«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
En el Discurso sobre el Estado de la Unión

Biden solo ‘toma nota’ de la inflación récord que sufre EEUU y muestra su voluntad de elevar el impuesto de sociedades

Joe Biden, el presidente de Estados Unidos
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden. Europa Press

El pasado martes, Joe Biden pronunció su primer Discurso sobre el Estado de la Unión en el Capitolio de los Estados Unidos. El acto institucional más destacado del curso político equivale en lo formal al Debate sobre el Estado de la Nación español. En cambio, lo que en Madrid se prolonga durante varias sesiones parlamentarias de intercambios entre los partidos que apoyan al gobierno y los que representan a la oposición, en Washington no va más allá de unos minutos dedicados por el presidente para dirigirse a los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, además de al Ejército y a unos pocos invitados de la sociedad civil. La ausencia de intercambios dialécticos entre el jefe del Ejecutivo y los representantes del Legislativo es precisamente una de las piedras angulares del respeto de la separación de poderes que pensaron los Padres Fundadores, todavía conservada cuando menos en apariencia.

Este año, el enfrentamiento en Ucrania fue el telón de fondo que determinó todo el evento (el embajador, entre los invitados, numerosos representantes con la bandera azul y amarilla en la solapa, incluso alguna congresista con todo su atuendo adoptado para la ocasión), en especial la alocución de Biden, monográfica sobre el conflicto en su primera mitad y jalonada de referencias durante la segunda, aclamada a ratos entre muestras de unidad que recordaban a la sesión en que Bush anunció la respuesta a los atentados del 11 de septiembre de 2001. El demócrata insistió en que el ejército estadounidense no combatirá con el ruso sobre el territorio nacional ucraniano, aunque confirmó que sí lo haría sobre el «territorio de la OTAN» llegado el caso. También comunicó el cierre del espacio aéreo de Estado Unidos a cualquier aeronave de matrícula rusa.

Precisamente sobre los límites territoriales no han sido pocos los miembros del Partido Republicano y los periodistas y comunicadores críticos que en las últimas semanas han señalado la preocupación de la Casa Blanca y el Pentágono por los de lugares remotos, mientras en la frontera sur del país se vive una crisis migratoria sin precedentes. Tal vez como respuesta a la sensación de agravio cada vez más extendida, Biden subrayó por primera vez la necesidad de fortalecer la seguridad en la linde con México y rompió de forma explicita con los movimientos que piden la disminución, cuando no la cancelación, de los presupuestos de departamentos de Policía. Ambos asuntos, y ambas posturas, han sido abanderados por Donald Trump desde antes de su llegada al poder junto con otros temas como la necesidad de renovar la legislación electoral estatal para garantizar la limpieza de las elecciones. Un proceso en marcha sobre el que su sucesor se mostró tenso el pasado martes.

Si cabe, superior en controversia y fuentes más fecundas de polarización política son el virus y la narrativa que lo rodea, considerada de manera inequívoca una cuestión política entre los estadounidenses. Al respecto, Biden habló como nunca de recuperar la vida de siempre, de convivir con la enfermedad, y animó a las administraciones estatales a ir adoptando posiciones aperturistas. En Estados Unidos, como en otros países, la decreciente presencia del virus en los medios de comunicación propicia el desplome del miedo, la ausencia de mascarillas en la calle e, incluso, la obsolescencia de un tema de conversación imbatible hasta ayer.

Bien avanzado su discurso, Biden reconoció —no era necesario— la altísima inflación que padece Estados Unidos, la más elevada en cuatro décadas. «Tomo nota», afirmó, antes de prometer todos los esfuerzos necesarios para paliarla, sin llegar a concretarlos. Sí apeló a los empresarios para que bajen sus costes de producción y aumenten los salarios de sus empleados, instantes antes de recordar que impulsará una subida del salario mínimo hasta los 15 dólares por hora trabajada, y su voluntad de elevar el impuesto de sociedades. Fue el momento de la noche en el que Kamala Harris o Elizabeth Warren manifestaron inequívoca y abiertamente su entusiasmo. Ante unas medidas que la experiencia muestra nocivas para detener una escalada de precios generalizada.

No señaló Biden los costes de los combustibles fósiles y las materias primas entre los fenómenos que ya sitúan a Estados Unidos en el camino de la estanflación, al que sus gobernantes, como los de todo Occidente, aseguran haber llegado por un virus y desde ahora sostendrán que se mantienen en él a causa de una guerra.

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