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'LA CAÍDA NARCISISTA DE FRANCIA'

El sombrío futuro de Occidente según Houellebecq: ‘La consecuencia inevitable de lo que llamamos progreso es la autodestrucción’

El escritor Michel Houellebecq. Reuters

«Miro por todos lados y todo lo que veo es oscuridad”. Con esta apocalíptica frase comienza el escritor francés Michel Houellebecq su último artículo, publicado en el diario digital ‘UnHerd’, en el que predice un sombrío futuro para Occidente.

Tomando como contexto la reciente publicación del manifiesto firmado por más de un millar de militares franceses, entre ellos una veintena de generales, en el que alertan de la desintegración de Francia y del riesgo de una «guerra civil», Houellebecq pone la atención en que, tras la publicación, pocos franceses cuestionaron la premisa principal de esa carta: que el país «está al borde del colapso». «¿Por qué Francia? ¿Por qué Francia en lugar de cualquier otro país europeo cuando los demás parecen estar en una situación más o menos similar y, a veces, peor?», se pregunta el autor.

Para Houellebecq, en el país galo existe «un ambiente vago y generalizado de autoflagelación», Francia ha entrado en declive y los franceses son «conscientes» de ello. Este clima es difundido por los medios y compartido por la mayor parte de la población: «Cualquiera que visite Francia y vea la televisión no puede evitar sentirse impresionado por la obsesión de sus presentadores, periodistas, economistas, sociólogos y diversos especialistas: pasan la mayor parte de su tiempo en el aire comparando Francia con otros países europeos, invariablemente, con el objetivo de menospreciar Francia», señala el escritor francés.

El «suicidio» galo, apunta el escritor, responde en buena parte a la demografía: a los bajísimos índices de natalidad que tiene el país que, pese a ser superiores a los de otros estados europeos -no es difícil- siguen descendiendo de manera vertiginosa.

Esta ‘inmolación’ -la asunción por parte de la sociedad francesa del declive del Estado- también es compartida por el resto de Occidente e, incluso, por Asia: «No, no se trata realmente de un “suicidio francés” -para evocar el título del libro de Eric Zemmour- sino de un suicidio occidental o más bien un suicidio de la modernidad, ya que los países asiáticos no se salvan. Lo que es específicamente, auténticamente francés, es la conciencia de este suicidio«. Houellebecq culpa directamente al ‘progresismo’ de esta muerte, asumida e inducida, a la que se dirigen estos países: «La consecuencia inevitable de lo que llamamos progreso es la autodestrucción«, afirma.

El final del artículo publicado por ‘UnHerd’ no es más alentador. El ensayista señala que, ante la llegada masiva de inmigrantes como la solución para el invierno demográfico que asola Occidente, la región no tiene una respuesta contundente que sirva de defensa de sus valores y tradiciones, ni siquiera en el caso de una «guerra civil» como de la que advierten los militares en su manifiesto: «Se necesitan dos para hacer la guerra. ¿Van a tomar las armas los franceses para defender su religión? No han tenido ninguna religión desde hace bastante tiempo; y en cualquier caso, su religión anterior es de esas en las que ofreces tu garganta a la espada del carnicero».

A la nula defensa que, cree Houellebecq, puede Occidente hacer de su soberanía, sus orígenes y valores, se añade la posible «no existencia» de estos: «¿Sería entonces una guerra para defender su cultura, su forma de vida, su sistema de valores? ¿De  qué  estamos hablando exactamente ? Y suponiendo que exista, ¿merece la pena luchar? ¿Nuestra «civilización» todavía tiene algo de lo que estar orgullosa?«.

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