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todo apunta a que se celebrará una segunda vuelta

Colombia celebra elecciones con el riesgo del ‘suicidio neocomunista’ representado por Petro

El candidato de extrema izquierda Gustavo Petro. Reuters
El presidente electo de Colombia, Gustavo Petro. Reuters

Este domingo tienen lugar en Colombia la primera vuelta presidencial en Colombia, aunque muy seguramente todo se terminará definiendo en el balotaje de dentro de dos semanas. 

El gran favorito, según todas las encuestadoras nacionales e internacionales, es Gustavo Petro por el Pacto Histórico y en un segundo lugar –muy disputado- están «Fico” (Federico) Gutiérrez, candidato centro-derechista y el izquierdista moderado, auto-denominado «Rey del Tick-Tock», el septuagenario Rodolfo Hernández. Les siguen más candidatos izquierdistas como el matemático Sergio Fajardo o Ingrid Betancourt, entre otros. 

Según los barómetros, Petro será el ganador aunque sin una mayoría del 51%, lo que obligará la segunda vuelta. Ahora bien, ¿cuáles son los escenarios? Según la última encuesta del grupo Semana, si el balotaje es contra Fico Gutiérrez, Petro ganará cómodamente. Hernández ha experimentado un notable incremento durante la recta final de la campaña a tal punto que no sólo amenaza a Gutiérrez, sino que, en caso de medirse ante Petro en el balotaje puede generar un empate técnico e incluso aguarle la fiesta.

Resulta clave describir quién es Petro y cómo caló tanta popularidad en estas elecciones. Petro, un exestudiante de filosofía aunque hoy de profesión economista y senador por el Movimiento “Colombia Humana”, es miembro fundador de la guerrilla terrorista marxista-lennista “M-19” cuya gran virtud, además de asesinar policías y civiles, fue perpetrar el asalto al Palacio de Justicia de Colombia, aquellos sangrientos días del 6 y 7 de noviembre de 1985 que fueron una verdadera masacre que dejó un saldo de más de 100 muertos, entre ellos, magistrados, empleados, visitantes y, por supuesto, efectivos del Ejército de Colombia. 

Más tarde, se volvió un castro-chavista, miembro activo tanto del Foro de Sao Paulo como del Grupo de Puebla, fue alcalde de Bogotá -con un pésimo resultado- y varias veces candidato presidencial. Primero perdió contra Santos en 2014, luego contra Duque y ahora se presenta en una tercera ocasión. Es tan tenaz como su colega izquierdista Andrés Manuel López Obrador, actual presidente de México.

Lo que resulta realmente increíble es que un personaje tan siniestro y corrupto como Petro -recordemos los vídeos de las bolsas de supermercado llenas de dinero, la crisis de la basura en Bogotá o más recientemente la valija con más de 60 mil dólares estadounidenses que su aliada, la senadora electa por el Pacto Histórico Piedad Córdova, traía de Tegucigalpa después de reunirse con la camarada Xiomara Castro, presidente de Honduras-, que desarrolla una propuesta abiertamente neo-comunista, sea apoyado por la mayoría de los electores colombianos.

Supuestamente Colombia no ha tenido nunca un Gobierno de izquierda, hecho que es absolutamente falso, pues el Gobierno de Ernesto Samper Pizano lo fue, así como el de Juan Manuel Santos, quien llegó al Palacio de Nariño con el apoyo del Álvaro Uribe y una vez en el poder le traicionó. El legado de Santos fue el infame ‘Acuerdo de Paz’ con las FARC que, pese a ser rechazado en el Plebiscito de 2016, se firmó concediendo total impunidad a los terroristas a los que incluso se premió con bancas en el Senado sin ser electos o simplemente se les dejó continuar con el tráfico de cocaína (el caso de Jesús Santrich e Iván Márquez) desde Venezuela.

La izquierda radical colombiana liderada por Petro es una izquierda anti-democrática, ergo neocomunista y castro-chavista, que hoy triunfa porque, como dice el historiador alemán Rainer Zitelmann, «el capitalismo tiene hoy una gran carga negativa». Esta no es una pelea nueva, al contrario, es muy longeva como señala Alan Kahan. «Ha sido una constante en la historia moderna los últimos 150 años”, dice. Esto se exacerba con la crisis financiera de 2008, que es explotada en la retórica de Petro, que exalta las frustraciones de las masas con sus demagogas promesas de «igualdad social», “anti-capitalismo” y, en el caso de Colombia, “anti-uribismo”.

Las élites políticas gobernantes de Colombia no han resuelto sus problemas estructurales e históricos: la pobreza, la violencia y la corrupción. Por tanto, los electores –algunos con mayor o menor carga de resentimiento y envidia- se inclinan a alternativas radicales de «cambio». Al hacerlo peligrosamente abren la puerta a que líderes neocomunistas como Petro lleguen al poder, materializando así un suicidio colectivo, tal como lo hizo Venezuela en 1998 con la primera elección de Chávez.

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