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PARA NO DEPENDER DEL GAS RUSO

El gasoducto Baltic Pipe y la firme apuesta del Gobierno polaco por la soberanía energética

El primer ministro de Polonia, Mateusz Morawiecki. Europa Press

Polonia no sucumbió al chantaje de Vladimir Putin y se negó a pagar por el gas en rublos. En respuesta, los rusos suspendieron el pasado 27 de abril el suministro de gas a su país vecino. Hace 10 años este tipo de recorte hubiese provocado el pánico en Polonia… pero no ahora. «Por el momento, no existe riesgo de interrupción o limitación del suministro de gas a los consumidores nacionales», aseguró en el Parlamento el Ministro de Activos, Jacek Sasin. 

Hasta ahora no se ha restringido el uso del gas en los hogares ni en las plantas industriales. Al revés, el nivel de llenado de las instalaciones de almacenamiento de gas subió de 76% a 83%, uno de los niveles más altos en Europa. «Polonia, con el Gobierno de Ley y Justicia, eligió el camino de la soberanía energética hace mucho tiempo», afirmó el primer ministro Mateusz Morawiecki, señalando las grandes inversiones en la infraestructura energética del país a lo largo de los últimos años. 

Polonia cuenta con múltiples conexiones de gas con Alemania, República Checa y, desde el principio de mayo, también con Lituania. «La interconexión entre Polonia y Lituania se ha convertido en un hecho hoy. Esto sucede en un momento en el que Rusia hizo otro intento de chantaje con gas», dijo presidente de Polonia Andrzej Duda, durante la ceremonia de inauguración de nuevas instalaciones que permiten transportar gas del terminal de gas licuado «Independencia» del puerto lituano Klaipeda. Además, está planeada la apertura de la interconexión similar con Eslovaquia para el mes de julio.

Por el momento, los más grandes flujos de combustible llegan a Polonia por el terminal LNG en la ciudad costeña de Swinoujscie, la construcción iniciada por el presidente Lech Kaczynski en el año 2006 que ahora está incrementando su capacidad.

En los últimos cinco años, la empresa estatal PGNiG firmó múltiples contratos de entrega de gas licuado estadounidense a pesar de las críticas mediáticas que señalaban que el transporte por el océano haría el negocio no rentable. Además, la quinta parte del consumo de Polonia se cubre por la extracción interna de gas. 

La importancia del gasoducto Baltic Pipe

Pero la inversión más espectacular es la construcción del gasoducto Baltic Pipe entre Dinamarca y Polonia. La conexión va a servir para importar gas noruego. Su apertura está prevista al otoño de este año. Baltic Pipe va a sustituir toda la cantidad del gas que Polonia importaba de Rusia. El Gobierno de Varsovia no había planeado prorrogar el contrato con Gazprom, que vence a finales del año. Los rusos simplemente adelantaron lo que (de todos modos) iba a suceder. Eso sí, la empresa estatal rusa violó las condiciones del acuerdo vigente demandando los pagos en rublos y luego cortando el suministro del gas a Polonia (el contrato estipulaba que las liquidaciones se realizaran en dólares). «Creo que las empresas polacas buscarán una compensación adecuada de Gazprom, por incumplimiento de los términos del contrato», anunció el presidente Duda.

Cabe señalar que en el año 2020, la compañía estatal PGNiG ganó en el Tribunal de Arbitraje en Estocolmo la disputa con Gazprom y los rusos tuvieron que pagar 1,5 millones de dólares por el esquema de precios que violaba la reglas del mercado europeo. 

Esta vez los rusos solicitaron los pagos en su moneda nacional sobre la base del decreto del presidente Putin. «Ni un solo momento hemos considerado pagar las facturas en rublos», dijo Jacek Sasin.

El Gobierno de Polonia hace tiempo avisó de que los rusos no eran un socio fiable en el comercio de gas porque usaban frecuentemente los recursos naturales como arma política. Y criticó el plan impuesto sobre todo por Alemania, Austria y Países Bajos que suponía convertir el gas ruso en el principal combustible en la transición energética de Europa (la construcción del gasoducto Nord Stream 2 iba a profundizar la dependencia de la UE de Rusia).

Después de la invasión a Ucrania y los crímenes de la guerra cometidos por los soldados de Putin,  Bruselas aparentemente quiere cambiar el rumbo de su política energética, lo que supone una oportunidad para volver al concepto de soberanía energética, que se debe basar en la energía nuclear, libre de emisión de CO2. Hoy, el precio de los errores pasados lo pagan los consumidores europeos, afectados por una inflación muy elevada.

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