Prácticamente todo el mundo civilizado ha desconocido los resultados de la farsa electoral montada por Daniel Ortega y Rosario Murillo en Nicaragua, el pasado 7 de noviembre. Solo los sospechosos habituales, los regímenes de Venezuela, Cuba y Bolivia, se han prestado para lavarle la cara a la nueva maniobra del sandinismo, felicitando al binomio Ortega-Murillo por su «victoria» contundente.
Ni siquiera el presidente comunista de Perú, Pedro Castillo, ha caído en la desfachatez de reconocer la farsa electoral montada por Ortega el domingo; operación que deja el camino libre para que el tirano nicaragüense ejerza el poder presidencial por cuarto período consecutivo en el país centroamericano.
Sin embargo, el Foro de Sao Paulo (FSP) -esa corporación criminal que ha trabajado por décadas para tomar el poder en Latinoamérica, y luego no entregarlo más nunca- ha salido a convalidar la movida sandinista. Y lo ha hecho en los términos más descarados:
«La Secretaría Ejecutiva del Foro de Sao Paulo saluda las elecciones realizadas en Nicaragua este 7 de noviembre, en ambiente de paz y gran participación popular«, reza la introducción del documento publicado en el portal del FSP esta semana.
La ‘agenda progre’, supuestamente tan desvivida por los reclamos de inclusión y pluralismo, ha sido olímpicamente obviada por este organismo, que ha preferido hacer mutis sobre la inhabilitación y persecución a la que ha sido sometida prácticamente toda la oposición al régimen de Ortega; al punto de que la farsa electoral se llevó a cabo bajo un contexto en el que hasta 7 precandidatos presidenciales estaban detenidos por la tiranía.
Daniel Ortega gobernó por primera vez Nicaragua luego de la caída de la dictadura somocista, desde 1981, cuando funge como Coordinador de la junta de gobierno instaurada en aquel momento, hasta 1990, año en el que el sandinismo perdió las elecciones frente a Violeta Chamorro.
Luego, cobijado en gran medida bajo los auspicios de la internacional del crimen nucleada en torno al FSP, logró un segundo aire para hacerse con el poder, en las elecciones de 2006. En aquella operación fue fundamental el apoyo financiero otorgado por los petrodólares del fallecido tirano venezolano Hugo Chávez.
Si se hacen números Ortega se ha convertido en el dueño y señor de Nicaragua por espacio de unos 25 años; ahora con la perspectiva sobre la mesa de regentar la presidencia por 5 años más. Sin embargo, el FSP no ha escaseado en alabanzas a su sanguinaria y represiva tiranía en el comunicado en cuestión:
“Esperamos que se confirmen los resultados preliminares, con la reelección del binomio Daniel Ortega y Rosario Murillo, reafirmando el deseo de la población por la continuidad del gobierno del FSLN, que ha trabajado exitosamente por el pueblo nicaragüense y la reconstrucción del país, a pesar de los intentos de desestabilización interna y externa», señala la comunicación pública.
Sin duda Ortega, junto al castrismo en Cuba (ahora continuado por Miguel Díaz-Canel) y el chavismo en Venezuela (bajo la égida de Nicolás Maduro) son las fichas más fuertes y «puras» que le quedan a este grupo delictual en la región. Se trata de verdaderas maquinarias de conservación del poder, que no han escatimado en medios ni procedimientos para permanecer gobernando.
Hay otros proyectos adscritos directa o indirectamente al FSP que han sufrido reveses en el pasado, pero que luego han logrado rehacer su vuelta al poder a través de interpuestas personas, como ocurre con Arce y el MAS en Bolivia y Fernández y el peronismo kirchnerista en Argentina.
Sin embargo, la defensa del Foro de Sao Paulo a Ortega no sorprende en lo absoluto: ya en junio pasado el FSP había justificado la existencia de presos políticos en la nación latinoamericana, arguyendo que dichas detenciones se habían producido en un contexto plenamente avalado por la ley nicaragüense y que, en todo caso, remitían a situaciones en las que había personas que estaban siendo “investigadas por crímenes contra la Patria”.
En suma: el Foro de Sao Paulo es una corporación criminal. Nicaragua y su tiranía -impuesta nuevamente a través de una farsa electoral- se erigen en la confirmación perfecta de que dentro del Foro operan factores que en nada tienen que ver con la democracia y sus formas y, por ende, es imposible que este sea confrontado echando mano de los manuales democráticos, el buenismo, la corrección política y la fe de la «comunidad internacional». Es hora de que el mundo aterrice.