«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
SIGUE EL ACERCAMIENTO PROPICIADO POR SU PREDECESOR IZQUIERDISTA, SÁNCHEZ CERÉN

Bukele ignora ahora a EEUU y abraza al régimen comunista chino

Nayib Bukele se ha tornado en un personaje absolutamente impredecible. Luego de que el joven presidente salvadoreño entablara lo que parecía una franca relación de amistad y respeto con Estados Unidos (y en específico con el expresidente Donald Trump); su cercanía con Norteamérica parece haberse difuminado en los últimos meses.

En febrero pasado Bukele estuvo de visita en Estados Unidos, pero el nuevo presidente demócrata –mosqueado por los escándalos de corrupción y lo que algunos piensan es un espiral autoritario expresado en las actuaciones públicas del novel político salvadoreño– decidió negarse a recibirlo.

Las cosas no terminaron allí. Recientemente Biden –quizá buscando remendar el entuerto de principios de año– envió a  Ricardo Zúñiga de gira por El Salvador, a fin de que, entre otras cosas, tuviera un encuentro con Bukele. Zúñiga viene a ejercer el rol de “enviado especial” de la administración Biden para la compleja relación que siempre han tenido los Estados Unidos con los países de Centro América. Sin embargo, en esa ocasión el presidente salvadoreño optó por devolver el gesto recibido, dejando al encomendero de Washington plantado y alborotado, sin más.     

Por lo pronto el Gobierno de El Salvador enfoca sus alianzas hacia una acera completamente opuesta: en días recientes resonaban con bombo y platillo la llegada al país de 150 mil dosis de vacunas donadas por la China comunista, que preside Xi Jinping. Esto se sumaría a un lote de unas 2 millones de dosis de la vacuna asiática Sinovac que Bukele habría comprado previamente. El Salvador es, al día de hoy, un país con un poco más de 6 millones de habitantes de acuerdo con los números oficiales. Por lo que la adquisición de estas vacunas significa –al menos en el papel– que el gobierno estaría pensando inmunizar al 20% de su población con las vacunas chinas. Una cifra a tener en consideración.     

Si se revisa con cuidado se llega a la conclusión de que los lazos China-El Salvador están allí desde hace rato: apenas llegado al poder Bukele viajó al país asiático, en donde recibió un doctorado honoris causa por la Universidad de Estudios Extranjeros de Pekín. ¿La razón? El régimen comunista estimó en aquel momento que el presidente salvadoreño era “una figura importante a nivel mundial, con un nivel de aceptación histórico. Un líder transformador de la política en el mundo”.

Desde entonces el novel mandatario estuvo jugando en una especie de cuerda floja, balanceando su relación con los jerarcas del Partido Comunista Chino, al tiempo que mantenía cordialidad y admiración pública por el expresidente Trump. ¿Contradictorio? Para Bukele todo parece reducirse a una forma eminentemente pragmática de asumir las relaciones políticas internacionales, sin ningún tipo de consideración ética o prejuicio ideológico. Y eso es lo que lo hace especialmente difícil de descifrar y a la vez tan propenso a crear alarmas en la región.

Sin embargo, el acercamiento del régimen chino con el gobierno de El Salvador no comenzó ayer en la mañana. El predecesor de Bukele en el poder, el izquierdista Salvador Sánchez Cerén, decidió un buen día estrechar su vínculo con China, quizá apuntando a conseguir inversiones o ayuda internacional.

¿Cómo lo hizo? De una manera muy inteligente: poniendo punto final a su relación con Taiwán, la isla que históricamente mantiene una disputa con la gran China, en pos de que esta última reconozca su independencia. Huelga decir que en el 2018 El Salvador formaba parte de un pequeño club de 18 países del mundo que, hasta ese momento, reconocían a Taiwan como una nación independiente. Eso hasta que Sánchez Cerén dio la voltereta. Con el arribo de Bukele a la Primera Magistratura esto no ha cambiado sustancialmente. Los lazos siguen allí.

Aunque a primera vista el país centroamericano no parece revestir mayor importancia para los ambiciosos intereses geopolíticos de China, el régimen presidido por Xi Jinping podría tener una gran oportunidad de pescar en río revuelto con el caso Bukele, tanto más en un momento en el que las relaciones del presidente salvadoreño no pasan por su mejor momento con sus socios naturales de Washington. Los chinos parecen haber olido sangre, detectando el ego y la volatilidad del carácter del mandatario millennial, y quizá crean que éste puede ser útil para amargarle la fiesta a los norteamericanos en una región que ha sido su área de influencia natural por décadas.

Luego de su gira en China, en 2019, Bukele anunciaba un listado de cooperación “no reembolsable”, conferido por el gobierno del país asiático: la construcción de un nuevo estadio nacional; una biblioteca de varios pisos, hecha en cristal; una planta potabilizadora de agua; un moderno sistema para distribuir el agua potable; el reacondicionamiento de varias calles, parques y malecones de El Salvador, entre otros dones.

En algún momento, el propio Presidente salvadoreño llegó a asomar que su país podía convertirse en el puente de las inversiones chinas en Latinoamérica: «Somos un país muy pequeño, pero podemos convertirnos en un hub de ustedes (China) para nuestra región por nuestra posición geográfica».

Es evidente que la práctica de Bukele está guiada más por razones utilitarias que de otro tipo. Y en ese sentido China siempre tendrá una manzana prohibida para ofrecer. Ya lo han hecho en otros países de América Latina con antelación, rompiendo las relaciones históricas que dichas naciones tenían con Estados Unidos.

El ejemplo más claro de esto quizá pueda verse al día de hoy en la Venezuela que configuró el chavismo, cediendo buena parte de la soberanía de aquel país al arbitrio del Partido Comunista Chino. El apremio económico y la necesidad de inversiones extranjeras es frecuente en los gobiernos de la región, y eso lo sabe la serpiente china, siempre dispuesta a tentarles. ¿El objetivo? Seguir haciendo su guerra comercial y, más importante aún, introducir el caos en el patio de los norteamericanos.  

Con Bukele el campo de las dudas queda abierto. ¿Hasta qué punto su personalidad impredecible y sus roces con la administración Biden lo llevarán a acercarse cada vez más a China y a darle la espalda a su aliado natural? La evidencia reciente apunta a que, contra todo pronóstico, los lazos con los chinos pueden seguir profundizándose. Estados Unidos tendrá que ver como volver a enamorar al polémico presidente.

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