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El gobernador DeSantis juega en casa

CPAC 2022, comienza en Florida la gran Feria de la Derecha Política estadounidense

CPAC. La Conferencia de Acción Política Conservadora. Reuters
La Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC). Reuters

Cada mes de febrero desde 1974, la poderosa derecha yanqui se reúne en Washington en una suerte de exposición universal conocida como la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC). Se dan a conocer las ideas, se exhiben los poderes, se buscan las alianzas y se planta cara a la maquinaria política del Partido Republicano venido a menos desde que no logró impedir que un foramontano exdemócrata como Trump se hiciera con el mando. Allí fue donde la derecha descubrió a Ronald Reagan; y allí será donde lo vuelva a buscar.

Hay que ponerse en situación. En enero de 1973, Nixon, ese republicano, firmaba los Acuerdos de París que suponían, de derecho, la rendición de la guerra de Vietnam en la que la izquierda y la derecha yanqui habían arriesgado, y perdido, la vida de más de 50.000 soldados. A pesar del alivio que supuso la reelección de Richard Nixon unos meses antes (muy ayudado por el hecho cierto de que los demócratas huérfanos de ambos Kennedy presentaron un candidato para perder –McGovern—, igual a como años más tarde harían los republicanos presentando a McCain contra Obama), llegaba el rumor de la tinta en las rotativas que no callaban sobre un desastre de espionaje, perjurio y cintas de audio conocido ya como “el escándalo Watergate”.

Cualquiera podría pensar que esos acontecimientos revolvieron a los conservadores en contra del presidente republicano, de uno de los suyos: pero no fue así: hacía ya cuatro años que los conservadores no querían saber nada de Nixon, quizá porque fue un presidente que le gustaba hacerse perdonar ser de derechas y por eso disfrutaba coqueteando con los progres. Algo feo, sin duda, que los votantes no perdonan. Y cuando caes, porque el que nació conservador y lo niega hasta treinta veces tres mientras sigue, en el colmo del cinismo, pidiendo el voto a los conservadores, nadie le llora cuando se va.

Pero dejemos España, 2022, y regresemos a los Estados Unidos, 1973. La derecha estadounidense se revolvía, inquieta. En los medios afines resonaban los tambores lejanos de la necesidad de crear una nueva fuerza que refundara al Partido Republicano (GOP, siglas en inglés), o al menos le obligara a volver a las raíces perdidas desde tiempos de Eisenhower.

En medio de este embrollo colosal, una estrella que llegaba desde California, el gobernador Ronald Reagan, aceptó la idea de un grupo de conservadores de segunda fila unidos desde 1964 en torno a la “Unión Conservadora Americana” (ACU, siglas en inglés) de dar un discurso en un hotel en Washington. Lo bautizaron con un nombre rimbombante (mercadotecnia lo es todo): Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC, siglas en inglés). A finales de enero de 1974, el cowboy de Hollywood se alzó en un atril de un hotel de Washington y habló de Vietnam, de patriotismo, orgullo, liderazgo, grandeza y también de Dios. No mencionó ni una vez al Partido Republicano, ni al Demócrata, ni el Watergate… ni a Nixon. Tampoco habló de sí mismo, de Hollywood o del conservadurismo. Aquel discurso fue tan solo inspirador. No fue eficaz y tuvo apenas un eco moderado.

Al año siguiente, y en el mismo hotel, la lista de participantes se duplicó y Reagan se guardó el discurso motivador hollywoodiense y repartió estopa a un desnortado Partido Republicano. Se declaró conservador sin complejos y emplazó «a irse por otro lado» a todos aquellos que no sintiesen que la base del GOP era el conservadurismo.

Ronald Reagan, en sólo dos años, había reactivado a la derecha estadounidense desde una base poco derechista como la gobernación de California, en la que –hasta que él llegó— ningún político republicano se atrevía a etiquetarse como “de derechas” (décadas después persistiría el problema, recuerden al republicano izquierdista Schwarzenegger). En 1978, Reagan recordó a los políticos republicanos que una encuesta de Gallup certificaba que la mayoría de los votantes del GOP se sentían conservadores. En ese momento, casi un millar de asistentes al CPAC aplaudía a rabiar al líder descubierto. La cuestión era de dónde salían mil personas “de acción política” dispuestos a aplaudir que Reagan arrease contra el monolítico Partido Republicano y su deriva centrista. No era difícil. Eran representantes de grupos de ese amplio abanico doctrinal conocido como “la derecha” que se reconocen miembros de “la derecha” con todos sus ricos matices. Desde la Asociación Nacional de Rifle hasta los ya no tan sorprendentes hispanos republicanos, los Jóvenes Americanos por la Libertad, los miembros del Partido Libertario, grupos provida, las poderosas maquinarias de las asociaciones de veteranos de guerra y la revista “National Review”. El CPAC, en apenas cuatro años, se había convertido en un festival de derechas en el que la exposición de ideas (no tanto el intercambio, sino la simple exhibición), mantenía viva la ilusión de pensar que había vida después de Richard Nixon y Gerald Ford. No pocos politólogos reconocen que ayudó la tremenda desidia de Jimmy Carter a la hora de tomar decisiones de combate en plena Guerra Fría, pero el mayor mérito era del ACU y de su CPAC, quienes arrastraron al Partido Republicano hasta donde la derecha quería: la elección de Reagan como candidato.

