entre él y otros actores con los que ya he trabajado antes. Lo más difícil es trabajar por la noche, a partir de una cierta hora. El lenguaje es lo primero que empieza a agotarse… y si mi nivel de inglés no es perfecto, a las cuatro de la mañana es una catástrofe. Hay un momento en el que tengo que hacer uso de mi capacidad para la mímica (risas).
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-¿Desde el principio había pensado en Elijah Wood para encarnar al protagonista de Open Windows?
-Sí, sí. Absolutamente. De hecho, viendo el papel se sabe que no me arriesgo porque estoy jugando con cosas que Elijah sé que hace fácilmente. Es un personaje que representa la inocencia y la torpeza pero, de repente, con un mínimo giro, se vuelve inquietante. Eso es algo que él ha hecho con facilidad en películas como Maniac o Sin City.
-La película es una reflexión sobre la seguridad y los peligros en Internet. ¿Le asusta personalmente la pérdida de privacidad en la red?
-A veces tengo ramalazos de miedo… de pánico, incluso, cuando recibo un aviso de que alguien ha intentado entrar en mi correo desde el otro lado del mundo. Pero creo que, como el resto de la sociedad, padezco el vicio de la despreocupación por la falta de privacidad. Soy de los que se preocupan cuando mi cuenta de correo me recomienda cosas en función de unos gustos que yo no he compartido con ninguna empresa y que, sin embargo, se ha visto legitimada a apropiarse de ellos.
-El anonimato nos da la confianza de la que ha hablado.
-Me preocupa el hecho de que todos tendamos a ser explotadores, un tema del que habla la película. Que sepamos que se ha cometido un crimen cuando alguien roba las fotos del teléfono, que sepamos que lo es cuando alguien filtra algún vídeo privado, pero que aún así acabemos juzgando a la víctima. Me preocupa aún más que todos seamos partícipes, que no lo lleguemos a calificar como crímenes.
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-La película llega en un momento en el que las autoridades intentan regular lo que se dice en las redes sociales. ¿Qué le parece?
-No me he visto en ningún problema de este tipo, pero me preocupa percibir un sesgo ideológico en el tipo de mensajes que se están censurando. Es peligroso porque no calma la situación, sino que la violenta aún más. Veo desde hace mucho tiempo amenazas vertidas por grupos neonazis y no he sabido que se haya aplicado ningún tipo de medida contra ellos.
-Se están produciendo agresiones desde todos los grupos radicales en general…
-He visto agresiones radicales desde todos los extremos, pero denuncio que sólo se esté aplicando la ley en un caso, cosa que no hace bien para calmar la situación. Yo pido que se aplique la ley en conjunto. Soy muy sensible a la agresión y no creo que Twitter sea el espacio más sano. Leí hace poco un artículo que explicaba por qué somos más agresivos en las redes sociales, incluso sin anonimato, y por qué no lo somos tanto por email. Yo tengo mis ‘trolls’ y mis ‘haters’ y sé que jamás me dirían esas cosas en persona o por email… Eso me hace pensar mucho sobre los juegos de estímulos en las redes sociales. Estoy totalmente en contra de la agresión o la burla cuando hay un fallecimiento, ahí lo tengo clarísimo.
-Volviendo al plano cinematográfico, ¿con qué muro se choca más a la hora de hacer una película?
-Los aspectos económicos son los más fáciles de discutir. Cuando doy charlas o clases a los alumnos, me gusta decir que el dinero es el menor de los problemas. El mayor problema debería ser la película, su diseño, el grado de honestidad con el que te dirijas al público o la capacidad de encontrar algo que no se haya hecho antes, lo cual no es nada fácil. Las cuestiones creativas son tan importantes que prefiero destacar la dificultad en torno a ellas que hablar de las cuestiones económicas. Gracias a Dios a día de hoy hay muchas formas de plantear la financiación.
¿Maltrata el Ministerio de Cultura al cine?
-Como cualquier actividad que genera trabajo, las subvenciones son necesarias para movilizar el dinero. No he visto jamás una película que se haga sólo con subvenciones, pero como estímulo sí que son necesarias. Lo cual no quita que hayamos tenido una tradición demasiado pertinente de productores que han hecho de las suyas a la hora de falsear números. No creo que las subvenciones deban desaparecer, como tampoco deben hacerlo en ningún sector, pero deberían ser bastante juiciosas. Y respecto al IVA, tengo claro que debería ser más próximo al de otros países.
-Ha quedado probado con el fenómeno de Ocho Apellidos Vascos que a la gente le gusta ir al cine y que no es necesario tener grandes presupuestos para arrastrar a los espectadores.
–Ocho Apellidos Vascos le ha dado al público lo que no han podido darle otras películas que vienen de fuera, que es la proximidad y el localismo. Es un cine que debería estar ahí, que nos cuente cosas que no nos dicen las multinacionales norteamericanas, y no me cabe duda de que habrá una tendencia a hacer un cine más local. Ahora se habla mucho del cine lowcost y creo que para mí la frontera está en los sueldos. A veces pensamos desde la ingenuidad que el presupuesto va para las explosiones, al lujo y a la orfebrería en pantalla, cuando en realidad basta ver los créditos finales para ver la cantidad de gente que participa.
– Si le dijeran que dispone de una cantidad de dinero enorme, al estilo Marvel, ¿qué tipo de película le gustaría dirigir?
-Tendría que empezar de cero porque, la verdad, pienso en barato. Tengo alrededor de catorce películas pensadas y todas son pequeñas, así que si me dijeran eso tendría que empezar de cero para explotarlo. O eso o meter explosiones aleatorias y a ver qué pasaba. Aún así, sería divertido rodar películas de personajes de Marvel o DC. Me encantaría hacerlo en un momento dado, pero claro, ¿cómo la hago? Me gusta mucho Dazzler, un personaje de Marvel, una superheroína cuyos superpoderes tenían que ver con la luz y lanzaba los rayos a partir de los rebotes de una bola de discoteca. Era un homenaje a la cultura disco.
-Sería interesante.
-Sería maravilloso, pero la publicación del tebeo fue un desastre porque la cultura disco había terminado. De niño llegué a leer algunos números y me quedé prendado de ella. De todas formas estoy convencido de que pronto tendremos nuestro propio superhéroe… Superlópez. Los superhéroes y lo localista se van a fundir en un personaje al que creo que todos amamos.
-¿Qué camino va a seguir a partir de ahora?
Siempre estoy leyendo guiones y novelas que me gustaría adaptar y me da un poco de miedo hablar de películas antes de que estén financiadas. Que pase como con esos directores que hablan de películas que luego no cuajan. No obstante, hay un guión de largometraje que me he preocupado de poner en marcha antes de empezar la promoción y espero que sea la siguiente película.