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CONDICIONA LA APLICACIÓN DE LAS VACUNAS

Arce cumple 150 días en el Gobierno culpando al ‘capitalismo’ de su crisis económica

El presidente de Bolivia, Luis Arce Catacora. EUROPA PRESS

Luis Arce Catacora cumple 150 días en el gobierno, y así como recibió duras críticas cuando, al cumplir 60 días de gobierno a mediados de enero, pidió a la población “aguantar y resistir el coronavirus”, hoy recibe las mismas críticas por su gestión de la crisis económica y sanitaria. 

Aquello que posiblemente marca un nuevo hito en su gobierno, es el evento realizado en Tarija el pasado miércoles con motivo del cierre de campaña de Álvaro Ruiz, candidato en segunda vuelta al Gobierno de aquel departamento, donde afirmó que “en el tema de la salud hemos mandado vacunas para el pueblo, para los médicos, no para las familias de los ricos, no para la oligarquía tarijeña”.

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Igualmente, el ministro de Salud, Jeyson Auza, en un discurso durante un acto en La Paz por el Día Mundial de la Salud, denunció que “debemos denunciar al mundo el genocidio disimulado que impone sobre nuestros pueblos el capitalismo inverecundo”.  Y además agregó: “¿Cómo es posible que menos de diez países desarrollados hayan acumulado más del 80% de las vacunas? Este es el mayor examen moral que la humanidad está rindiendo y nos estamos aplazando. Es una estupidez, con las disculpas del caso, hacer esfuerzos aislados como países y no como humanidad”.

Lo cierto es que, en cinco meses de gobierno, el Movimiento al Socialismo (MAS) ha recibido 948.000 dosis para aproximadamente 12 millones de habitantes, y de acuerdo con Our World in Data, ha vacunado apenas al 2,11% de su población. De esta manera, los argumentos de Auza serían irrebatibles si acaso todos los países estuvieran atravesando el mismo problema. Sin embargo, resulta que, sin ir demasiado lejos mencionando a Israel, que ha vacunado a más del 60% de su población, Chile ha vacunado ya al 37,37% de su población, Uruguay al 22,97% y Panamá al 10,59%. 

Es decir, ¿qué capacidad tendría alguno de estos países para monopolizar nada a nivel global y que Bolivia no podría impedir al mismo tiempo? Más aún, ¿acaso es que a falta de capitalismo Bolivia no puede encarar la crisis de la pandemia del Covid-19?

En todo caso, y a juzgar por la capacidad de adquirir vacunas y aplicarlas, Bolivia se parece mucho más a un país como Venezuela, que no precisamente presume de ser capitalista, y que ha vacunado apenas al 0,34% de su población con vacunas que no ha sido capaz de producir por sí misma, ni mucho menos conseguir debido a que las pretende intercambiar por petróleo, nada menos.

Además, el viceministro de Comercio Exterior, Benjamín Blanco, acaba de afirmar que Bolivia presentará una queja formal ante la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) denunciando el monopolio de vacunas contra el Covid-19 a escala mundial.

Pero volviendo a la crisis concreta de Bolivia, que no sólo alcanza al ámbito sanitario, sino al económico y democrático, hay quienes afirman que los discursos tanto de Arce como de Auza surgen ante una gestión muy deficiente en todo ámbito, con el objetivo de provocar polémica y polarización social.

Por ejemplo, la editorial del diario El Deber, ha afirmado que “en 15 meses de pandemia jamás se escuchó que un mandatario de ninguna latitud de los cinco continentes utilice la pandemia o la vacuna para profundizar las diferencias entre los ciudadanos de su país, y mucho menos condicione la entrega de la inyección para unos y a otros se les castigue privándoles de la inmunidad”. Desde luego que tiene razón. Sin embargo, la radicalización del discurso de Arce tal vez responde a un problema más profundo en su gobierno y su partido, y que -con seguridad- se extenderá en el tiempo. 

Sucede que el propio MAS no encuentra la manera de desvincular su imagen de la de Evo Morales, quien habría sido el primer presidente indígena de Bolivia, pero que ya no gobierna -al menos no formalmente-, y que ha sido el principal causante de la crisis por la que atraviesa Bolivia al menos desde octubre de 2003, cuando Gonzalo Sánchez de Lozada fue derrocado.

En este sentido, dado que el socialismo no funciona sin dialéctica ni dicotomías que justifiquen su radicalismo, y así como los movimientos feministas radicales de hoy identifican al hombre como un enemigo a someter, o así como los movimientos de Black Lives Matter o Antifa generan una división racial mucho mayor a la que muy probablemente existe en EEUU, hoy al MAS le está costando mucho mantener la imagen de ser un movimiento político de reivindicación indigenista en Bolivia.

Por eso, y al menos por el momento, Arce y el MAS se concentran en transmitir un mensaje que busca reivindicar (más bien dividir) a los pobres frente a los ricos -de hecho, el nuevo Impuesto a las Grandes Fortunas reafirma esta idea-, y sobre el que probablemente no están seguros aún de que vaya a calar muy profundo en la población. 

Entretanto, el objetivo seguirá siendo instrumentalizar a determinado grupo de la población y según las circunstancias, en base a su aspecto físico, su edad, su apellido u origen ético, y ahora en base el tamaño de su patrimonio, para seguir acumulando el poder. Es decir, tan perverso como poco sorpresivo como desde el propio nacimiento del MAS en 1997.

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