En la CPAC que comenzó el 20 de marzo de 1981, el ya presidente Reagan volvió a las raíces del discurso de 1973. Entonces no había sabido medir los tiempos, y ahora debía medir las palabras. El conservadurismo se había instalado en el Despacho Oval y ya no había necesidad de reivindicarlo. En ese momento, el CPAC ya estaba configurado como la gran Feria de las Derechas (como la Feria Internacional de Turismo de Madrid, con exhibidores y stands, pero en versión política). Durante los dos mandatos de Reagan, así como durante la presidencia de aquel director de la CIA llamado George Bush Sr., la derecha estadounidense se mantuvo vigilante sobre las veleidades de varios notables del Partido Republicano de “centrar la derecha”, cuando lo que había conseguido Reagan era “derechizar el centro”. Sin embargo, durante la primera legislatura de Clinton el CPAC perdió parte de su influencia y la “derecha moral” permitió que Bob Dole, el templado y fracasado candidato a la vicepresidencia con Ford, se batiera contra un presidente tan solvente como Clinton que estaba a punto de conseguir el equilibrio presupuestario sin renunciar a la imagen de un hombre de acción en defensa de los intereses estadounidenses.

Los atentados del 11-S durante el mandato de George W. Bush sumieron al movimiento de derechas en una paranoia de difícil salida. Nunca hubo tanto conservador en los salones parroquiales o en la junta escolar de los pequeños institutos del medio oeste, pero al tiempo jamás hubo peor delito que ser “de derechas” en los foros universitarios, en los grandes medios de comunicación e incluso en la calle. Por eso, como tiene escrito el profesor José María Marco en su libro “La nueva Revolución Americana”, el CPAC de 2005, tras la reelección de George W. Bush fue más una fiesta reivindicativa que la gran exposición “universal” de la derecha estadounidense. Y de aquellos polvos… llegamos al CPAC de 2009, cuando los conservadores americanos se encontraron como en los lejanos tiempos de 1973, cuando el partido republicano iba por un lado (John McCain, el más demócrata de todos los republicanos) y la base militante republicana iba por otro. El CPAC de 2009 fue una oportunidad perdida por la derecha para reivindicar el espíritu de Reagan en 1974.

Durante la última década, la CPAC ha estado más viva que nunca en lo que se refiere a los grupos de la derecha presentes en la convención, pero no tanto en cuanto a la fuerza del Partido Republicano que todavía no ha aclarado cómo debe ser su relación con los Tea Party —esa buena gente obligada a manifestarse— ni cómo lograrán, si es que lo logran, reconducir esa parte de Trump, su distancia con la estructura del partido, que el GOP no aguanta. Durante los años de su presidencia, la CPAC fue una demostración de fuerza de Trump. Tras perder la elección de aquella manera, el ex presidente se presentó en la CPAC de 2021 —que ya no fue en Maryland, sino en Florida, por aquello de las restricciones—, y se reafirmó en que le habían robado las elecciones.

Aquello era algo nuevo en la historia de la derecha estadounidense. La CPAC, que estaba organizada como una prospección en busca de líderes y discursos, perdió algo de su esencia con esa reivindicación de una victoria que nadie le concederá jamás a Trump. Hasta tal punto aquello generó dudas, que la CPAC tuvo que organizar otro encuentro en pleno verano en Dallas para hablar de los grandes temas olvidados en la desesperación de Trump: inmigración ilegal y defensa de las fronteras.

Por eso es tan importante la CPAC que hoy comienza en Orlando. Porque ya es el tiempo de olvidar elecciones robadas y buscar el discurso definitivo que se enfrente al presidente Joe ‘Sleepy’ Biden (dormilón) y a su política woke. No podemos olvidar, y la derecha yanqui no lo hace, que Biden, ese viejo racista, aseguró que el mayor peligro que acechaba a los Estados Unidos era el del supremacismo blanco que se enfrentaba a la justicia racial.  Este año habrá discurso de la gran esperanza republicana, el gobernador de Florida, Ron DeSantis; pero también del ex secretario de Estado Mike Pompeo, de Ted Cruz y del senador Marco Rubio.

Pero no nos despistemos demasiado con los hispanos que juegan en casa, y quedémonos con que el sábado, a la una y media de la madrugada hora de España, Donald Trump tendrá que pronunciar un discurso de los que hagan época.

En 2005, la CPAC entero aplaudió la intervención espontánea de un asistente que gritó: “¡George, te queremos!”, interrumpiendo el discurso del presidente Bush. El año siguiente, aquel torpe candidato para perder, John McCain, quien estuvo presente en el discurso de Reagan en 1974, no mencionó a Bush ni una sola vez y trató de despegarlo de su imagen por todos los medios posibles.

¿Qué hará Trump este año? El Partido Republicano todavía no se ha arremangado para la pelea y va dejando que otros (los Motines del Té y las estrellas de la Fox y algún que otro bloguero, hagan el trabajo de zapa apropiado para que la masa de votantes republicanos no se sienta huérfana en estos tiempos de demócrata tribulación. Todos ellos, empezando por Trump, necesitan un Reagan.

El objetivo del CPAC, de la ACU, será sacar al mejor Reagan que haya en Trump o encontrar uno nuevo en los próximos dos años. Para ello hay que exhibirse en todos los puestos de la mayor feria de la Derecha del mundo entero. Un evento del que alguien (no hemos encontrado la cita) dijo una vez que era como entrar en la cantina de La Guerra de las Galaxias. Es decir, un lugar sin complejos en el que si alguien no te gusta, se lo dices.

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