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biden y von der leyen anuncian un pacto desde varsovia

EEUU reemplaza a Rusia como proveedor preferencial de gas de la UE a cambio de un drástico aumento del precio

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y la presidente de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, en una reunión en Bruselas. Europa Press
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y la presidente de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, en una reunión en Bruselas. Europa Press

El pasado 22 de febrero, el gobierno alemán paralizó la construcción del Nord Stream 2, la tubería diseñada para duplicar el suministro de gas natural ruso a través del Báltico, sin pasar por Ucrania. La decisión de Berlín, que confirmó un secreto a voces, se hizo efectiva después de que Moscú reconociera la autonomía de las regiones ucranianas de Donetsk y Luhansk. Dos días más tarde, las tropas rusas cruzaban la frontera.

Cuando apenas se ha cumplido un mes de todo aquello, los Estados Unidos y la Unión Europea han alcanzado un acuerdo para reducir la dependencia de Europa, en especial de Alemania, de los combustibles fósiles rusos, merced al compromiso de Washington de enviar 15.000 millones de metros cúbicos adicionales de gas natural licuado a los mercados comunitarios este mismo año. 

Hasta ahora, Rusia ha suministrado más de un 40% de las importaciones de gas y carbón de la UE y alrededor de una cuarta parte del petróleo. Entre los países del noroeste comunitario, esas proporciones son aún mayores, lo que ha servido para justificar el viraje de Bruselas, materializado en el compromiso de reducir el uso de gas en dos tercios este año y eliminar gradualmente toda la energía rusa por completo para 2027.

El pacto fue anunciado desde la capital belga por Joe Biden y la presidente de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, en una comparecencia conjunta. «Nos unimos para reducir la dependencia de Europa de la energía rusa», según el estadounidense, que acusó a Putin de usar los recursos naturales de su territorio para «coaccionar y manipular» a sus vecinos y de utilizar los beneficios para «impulsar su máquina de guerra». Hasta aquí, semanas de sanciones de los Estados Unidos a Rusia y a ciudadanos en particular. Medidas que, si bien han encontrado un respaldo generalizado en el viejo continente, no han sido secundadas por otras potencias mundiales como China o India, ahora clientes preferenciales de Moscú.

Biden y Von der Leyen hablaron de la formación de un grupo de trabajo conjunto sobre seguridad energética, para limitar la dependencia europea de los combustibles rusos y, de paso, reducir la demanda general de gas de la UE, sustituido paulatinamente por el uso de la llamada «energía limpia». Precisamente, la renuncia al uso de fuentes realmente eficientes y la apuesta por políticas verdes están detrás de la deriva energética alemana, que ha acabado por arrastrar a toda la Unión.

La delegación garantizará el suministro para el próximo invierno y el siguiente entre los países miembros de la Unión Europea, que asegurará una demanda estable de 50.000 millones de metros cúbicos adicionales de gas natural licuado de los Estados Unidos por año, como mínimo hasta 2030. Para ello, ya prepara un borrador de regulación sobre almacenamiento de energía de que prevé fijar el nivel de almacenamiento de la infraestructura existente hasta el 90% de su capacidad el 1 de noviembre de cada año.

«La Comisión Europea va a trabajar con los estados miembros para almacenar gas en todo el continente, construir más infraestructura para recibirlo y tomar medidas para aumentar la eficiencia energética», dijo Biden, que calificó la crisis de Ucrania como una oportunidad, un «catalizador» para impulsar las inversiones en energía limpia necesarias para cumplir con los objetivos de emisiones netas cero.

De momento, el conflicto ha servido para que los Estados Unidos, primer productor mundial de gas natural (914.500 millones de metros cúbicos en 2020), reemplace a Rusia, segundo productor (638.500), como proveedor preferencial de la Unión Europea y depositario de su dependencia energética, a cambio de un drástico aumento del precio (40%), impulsado de manera especial por el transporte marítimo frente al uso de gaseoductos, y la necesidad apremiante de construir una red de plantas de tratamiento del gas licuado, ahora insuficiente para cubrir la demanda invernal europea.

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