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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

La verdad sobre el ataque al convoy humanitario en Siria

 

El pasado ABR 15, un conductor suicida hacia estallar su furgoneta junto a un convoy de refugiados en al-Rashidin, un suburbio controlado por los Rebeldes al oeste de Aleppo. La mayoría de los muertos eran civiles de las localidades de al-Foua y Kefraya, además de algunos combatientes que los acompañaban. La respuesta de Damasco fue acusar a los islamistas del ataque, mientras que el portavoz de Ahrar al-Sham negó tal acusación. Sin embargo, la salida de los refugiados (también de los enclaves de Madhaya y Zabadani) que había sido pactada desde Qatar e Irán, tiene más implicaciones que la mera operación humanitaria, y no se puede descartar, según las informaciones de AICS, que Damasco este detrás de este ataque, al menos de su conocimiento.

Lo que se vivió en al-Rashidin no es sino el último capítulo de un largo proceso que tuvo como detonante un secuestro llevado a cabo dieciséis meses antes en el sur de Irak. En ese momento, 26 qataríes (algunos miembros de la Casa Real), fueron capturados por una milicia iraquí mientras disfrutaban de un viaje de caza en uno de sus parajes preferidos. Desde entonces, las negociaciones entre Qatar e Irán han sido constantes, intentando llegar a un acuerdo para la liberación de los secuestrados.

La base de la negociación, en la que las cuatro ciudades estarán incluidas, parte de 2015, cuando fuerzas de Hezbollah iniciaron una ofensiva para tomar la ciudad de Zabadani, la cual no tuvo éxito y provocó que la localidad cayese en un asedio total cercada por el grupo terrorista libanés. Esta situación obligó a establecer negociaciones entre los libaneses y el grupo islamista Jaish al-Fateh, o lo que es lo mismo, entre Irán y Qatar respectivamente. Cuando Jaish al-Fateh (que realmente era un conglomerado inconexo de pequeños grupos islamistas) despareció, primero Jabhat al-Nusra y posteriormente Tahrir al—Sham tomaron el control de las negociaciones.

De los acuerdos iniciales, que incluían zonas de exclusión aérea y el cese de hostilidades, se pasó a utilizar a las cuatro ciudades como moneda de cambio para los qataríes secuestrados.

Aunque para los islamistas, la posibilidad de que se llegase a un acuerdo en este punto era visto como una victoria, quien realmente será el mayor beneficiario es Irán. Las modificaciones que las negociaciones fueron sufriendo, especialmente cuando Qatar introdujo el asunto de los secuestrados, se culminaron con el acuerdo de salida de los habitantes de las cuatro ciudades, y el pago además de aproximadamente 200 millones de dólares. De esta manera, Hezbollah (Damasco en definitiva) retomaría el control de las localidades y los islamistas evitarían bajas, pudiendo reubicar tanto a los civiles como a los combatientes en otras ciudades. Con referencia al dinero pagado, esta se distribuiría entre todas las partes en conflicto, incluyendo a los rebeldes de Ahrar al-Sham que ocupan la parte norte de Aleppo. En definitiva, se buscaba contentar a todas las partes, y asegurar que nada pudiese interferir el acuerdo alcanzado. Para Qatar, lo más importante era recuperar a los secuestrados, y colateralmente la evacuación de los islamistas asediados; para Irán, que finalmente Hezbollah controlase las ciudades enunciadas (en particular las más cercanas a la frontera con Líbano) y con ello crear una buffer-zone que protegiese la línea fronteriza libano-siria. En medio, más de siete mil personas que, presentadas como beneficiarios de un acuerdo humanitario (y así retransmitido por los medios de comunicación internacionales), tan solo eran una moneda de cambio de poco valor.

Irán gana, Irak pierde

De toda esta operación, como se ha dicho con anterioridad, solo un bando gana y ese es Irán.

Además de los réditos estratégicos para Hezbollah, Teherán ha demostrado su capacidad para influir y controlar los entresijos de la crisis siria. De hecho, esta penetración encubierta de Irán no se circunscribe solo a Siria, sino también a Irak. La milicia que secuestró a los qataríes tenía relaciones con Irán (primer aspecto a tener en cuenta); los 26 cazadores capturados, que tenían permiso de las autoridades de Baghdad, eran considerados invitados de Irak; Hezbollah, además de las ciudades, consiguió una jugosa parte del rescate. En el lado opuesto, Baghdad fue incapaz de proteger a sus invitados; y una vez secuestrados tampoco encontró la manera de liberarlos. En palabras de Hashyar Zabari, antiguo Ministro de Asuntos Exteriores de Irak, la “liberación de los cazadores qataríes en Irak tras 16 meses en cautividad por una milicia pro-iraní, es travestir la soberanía de Irak”.

El siguiente punto que queda por analizar es quién lleva a cabo el atentado que acaba con la vida de decenas de refugiados que abandonaban al-Foua y Kefraya.

