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el tufo a chavismo que emana de las acciones del gobierno PSOE-UP

El chavismo original y el remedo español: una patronal paralela al servicio del régimen

Pedro Sánchez y Nicolás Maduro.

Es angustiante ver la marcha de los acontecimientos en España y los derroteros hacia donde ha decidido conducir al país Sánchez y la horda sanchopodemita. Por supuesto, cualquier español es libre de sentirse angustiado o no desde el análisis de los acontecimientos planteados en clave nacional, pero mi angustia es la misma de todos los venezolanos que, sintiendo como indisolubles nuestro vínculo con España, con nuestra herencia hispana y con nuestra propia condición de hispanos, nos aturde el tufo a chavismo que emana de las acciones del gobierno PSOE-UP.

Es la farsa repitiendo la tragedia venezolana. Es el remedo de lo ya vivido, con la angustia adicional de la incomprensión de tantos sobre el cariz que estas cosas van tomando. 

El episodio de la conformación de una central patronal paralela para competir con la principal, es tan burdamente chavista, que da asco dar detalles. Y desespera mucho más que no se comprenda su significación en España y principalmente en el liderazgo político y empresarial, en las élites de una sociedad que no comprende que está en el centro mismo de la diana de tiro construida por el chavismo español para implosionar al Estado.

Lo paralelo como respuesta a la disidencia

La práctica es básica y sencilla a la vez: al modelo, al proyecto, al régimen, a la revolución, hay que imponerla a la fuerza. A la legitimidad de origen electoral, existente o no, se le deben sumar una serie de acciones de violencia pasiva que vayan escalando hasta llegar, de ser necesario, a la violencia criminal. 

Lo primero es la segregación verbal. Estigmatizar al que disiente, imponiéndole en principio la categoría de equivocado, confundido o ignorante de “la verdad” revolucionaria. Eso ocurre normalmente en la etapa electoral cuando los asesores de marketing ordenan callar o moderar. Puede esta etapa durar incluso hasta el primer año de gobierno. 

Luego vendrá la segregación de facto. Una especie de amputación de la sociedad, entre los que son revolucionarios y los que no lo son. Y dicha amputación alcanzará todos los ámbitos de la sociedad: gremios, sindicatos, medios de comunicación, iglesia. Habrá así un sindicalista revolucionario y uno “confundido” que luego será “traidor a su clase” para terminar siendo “enemigo de la clase obrera”. Habrá un empresario “comprometido con el país” (porque se adhiere al régimen) y un empresario usurero, explotador y enemigo del pueblo. Este último, claro está, será el opositor, el indiferente (que no se acepta en revolución) o el defensor del gremio empresarial frente a los embates del régimen contra las libertades económicas. 

Esto es importante, pues los primeros en saltar ante la presencia de la revolución, son los que tienen más que perder, los empresarios. Y la primera línea de ataque es el sector comercio, al cual se le acusará de la inflación, del alto costo de la vida y de la depreciación de la moneda. Para el chavismo, destruir la economía es fácil, pero es necesario la coartada y la excusa: no son las medidas macroeconómicas erróneas las que causan la subida de los precios, no. Son los comerciantes usureros, ambiciosos, especuladores y enemigos del pueblo. 

Pero las arremetidas contra sectores agremiados, en principio, no causan otra cosa que el atrincheramiento del agredido, sobre todo en entornos donde aún quedan resquicios de expresión. Al ser atacados, los empresarios, los sindicalistas, los gremios profesionales, fortalecen sus liderazgos y alzan su voz contra el atropello. Normalmente, ante dicha arremetida, las correlaciones internas que pueden existir favorables al régimen, pierden toda capacidad de tomar el control de las estructuras organizacionales, pues quedan en minoría y no convencen a sus pares de la conveniencia que pueda haber en alinearse con el régimen. Es ahí cuando viene la amputación.

Los minoritarios revolucionarios dentro de esas organizaciones, serán primero llamados a participar en los procesos internos de elección de directivas, procesos a los cuales acudirán con lenguaje exaltado y abierta pugnacidad. Por supuesto, serán derrotados. Se validará su minoría. Pero se les reconocerá como “empresarios de la revolución”, que intentaron todo por “convencer” a “los equivocados” para enmendar el camino pero, oh desgracia, sus pares no están comprometidos con el país y por ende, cerraron la puerta a hacerse revolucionarios.

No hay nada que hacer entonces: los empresarios revolucionarios deben irse a montar tienda aparte, porque en esa central donde son minoría, se esconden los enemigos del pueblo y ellos no pueden hacerle el juego con su permanencia.

Lo peor vendrá después de formada dicha organización paralela. Pero primero lo primero.

El chavismo original y el remedo español

El chavismo empezó muy temprano en Venezuela a hacer su segmentación de empresarios. En principio, aprovechó la costumbre del empresariado nacional, en especial de los capitalinos, de enchufarse al poder a través de la participación como financistas de campañas. Para nadie era un secreto que empresario que aportaba a una campaña estaba aportando a todas las campañas. Había pocos empresarios que financiaran a un solo partido, era normal que o no aportaran a ninguno o que aportaran a los principales, cosa que les garantizaría que ganara quien ganara, sus contratos con el sector público estarían garantizados por quien gobernara y además a salvo de investigaciones por parte de quien actuara como oposición. Porque la corrupción no llegó con el chavismo: el chavismo llegó gracias a la corrupción.

