El objetivo estratégico del gobierno mexicano al ofrecer asilo al fundador de Wikileaks, Julian Assange, es poder contar con un activo político en casa que es enemigo del deep state de Estados Unidos, el mismo que atrapó al General Cienfuegos sin avisar nada a México y que hizo enfurecer a la élite militar nacional, a la que AMLO necesita tanto para cimentar su proyecto transexenal.
Assange, australiano nacionalizado ecuatoriano, es ante todo, dueño de vastos arcana imperii –secretos de Estado-. Conocedor de acciones cuestionables por parte de instituciones del gobierno norteamericano, posee información comprometedora militar y diplomática por la que no pocos quieren verlo preso de por vida, o incluso muerto.
Mucha de esa información está relacionada con la era de Barack Obama, cuando Joe Biden fue vicepresidente (2009-2017) y Hillary Clinton Secretaria de Estado (2009-2013). Todos del partido Demócrata y del mismo grupo político globalista.
Se trata de miles de documentos clasificados relacionados con las guerras de Estados Unidos en Irak y Afganistán, en las que murieron civiles durante 2010 y 2011. Pero no sólo eso, también 30 mil 322 correos electrónicos de Hillary Clinton como secretaria de Estado, que sin duda afectaron su campaña a la presidencia, en 2016.
Argumentando problemas de salud del detenido, una jueza británica rechazó este lunes 14 la extradición de Assange solicitada por Estados Unidos para ser procesado por cargos de espionaje. Enfrentaría hasta 175 años de prisión.
Sólo unas horas más tarde, en el marco del “Día internacional del periodista”, López Obrador ofreció asilo político a Julian Assange. Dio instrucciones al canciller Marcelo Ebrard de iniciar los trámites necesarios ante el gobierno de la Gran Bretaña.
Interesante que AMLO “celebre” la supuesta protección de Inglaterra a Assange, al no autorizar su extradición a Estados Unidos. Lo consideró un triunfo de la justicia.
Dijo el tabasqueño que el detenido, en tanto periodista, merece una oportunidad y el indulto. Quiere que quede en libertad y traerlo a México, donde le ofrece asilo político.
AMLO busca proteger al activista Assange, un periodista polémico y crítico, pero todos los días ataca a la prensa crítica mexicana desde sus conferencias mañaneras. Llama incluso al diario Reforma “pasquín inmundo”, y señala con nombres y apellidos a sus opositores, colocándolos en situación de vulnerabilidad al normalizar el acoso.
Debería mejor empezar por respetar a los periodistas de casa, y garantizar sus derechos humanos, iniciando por la seguridad, la paz, y la libertad de expresión y de opinión.
Así que antes que buscar cubrirle la espalda a periodistas que son adversarios de sus adversarios, AMLO debería sanear el ambiente nacional que ha enrarecido con tanto ahínco.
No olvidemos, además, que México es considerado como el país más letal en el hemisferio occidental para ejercer el periodismo, y en 2020 registró 4 periodistas asesinados.
AMLO no es tampoco muy amante de la transparencia.
El presidente quiere desaparecer el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de datos personales (INAI), porque según él sólo sirve para simular el combate a la corrupción. Pero en realidad –dice- sus directivos son “floreros”, se dan la gran vida y cuesta millones mantenerlos.
Assange creó Wikileaks en 2006. En 2010 revela documentos clasificados que exhiben corrupción y violaciones a los Derechos Humanos por parte de Estados Unidos y sus aliados en Europa.
Estuvo refugiado en la embajada de Ecuador en Inglaterra desde 2012, cobijado por el entonces presidente de ese país sudamericano, Rafael Correa, un izquierdoso cercano a Hugo Chávez y su socialismo trash.
En 2019 el asilo es rescindido y en abril el australiano queda en manos de la justicia inglesa.
AMLO había apostado por la reelección de Trump. Algo innegable, ya que viajó a EU el 7 de julio cuando el neoyorkino estaba en plena campaña, lo cual fue percibido como apoyo.
Luego de rehusarse a felicitar a Biden en tanto no fuese declarado oficialmente presidente electo por el Colegio Electoral, AMLO le envió finalmente el 14 de diciembre una no muy cordial carta de “felicitación” por su nombramiento, en la que acentuó la necesidad de que se respete la soberanía nacional mexicana.
Eso fue una toma de distancia frente al globalismo impulsado por la agenda de Biden –al que finalmente se verá sometido– pero también es una queja no explícita ante las acciones injerencistas de la DEA y otras agencias, y por no compartir información con autoridades mexicanas.
El 19 de diciembre, Biden y AMLO hablaron por teléfono. Con esta llamada, la relación entre ambos parecía encarrilarse dentro de la institucionalidad.
Sin embargo, pedir un indulto para Assange –uno de los principales enemigos públicos de Estados Unidos– e incluso ofrecer hospedarlo, vuelve a comprometer la cordialidad entre AMLO y Biden. No había necesidad de esto. Lo interpreto como un respaldo a Trump.
Un punto muy inquietante es que AMLO haya dicho también que el asilo en la tradición mexicana, según él, implica la protección gubernamental, pero al mismo tiempo, cuidar que el asilado no intervenga en asuntos políticos de ningún país.
Es decir, de acuerdo con su peculiar lectura, el asilo es el fin de los derechos humanos, de la libertad de expresión. Una cárcel más.
Además, el proceso de asilo no es tan simple cuando se trata de Assange. Nada asegura que se concrete.
Por ahora, el ofrecimiento de asilo no puede verse sino como la distracción de la atención pública que busca AMLO, ante el fracaso en el proceso de vacunación, que además de ir lento, fue suspendido durante el 31 de diciembre y el 1º de enero de 2020.
Y esto, además del divagante comportamiento de Hugo López-Gatell, el “zar anti covid-19”, quien fue fotografiado sin cubrebocas en un avión, y luego departiendo en la playa, con más personas, sin esa protección.