«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
ESPAÑA DEBE TOMAR NOTA DE LA SITUACIÓN

Elecciones en Francia: dime cómo te llamas y te diré a quién votas

Torre Eiffel en París (Francia). Europa Press

En Francia se da ese particular fenómeno en el que la mayoría de la población comparte el diagnóstico de Le Pen sobre los males de Francia, pero no osan votarla, casi por reflejo pavloviano. Como Jerôme Rodrigues, una de las caras más visibles de los chalecos amarillos, que acabó tuerto manifestándose contra Macron y ha pedido a sus partidarios que no voten a Marine.

Otro ejemplo: los estudiantes del liceo público pero ultra-elitista Louis Le Grand han salido a la calle a manifestarse contra Le Pen, mientras sus padres se movilizan para que el Liceo no acoja ni pobres ni poligoneros. Son el epítome de esa casta parisina que da lecciones de moral a distancia desde sus barrios intactos y bien conservados a los perdedores de la globalización.

Vayamos a la población católica, que suele ser de tendencia más conservadora e identitaria. Pues bien, según una encuesta por el muy serio Instituto Francés de la Opinión Pública (IFOP) sobre el voto confesional, Macron es el candidato más votado por los católicos en la primera vuelta, pese a querer inscribir el aborto en la Carta Europea de Derechos Fundamentales y haber propuesto iniciar el debate sobre la legalización de la eutanasia en su próxima legislatura si resulta vencedor. 

¿A qué se deben estas incongruencias? Sería todo el objeto de una tesis de sociología, pero lo que uno observa es que los franceses, por mucho que pertenezcan al país de la Fraternité, otorgan una excesiva importancia al estatus, y votan más por grupos de clase social. Macron goza de ventaja frente a Le Pen entre los estudiantes y jubilados, es decir, los inactivos, mientras que Marine vence entre la población de 24-50 años, o sea, los trabajadores.

Se puede predecir el voto de un francés en función de su nombre, que suele indicar la clase social de la que uno proviene. Así pues, la Francia profunda, perdedora de la globalización y caladero de votos de Le Pen tiende a presentar nombres más americanizados como Brandon, Jordan o Jennifer. La burguesía francesa de las grandes ciudades suele llamarse de manera más clásica –Florence, Jacques, Emmanuel– y tienden a votar un candidato asociado a su estatus. Para los más liberales, Macron; y para los reaccionarios, Zemmour (que conjuga un perfil bastante conservador con un carácter muy urbano). Y si tiene un nombre muy clásico como Gwendoline, Marie-Christine o Jean-Philibert, es una certitud de que Zemmour es su candidato, y dudan en votar a Le Pen en la segunda vuelta.

Por otro lado, aquellos con nombre magrebí votaron en masa a Mélenchon, quien defiende toda la ideología «woke», feminista y LGTB tan opuestos a los mahometanos. Pero ellos también votan más por razón de clase social que por ideología. Según la misma encuesta del IFOP citada más arriba, Mélenchon ha obtenido un abrumador 69% entre los musulmanes y ha arrasado en las periferias islamizadas como la Seine St Denis.

Es una apuesta cínica por parte de Mélenchon, pero vencedora a largo plazo. Estuvo a 400.000 votos de pasar a la 2ª vuelta delante de Le Pen, en un país que recibe 250.000 inmigrantes al año, y sin contar a los ilegales… 

Queda poco tiempo para que la situación demográfica en Francia sea irreversible. Este domingo puede que sea el último intento antes del invierno electoral francés. España debe tomar nota de la situación de su vecino para actuar ahora que puede, y no hacerlo cuando sea demasiado tarde.

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