Así se sumaron a la caravana del chavismo originario connotados empresarios de casta vieja y nueva. La burguesía caraqueña decidió que financiar a Chávez no era del todo malo porque vaya, era mejor anotarse como su financista a tiempo para poder orientar sus acciones de gobierno como normalmente habían hecho por cuarenta años, que quedarse fuera del círculo de poder permitiendo que competidores tomaran delantera a la sombra de su poder. 

Brillaron como financistas así, el empresario de medios de comunicación y listado Forbes Gustavo Cisneros, el representante máximo del grupo Boulton, Don Henry Lord Boulton, el banquero Luis Vallenilla (que incluso fue incluido en las listas del chavismo a la Constituyente del ’99) y el ex presidente de la patronal Fedecámaras Francisco Natera, nombrado ministro por Chávez posteriormente. Hasta al español BBVA lograron convencer a través de su filial Banco Provincial, de financiar a Chávez con la intermediación del empresario asegurador Tobías Carrero, amigo de la infancia de Chávez y propietario de la super poderosa Multinacional de Seguros.

“El proceso” llamaban los chavistas originalmente a lo que después sin pudor llamaron “proceso revolucionario” y finalmente Revolución Socialista sin ambages. “Sumarse al proceso” era el eufemismo para llamar a la conversión al chavismo. Eso hicieron estos empresarios antes nombrados, seguidos por algunos otros. Muchos se dieron cuenta en las primeras de cambio del error cometido y se largaron. Otros también se dieron cuenta, pero prefirieron callar y seguir contratando y cobrando caro su silencio. Sin embargo, unos y otros fracasaron en hacerse con la mayoritaria Fedecámaras, que junto a la central obrera Confederación de Trabajadores de Venezuela sería el puntal de defensa de la sociedad contra el chavismo totalizante.

Por eso, se dio la orden desde el despacho presidencial: Revolución empresarial, a por lo paralelo.

Nacen así las organizaciones de ataque anti empresa, amparadas por el gobierno. Primero desde abajo con la conquista de pequeñas organizaciones ya existentes: así cayó la asociación de productores de ganado porcino Feporcina con su presidente Alberto Cudemus a la cabeza. Incapaces de ganar la cúpula de Fedecámaras, organizaron entonces a sus huestes en una “organización de la sociedad civil” llamada Clase Media en Positivo, con la cual le decían a empresarios y pequeños comerciantes que la revolución tenía aún espacio debajo del árbol del rentismo estatal para hacer crecer los negocios. Culminado ese proceso de captación, constituyen finalmente la central patronal paralela Empresarios por Venezuela EMPREVEN, dirigida por notables empresarios de nuevo cuño pero viejas mañas, capaces de engordar sus cuentas con negocios bajo el amparo estatal.

En todas estas iniciativas, secundadas a nivel regional y municipal por acciones similares, se vio claramente el apoyo del aparataje mediático al servicio del régimen, que con todo despliegue habló del “nuevo empresariado comprometido con el país” que se organizaba. Sus voceros eran los invitados de ahora en tanto a entrevistas y tertulias sobre economía. Vetados de por vida los voceros de la central patronal más antigua del país, que se ganó además el título de “golpista” por haber acompañado a la ciudadanía harta de Chávez en 2002 y masacrada en las calles de Caracas por sus incipientes colectivos. En aquel aciago momento, fue precisamente el presidente de la patronal Pedro Carmona Estanga el llamado a sustituir a Chávez en un insólito proceso de traiciones civiles y sobre todo militares que en 48 horas sacó y repuso a Chávez en el poder. Pero eso ya es otra historia.

O no. Quizás no es otra historia. Quizás todo es parte de lo mismo. A la división de las organizaciones gremiales del chavismo en Venezuela le sobrevino un suceso trágico, un proceso violento y criminal contra la ciudadanía que culminó con la salida y regreso de Chávez al poder. 

Por eso, tenemos el derecho de sospechar que algo se traen entre manos los chavistas españoles, amparando la creación de la nueva patronal denominada Cenpymes. La presencia de jerarcas connotados del régimen sanchopodemita ya es una señal. Las inclusiones forzosas de dicha organización y sus voceros en procesos de conversación con el empresariado, ayudarán al gobierno a imponer sus medidas sin el debido consenso, alegando que “el empresariado esta dividido”. Ignorarán los pedidos y llamados de la CEOE aduciendo que “no representan a la mayoría sino a una parte” del empresariado español. Aumentarán los insultos, descalificaciones e iniciativas gubernamentales contra la libre empresa que no se esté alineada en el chavismo empresarial.

Y por supuesto, brillarán en las contrataciones públicas los empresarios afiliados que sin ningún pudor serán beneficiados por la “mano invisible de la revolución” en las licitaciones y adjudicaciones directas. Crecerá así lo que tanto anhela el chavismo: una nueva burguesía dependiente del dinero del Estado y no de la producción y de la exportación. Esa burguesía sanchopodemita será además nutrida por testaferros que alimentarán con sus aportes las finanzas del partido, apuntalará las candidaturas necesarias para salvaguardar al sistema pudiendo incluso apoyar a opciones opositoras también alineadas. Y por supuesto, permitirá que dirigentes del sistema a quienes vimos antes de la revolución haciendo, como todos, esfuerzos para llegar a fin de mes, pasar de mileuristas a vecinos de las mejores urbanizaciones, donde serán recibidos sin asco por vecinos de la nueva burguesía, tolerados por la vieja burguesía que, poco a poco, será convencida de la necesidad de no hacerle el feo al sistema, pues el sol siempre puede salir para todos. Y la luna, también.

O se decide España a detener esta locura, o tiempos aún más difíciles le esperan al ciudadano aún indiferente frente a los nubarrones del chavismo destructor.

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