«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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El otrora juez "ícono" de la lucha anticorrupción en España se prestó a defender al testaferro chavista

Sobre la extradición de Alex Saab tiene mucho que explicar su abogado, Baltasar Garzón

Baltasar Garzón

Durante más de una década el hoy reo de la justicia de los EEUU, Alex Saab, natural de Barranquilla, Colombia y supuesto empresario, estuvo trabajando al servicio del régimen criminal chavista. Desde antes de la muerte de Chávez, participó de buena gana en entramados criminales donde el dinero venezolano se iba por el desaguadero de la corrupción, permitida por el régimen venezolano, por el gobierno del cómplice Juan Manuel Santos y por el sistema financiero internacional, que dejó hacer y colaboró en cuanto pudo.

En todo ese tiempo, Saab viajó por el mundo ostentando y derrochando. Comprando conciencias y cooperando además en el colosal mecanismo iraní para esquivar las sanciones impuestas al régimen de los Ayatolás. Y he aquí donde llegamos al llegadero, pues hablamos de un síntoma importante que al menos a mí me permite afirmar que no hay salvación en el socialismo: su fase terminal, máxima y superior siempre es el crimen.

La participación iraní en las tramas de financiamiento a proyectos anti occidentales es conocida en España, en Venezuela y sobre todo en EEUU. Gracias a esa trama de apoyos mutuos, el régimen criminal iraní se ha apalancado en el régimen criminal chavista para trasegar dinero de actividades ilícitas y a cambio ha dado estructuras y material suficiente para convertir a Venezuela en una amenaza regional real.

La presencia de combatientes y operadores financieros del terrorismo iraní han sido acreditadas por distintas fuentes y voceros, y han sido estas vinculaciones las que han puesto al chavismo en la mira ya no solo de la DEA, sino del propio Pentágono y organismos de inteligencia relacionados con la lucha contra el terror islámico de factura persa.

¿De qué estamos hablando? Hablamos de la caída de un delincuente de gran importancia, por la información que posee y que obviamente estará dispuesto a entregar a las autoridades del país que lo tiene ahora tras las rejas. Es obvio que todo delincuente de este nivel, involucrado en delitos financieros, tiene un importante estímulo para llegar a la colaboración.

Para eso es el sistema de justicia de ese país, cuando se trata de estos casos: condena severa de más de cien años para quien sea hallado culpable, condena menor a cincuenta años para quien se declare culpable, condena menor a veinte años para quien además decida colaborar y ofrecer toda la información que posee para capturar o derribar o perseguir o confiscar a quienes hayan sido sus cómplices, auspiciadores y relacionados.

En algunos casos, incluso, podemos ver a más de un personaje sirviendo de “asesor” para investigar otros casos no relacionados, aportando su experiencia criminal en la labor policial y judicial. Todo para lograr una rebaja de condena y un “perdón” sobre alguno de sus activos. Para que, transcurridos quince o diez años, se le permita salir bajo palabra de la cárcel, a vivir en una casa que le deje la requisa y con algunos miles de dólares que le permita vivir aunque sea con estrecheces, mientras se pasea por ahí con un grillete electrónico.

Lo interesante, después de decirles todo esto, es que el abogado del personaje que hemos descrito es un español: Baltasar Garzón.

Una derrota para analizar

Quienes hemos seguido el caso de Alex Saab desde que fue capturado en Cabo Verde en una escala técnica que hacía mientras volaba a alguno de sus destinos de “negocios”, nos hemos llevado varias sorpresas, de principio a fin.

La primera sorpresa fue ver preso al sujeto, pues lo creíamos inalcanzable, invencible. Quizás, él también se creía invencible. Quizás fue esa la razón que lo llevó a despreciar el detalle de un toque técnico insulso para reabastecer combustible en su ruta, en un destino exótico y anodino a la vez para alguien que siente en sus maletines con fajos de dólares el peso del poder absoluto.

