Marine Le Pen no es una recién llegada a la política francesa, pero el de este domingo es su mayor reto político, su última oportunidad. Nunca antes había estado tan cerca de llegar al Elíseo… y los sondeos aseguran que es difícil, improbable, pero no imposible (hoy auguran una ventaja de 10 puntos de Emmanuel Macron).
La candidata de Agrupación Nacional, antes Frente Nacional, consiguió en 2012 quedar tercera en las elecciones presidenciales con el 17,9 por ciento de los votos, solo por detrás del socialista François Hollande y de Nicolas Sarkozy; y en 2017 pasó a la segunda vuelta con el 21,3. Ahora busca ganar.
En el debate electoral se desenvolvió con mayor serenidad y calma que cinco años atrás, dirigiéndose a los franceses que sufren la degradación de su nivel de vida y que aspiran a tener «tranquilidad» en sus barrios y a la recuperación del «sentido común» en la vida política.
Marine, que dice tener un proyecto «para todos los franceses» que defiende la identidad nacional dentro de una Unión Europea de naciones libres que quiere «reformar de manera profunda», destaca por su firmeza a la hora de denunciar la inseguridad en las calles de Francia. «Es una petición legítima de los franceses (…), hay que aportar respuestas muy firmes», reprochó a Macron en el debate.
Lidera un movimiento ‘prosoberanía’ surgido como reacción al globalismo silencioso que se impone de espaldas al pueblo y que denuncia el «ecologismo punitivo inútil», y entremezcla en su discurso la defensa de los valores conservadores con el proteccionismo económico.
En inmigración, plantea un referéndum para que sean los franceses quienes decidan sobre esta materia (el reagrupamiento familiar o la expulsión de delincuentes extranjeros) y conecta con la mayoría de la población en la denuncia de la existencia de áreas en las que ya no impera la ley francesa (conocidas como no-go zone) y la expansión de la ideología islamista en Francia. Así, ha prometido prohibir el velo islámico en espacios públicos y cerrar las 570 mezquitas radicales «para proteger la República».
Además, promete hacer de la juventud una de sus grandes «prioridades» tras dos años en los que ha sufrido la ruptura de lazos sociales y restricciones de libertades, pretende recuperar el principio de autoridad del profesor en la enseñanza y en materia económica, consciente de los problemas que sufre Francia, con una inflación récord en décadas, promete bajar impuestos en la energía y los carburantes.