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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

El fin de la cumbre de la UE da la razón a los soberanistas

Un acuerdo de mínimos muy mínimos que, si tienen un ganador, es Italia. Así ha sido la Cumbre.

La consigna era firmar un acuerdo, el que fuera, cualquier cosa antes de dar una imagen de desunión dentro de la UE en un asunto tan delicado como la inmigración. Y eso sí se ha conseguido. Un acuerdo de mínimos muy mínimos que, si tienen un ganador, es Italia.
Italia -dice su nuevo primer ministro, Giuseppe Conte- «ya no está sola» en su postura. De hecho, han sido los grandes países, los señores de la Unión Europea, los mismos que fomentaron, aplaudieron y facilitaron la inmigración masiva, los que han acercado posturas con los hasta ahora apestados antiinmigracionistas.
Conte ya había ganado la primera batalla antes de empezar, al vetar las conclusiones conjuntas de toda la agenda de la cumbre en Bruselas hasta que se atendieran sus exigencias. Esa misma semana había demostrado que el nuevo gobierno de coalición va totalmente en serio al rechazar varios barcos que pretendían desembarcar nuevos ‘refugiados’ subsaharianos en sus puertos.
El acuerdo alcanzado prevé la creación de «plataformas de desembarco» fuera del territorio comunitario, probablemente en el norte de África, para desincentivar a los subsaharianos a emprender tan arriesgado y costoso viaje rumbo a Europa. También permite a los países establecer centros de procesado de solicitudes para distinguir entre verdaderos refugiados e inmigrantes económicos.
Un objetivo accesorio, pero no menor, de la cumbre era dar una salida al endiablado dilema de Angela Merkel, que tiene que ponerse dura en el asunto de la llegada de más inmigrantes a Alemania a riesgo de perder el apoyo de su socio de toda la vida, la CSU bávara, y perder así la cancillería. En este sentido, los socios comunitarios se comprometieron vagamente a detener a los inmigrantes ya registrados en Italia y otros países que tuvieran intención de seguir viaje hasta Alemania.
Más servil, como corresponde a un gobernante en posición tan débil, nuestro presidente del Gobierno accedió a aceptar en España en un número no determinado de inmigrantes subsaharianos ya en Alemania.
En suma, el debate ha cambiado radicalmente de orientación; del ingenuo ‘Welcome Refugees’ y el ‘pagarán nuestras pensiones’ se ha pasado al reconocimiento realista de que los países europeos no tienen capacidad para absorber una cantidad tan alta de inmigrantes de culturas tan alejadas en tan poco tiempo, y, sobre todo, que sus poblaciones -electores, al fin- no sienten la menor inclinación por seguir consintiéndolo.
Se impone un frenazo, un intento por contener la marea, exactamente la postura por la que los países de Visegrado han sido acosados, difamados y amenazados
¿Significa esto que la cumbre ha sido un éxito, que se ha alcanzando un acuerdo estable? Mi apuesta personal es que no, en absoluto. Se ha aclarado un poco el panorama y se han salvado los muebles con un compromiso presentable ante las cámaras. Pero las diferencias siguen siendo abismales, el panorama político es un polvorín y el reto demográfico hará que la crisis vuelva a estallar -y a poner en peligro la Unión Europea- más pronto que tarde.
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