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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

La 'trama rusa' salva la imagen de España de la devastación total

El presidente ruso, Vladimir Putin

En la inane intervención que nos vendió el presidente del Gobierno, a media tarde de la bochornosa jornada del 1-O, Mariano Rajoy exhibió como un triunfo el apoyo sin fisuras de esa entelequia llamada ‘la comunidad internacional’.

Debimos haber sospechado que la declaración tenía el mismo grado de verdad que cuando nos dijo que la actuación del Gobierno en la crisis había sido «eficaz» o cuando nos aseguró que se había impedido la ley. O sea, muy poca.
La ONU, la institución protagonista del mayos escándalo de corrupción en volumen de toda la historia, ha exigido a nuestro Gobierno que investigue «exhaustiva e imparcialmente» la violencia asociada al referéndum y que se siente a negociar para resolver las diferencias con los secesionistas. Sugerimos a los observadores de la ONU que se den prisa en visitar a los dos únicos barceloneses ingresados como consecuencia de los choques con las fuerzas del orden -uno de ellos, por un infarto- porque si no han salido ya deben de estar a punto.
También ‘Bruselas’ introduce en su comunicado sobre el asunto esa adversativa que elimina toda la declaración previa sobre respetar los asuntos internos españoles y nos empuja también a la mesa de negociación, como si a don Mariano hubiera que sujetarle para que no tomara una decisión precipitada. Estamos seguros de que, llegado el momento, echará la tarde con Puigemont y/o Junqueras tan ricamente.
Rusia parece sonreírle a Puigdemont, e Israel le guiña un ojo con mayor descaro. Ambos países tienen sus propias razones para no ver con malos ojos la escisión. En el caso ruso es casi sacarse una espinita, la de Kosovo, cuya ‘autodeterminación’ de la Serbia tradicional aliada de Moscú se consiguió a bombazo limpio desde Washington. Ahora le toca a Occidente, podría decir Vladimir Vladimirovich.
Pero Putin es más pragmático que vengativo, y hay buenas razones para distraer por el flanco sudoeste del Mediterráneo mientras la OTAN -incluidas tropas españolas- le busca las cosquillas en su frontera noroeste. Si mañana Puigdemont declarara la independencia y Moscú se precipitara a reconocerla, el lío sería mayúsculo, aunque sea altamente improbable.
En cuanto a Israel, tener un fiel aliado en medio de todos esos países de la UE que se complacen una ocasión tras otra en conminarle a que negocie con los palestinos y condenar su ‘represión’ de los mismos no puede dejar de resultar tentador. De hecho, las únicas banderas nacionales que he podido ver estos días en Barcelona junto a la omnipresente estelada en manifestaciones secesionistas han sido, precisamente, banderas de Israel.
Pero en geopolítica rara vez se enseñan las cartas, y menos tan pronto, de modo que es más fiable tomarle la temperatura a la reacción mundial leyendo la prensa y viendo sus programas televisivos. Y ya les adelanto que el éxito de los secesionistas con los que influyen en la opinión pública mundial ha sido apabullante, absoluto, un España-Malta de la comunicación.
Desde la CNN, esa cadena que nos aseguró que Trump no tenía la menor posibilidad de ganar las elecciones pero que se ve en todos los aeropuertos, tachándonos de ser ‘la vergüenza de Europa’ hasta la BBC solazándose en las ‘escenas de violencia’ -ya saben, los chicos del Bloody Sunday-, la visión de la jugada que han dado los de Puigdemont ha sido virtualmente la única que se ha visto en el mundo.
Lo único que nos salva de la absoluta condena es, paradójicamente, Rusia. La oposición de Trump –es decir, los medios ‘de prestigio’– llevan desde el primer día tejiendo laboriosa una trama que se les deshilacha continuamente y que han tenido que reducir y reducir hasta la insignificancia: la ‘trama rusa’.
Según esta elaborada teoría de la conspiración, Trump no ganó las elecciones porque el pueblo norteamericano no quisiese a Hillary. ¿Quien podría no querer a Hillary? No. Lo que pasó es que Trump y Putin complotaron en algún oscuro rincón y acordaron… Bueno, no tienen muy claro qué acordaron ni qué ha ganado Putin con Trump en la Casa Blanca, pero el caso es que esta narrativa, además de aliviar el ego dañado de Clinton, servía para seguir azuzando a Trump. Y exigía, naturalmente, presentar a Rusia como siniestro enemigo existencial.
Por eso, el hecho de que, aparentemente, Rusia sonría al ‘nou estat d’Europa’ es un motivo para que diario tan prestigioso como The Washington Post, el papel de Jeff Bezos, titule: ‘Cataluña celebró un referéndum. Gano Rusia’.
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