La segunda sorpresa fue ver el despliegue que hizo el régimen criminal chavista para, sin pudor alguno, hacer pasar al testaferro de sus intereses primero como venezolano y luego como diplomático. Venezolano sería si hubiese nacido en el territorio de Venezuela, o si fuese hijo de venezolanos o casado con venezolana, o si se hubiese residenciado legalmente en el país por el tiempo que determina la ley para optar a la nacionalidad.

Nada de eso ocurrió. Se le “nacionalizó” ilegalmente por interés del régimen en dotarlo de un disfraz que permitiera su actuación impune. Y se le otorgó un pasaporte diplomático para eximirlo de la taquilla para los humildes mortales, cada vez que hiciera un viaje de negocios oscuros.

La tercera sorpresa fue ver a Baltasar Garzón, otrora ícono forzado de la lucha anti corrupción, anti terrorista y anti cualquier cosa que diera titulares y despliegue mediático. Sin asco y sin pudor, el juez prevaricador bailó al son del chavismo aceptando defender a uno de los más grandes delincuentes que hayamos visto formarse en las cañerías del socialismo corrupto y corruptor.

Aceptar su defensa no es un detalle casual en la hoja curricular de cualquier abogado. No se trata de un delincuente cualquiera con derecho a tener un abogado, como una persona común. Ni se trata de aceptar un caso como lo aceptaría cualquier abogado acostumbrado a defender a los peores en su oficio de penalista.

Nada de eso. Cuando Garzón acepta el caso, lo hace por mandato y no por rigor profesional. Defender a Alex Saab fue una orden del régimen chavista a toda su militancia: millones fueron destinados a su defensa judicial y mediática, campañas en redes sociales y medios de comunicación, posicionamiento de un supuesto “secuestro” del delincuente y blanqueamiento de su imagen colocándolo como “empresario” y “diplomático”.

Se pagó su defensa en carteles, en paredes con grafitti y en documentales. Con la tradicional usanza de la maquinaria de propaganda y desinformación rusa intentaron convertir a Saab en un nuevo Snowden o Assange. Quisieron llevar a un agente criminal completamente limpio ante la opinión pública.

No se logró. Pero lo que sí se logró fue fichar a Garzón como defensor y eso es bastante. Es notable.

Tanto, que no debe ignorarse las implicaciones. Estamos hablando de que el defensor de uno de los peores criminales del chavismo en tiempos recientes, ha sido defendido por un español que, además, es la actual pareja de la Fiscal General del Estado. No es poca cosa. Y alguien debería hacer preguntas.

Porque a los derrotados, en todas partes, se les hacen preguntas sobre su derrota.

¿Quién lo contrató? ¿Cuánto cobró? ¿Cómo llega a defender el caso? ¿A través de quién fue contactado para defender al reo? ¿Quién le pagó y de qué manera? ¿Está al tanto su pareja de los intríngulis del caso? ¿Hay alguna acción criminal cometida en España por el defendido de Garzón que haya sido ocultada por el letrado? ¿Se ha abstenido la Fiscal General del Estado de actuar contra Saab ante algún delito cometido en territorio español? ¿Constituye delito el haber recibido algún pago del sistema criminal chavista para defender a uno de los suyos?

La extradición del cliente de Garzón es un hilo que parece corto, pero que si se hala de la manera correcta, podría significar muchísimo. Podría ayudarnos a entender que la vinculación de la organización criminal que es el Socialismo del Siglo XXI y de su sucursal española, es más profunda de lo que se cree y es, además, trasnacional.

No es un eje Caracas-Madrid. Es algo mucho peor, que sobrevuela Moscú, recala en Minsk, hace trasbordo en Teherán y descarga maletas en Barajas con destino Andorra, Suiza, Jersey, Panamá, Islas Vírgenes, etc.

Todo eso lo sabremos. La película no termina con la extradición del cliente de Garzón. Es evidente que apenas comienza.

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