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Un ‘enfant terrible’ contra la inmigración ilegal y la tiranía LGTBI

Éric Zemmour, el intelectual que se postula como rival de Macron en una hipotética segunda vuelta

El intelectual Éric Zemmour. Reuters

Judío e hijo de padres inmigrantes argelinos, de primeras nadie pensaría que Éric Zemmour fuera a adelantar en las encuestas de intención de voto a la eterna aspirante a la presidencia francesa, Marine Le Pen, un ‘puesto’ que heredó de su padre, Jean-Marie. Pero según una encuesta interactiva de Harris que plantea una hipotética segunda vuelta contra el actual presidente, Emmanuel Macron, Zemmour obtendría el 45% del voto, frente al 55% del actual jefe del Estado. Eso dejaría fuera a Marine, que sería adelantada por la derecha.

Quizá parte de la explicación la haya dado el patriarca de la derecha nacional en Le Monde. Jean-Marie Le Pen, que ha asegurado que apoyará a Zemmour si es el mejor posicionado en el bando nacionalista, ironiza: “La única diferencia entre Éric y yo es que es judío. Es difícil llamarle nazi o fascista, eso le da mayor libertad”.

Y la aprovecha, ciertamente. En los últimos años, Zemmour se ha convertido en el ‘enfant terrible’ de las ondas en la televisión francesa, cargando sin filtros contra la inmigración masiva y contra la tiranía del lobby LGTBI, y a favor de la tradición francesa. No hay nada de lo que no pueda decirse sin buscarte líos en los medios que Zemmour no hay dicho alto y claro, como que las famosas y numerosas ‘no-go zones’ -barrios o ciudades controladas por las mafias de importación extranjera en las que apenas se atreve a entrar la policía y donde no rige la ley francesa en la práctica- deben reconquistarse “por la fuerza”, o que hay que expulsar de las escuelas a los activistas LGTBI.

Tanto candor no ha carecer de riesgos en una sociedad tan polarizada como la francesa: en 2011 fue condenado por “incitación al odio racial” tras señalar que la mayoría de los ‘camellos’ en Francia son negros y árabes. Y volvió a serlo por el mismo delito de opinión por defender que los empresarios deberían ser libres de contratar a quien les diera la real gana. En 2014, fue enjuiciado por comentarios sobre el comportamiento criminal de bandas de inmigrantes.

En su libro ‘El suicidio de Francia’, que se convirtió nada más salir, ese mismo año, en el más vendido de Francia, Zemmour hace la crónica de la disolución de Francia en todos los aspectos, desde las leyes sobre discriminación hasta la corrosiva cultura popular. Uno de sus temas recurrentes es cómo el papel de los mercados en la promoción consumista centrada en el corto plazo ha dilapidado el capital moral de Francia, y lamenta especialmente la falta de voluntad de los franceses nativos que asisten pasivos a su propia sustitución por parte de los inmigrantes en su mayoría musulmanes.

Para Zemmour, es demasiado tarde para pretender que los inmigrantes se pueden asimilar con medidas como la educación. “Yo he dejado de creer en eso”, asegura. “Creo que, a partir de cierto número, la cantidad se convierte en calidad. Así que, en este caso, es necesario la reconquista por la fuerza o la rendición”.

No hay en Zemmour apenas concesión a los supuestos ‘valores’ de lo que se ha considerado derecha en Occidente desde la posguerra mundial. Destroza todos los dogmas intelectuales que el conservadurismo al uso ha tenido que digerir en el último medio siglo. Si carga contra la inmigración sin pelos en la lengua, también lo hace contra la influencia del ‘lobby lavanda’ o el feminismo. Por eso hace tiempo que no se define como conservador, sino que adopta alegremente la etiqueta de reaccionario que busca restablecer el viejo orden, especialmente en lo que concierne a la familia y las tradiciones.

El ascenso milagroso de un intelectual sin experiencia política alguna, en un bando, la derecha nacional, donde todo el pescado parecía vendido, y en un país tan políticamente sofisticado como Francia es, antes que nada, prueba de lo desesperada que es la situación del país. Hace unos meses explotaba un considerable número de militares en una carta dirigida a Macron donde le advertían de una guerra civil inminente, algo que ha repetido en mayo Henri Guaino, antiguo asesor del expresidente Nicolas Sarkozy.

El propio Zemmour, en un reciente discurso, alertaba de que los mil quinientos millones de africanos que aspiran a inmigrar a Europa representan “la muerte de Francia”. Podía, igualmente, haber dicho “la muerte de Europa”.

Está por ver si la ventaja de Zemmour sobre Le Pen se consolida o es flor de un día, un ‘calentón’ jaleado por los medios. De lo que apenas queda duda es de que la derecha contemporizadora y seguidista ha muerto y languidece por inercia, sin tirón alguno en el electorado. Y cuando Francia estornuda, toda Europa se resfría.

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