Atendiendo a los implicados en las negociaciones encubiertas del secuestro, y el beneficio económico que cada parte iba a recibir, se considera plausible descartar a todos ellos en cuanto a su implicación en el ataque suicida. Esto incluye a Hezbollah, Ahrar al-Sham y Tahrir al-Sham. Además, tampoco se valora posible la interferencia de Estado Islámico, básicamente por el análisis de las comunicaciones entre los diferentes grupos afiliados a la organización terrorista, y su reacción al ataque entre sus simpatizantes. Así pues, y más por reducción al absurdo que por análisis de Inteligencia, solo queda una facción en conflicto capaz de llevar a cabo el ataque o, cuanto menos, permitirlo por inacción: Damasco.

Desde AICS no se tienen pruebas suficientemente consistentes para concluir la relación de Damasco con el atentado, pero los indicios analizados, contextualizados en tiempo, y el proceder de casi todas las partes, en especial Hezbollah e Irán, inclinan la balanza especulativa hacia un conocimiento de las autoridades sirias del atentado antes de que éste se produjese.

Se considera como base del planteamiento especulativo, la necesidad de Damasco, es decir de Bashar al-Assad, de dejar su impronta en una operación de la cual ha sido apartado o no-incluido. El perfil psicológico del Presidente sirio, no podía dejar pasar la oportunidad de castigar, o permitir el castigo, de aquellos que no le dejaron agregar a la lista de conquistas las cuatro ciudades implicadas.

Después del bombardeo de Estados Unidos, y la posterior llamada al orden desde Moscú, al-Assad tenía su orgullo herido, algo que una persona como el Presidente sirio es incapaz de asumir.

La burbuja en la que vive al-Assad, blindada por rusos e iraníes, ha alimentado una personalidad arrogante hasta el extremo de sentirse inmune a las críticas internacionales y, erróneamente, considerarse el key-actor de la crisis que asola su país. Indudablemente, esta creencia solo existe en su imaginario, ya que la realidad es bastante diferente.

Con estos condicionantes, y teniendo en cuenta que momentos después del atentado se interceptó una comunicación entre dos estaciones de radio del régimen, en las que los corresponsales daban a entender que conocían del atentado y confirmaban su ejecución, se puede concluir, no sin ciertas reservas, que posiblemente desde Damasco se hubiese podido evitar la masacre y no se hizo.

Véase: Comunicaciones entre estaciones radio del régimen sobre atentado de Aleppo

En apoyo de esta conclusión, dos detalles significativos. El primero es la importancia que desde todos los bandos se dio al ataque y que, comparada con otras acciones similares en cuanto al número de víctimas, puede valorarse pobre. Más allá de la repercusión que tuvo internacionalmente, impulsada esta por la presencia de reporteros que pudieron transmitir las dantescas imágenes y además convertirse en improvisados socorristas de los heridos, las declaraciones de todos los grupos potencialmente implicados fueron escuetas cuando no inexistentes. Esta reacción choca de frente con la que se produjo tras el ataque químico de al-Assad.

El segundo detalle es la poca importancia que sobre el terreno se dio a la matanza, ya que horas después se reanudaban las evacuaciones y se pasaba página al atentado. Nadie tenía gran interés en profundizar en los hechos acaecidos.

Conclusión

En conclusión a este acontecimiento, vendido al mundo como un ataque a un convoy humanitario (técnicamente cierto) pero que en realidad éste solo era el eslabón más frágil de un operación mucho más delicada, lo que sobresale es que dos países, Irán y Qatar, son los que manejan los hilos de un conflicto que, muy posiblemente, podría minimizarse si ambos quisieran.

Que Qatar es un actor relevante entre los grupos islamistas, en particular en los que abrazan la bandera de al-Qaeda, es algo conocido. De hecho, el país árabe fue clave en las negociaciones que llevó a cabo España para liberar a los periodistas secuestrados en Siria. De la misma manera, la influencia de Irán, que cada vez es más importante, es algo irrefutable.

Pero lo más grave es que, en el caso iraní, esa influencia se extiende a Irak, punto fuerte del volcado de recursos occidentales en la región, y que deja al Gobierno de Baghdad en una situación muy discutible. Si Rusia es quien lidera el aspecto político del conflicto, y quien dirige las actuaciones de al-Assad (en términos generales), Irán es quien mueve las fichas del tablero de ajedrez, siendo capaz de poner de acuerdo a facciones enfrentadas y llegar a conseguir compromisos de enemigos frontales que acallen las armas.

Este hecho demuestra que Occidente debe asumir que ha perdido la influencia en la región. Esta derrota política, aún no irreversible, tiene su base en la postura inicial de no implicación en la crisis siria y, posteriormente, en la tibieza de la actuación cuando se decidió cambiar de estrategia.

El balance de fuerzas en la región puede darse por desaparecido, con la irrupción de Rusia que ya ha asentado tropas de manera permanente (Península de Latakia), y con las maniobras encubiertas de Irán para no perder el control del situación y mantener vivo el eje Teherán-Damasco-Beirut, manejando con gran habilidad los tiempos (bélicos) del conflicto.

Salvador Burguet

CEO AICS

 

Para más información puede visitar www.aics-sp.es

 

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