«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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La revolución cultural china de Mao sentó las bases para la actual revolución woke

La articulación de las derechas en la Iberosfera: el contrapeso fundamental al Dragón Rojo

Billete de 100 yuan con la cara de Mao Tse-Tung. PUBLIC DOMAIN PICTURES

No es casual que el movimiento hippie, que atacaba las estructuras tradicionales socio-políticas en Estados Unidos y en Europa, haya coincidido en fechas con la Revolución Cultural china, ocurrida entre 1966 y 1976. 

¿Cuáles eran los rasgos más sobresalientes de esta estrategia encabezada por Mao Zedong y que arrojó millones de muertos, civiles y militares? Fue una suerte de “gran reseteo cultural” al interior de China, una “limpia” de derechistas, una persecución de opositores, la imposición de una ideología única y “correcta” y la promoción del aborto.

La influencia de Mao en la política contemporánea halla su justa proporción si recordamos que fue el líder del Partido Comunista Chino (PCCh), que presidió de 1943 hasta su muerte en 1976 a los 82 años, que fundó la República Popular de China y que hay partidos y movimientos maoístas en todo el orbe.

Con Mao inicia la dictadura comunista, se da la persecución y huida de su enemigo Chiang Kai-shek, y nuevos planteamientos ingresan al mar del pensamiento marxista, diversificando las estrategias para implantar el comunismo mundial.

La revolución cultural china de Mao sentó las bases para la actual revolución woke, progresista, en Estados Unidos y Europa, en cuatro destructivos ejes: el aborto, la hiper-ideologización e impulso al pensamiento único y “correcto”, la cultura de la cancelación de opositores, y “gran reseteo” cultural.

La revolución maoísta buscaba eliminar de la cultura todo vestigio de “opresión” capitalista al mismo tiempo que todo atavismo de las tradiciones milenarias. Justo lo que hoy persiguen las “deconstrucciones” representadas por el marxismo posmoderno: el odio al cristianismo, la ideología de género, la lucha contra el hetero-patriarcado, la neolengua “inclusiva”, y los nuevos supremacismos de izquierda.

En Estados Unidos vemos cómo en la representante Alexandria Ocasio-Cortez, confluyen todos esos elementos y exigencias. Una neoyorkina de origen boricua que ama el progresismo, el “socialismo cool”.

El profesor Lei Zhang justo nació en China en 1966, al inicio de esa gran locura llamada revolución cultural maoísta. Huyó a Estados Unidos y ahora afirma encontrar ahí en la revolución woke demasiadas coincidencias con el maoísmo que vivió en China. Durante 10 años los Guardias Rojos de Mao identificaban a todo disidente, en especial si se trataba de profesores, con el resultado de que eran golpeados, y a menudo asesinados.  

La ideología, la Teoría Crítica de la Raza, son muy malas porque es lo mismo que en China bajo Mao, declaró Lei al Carolina Journal: «La única diferencia es en la revolución cultural china tu estatus en la comunidad, tu clase, pero en la Teoría Crítica de la Raza es tu identidad, tu raza».

John Gray, profesor emérito de la London School of Economics, asegura que no es para nada una exageración el comparar la persecución de la ideología woke contra quienes piensan distinto, avergonzarlos, exhibirlos, molestarlos, con lo que hacían los Guardias Rojos, para imponer una “corrección política”, un pensamiento único.

Tiene razón en que este terror neomaoísta es impulsado desde las universidades, pero también desde los medios grandes, las autoridades, y las empresas del Big Tech.

Una de las más reprobables aportaciones de Mao al comunismo global fue una serie de campañas de propaganda ideológica y de persecución. Antecedente de la Revolución Cultural China es el “Movimiento antiderechista”, encabezado por el gobernante y poeta chino, y puesto en práctica a fines de los cincuentas e inicios de los sesentas. La meta era identificar y castigar a los “derechistas”, a los opositores, ya fuera dentro del PCCh, como en todo el ámbito político.

Justo a inicios de los setenta, simultáneamente con la revolución cultural maoísta, el aborto empezó a ser legal en China y a promoverse desde el Estado como una forma más de control de la explosión demográfica.

China es el país más “abortista” del mundo, y se calcula que más de 10 millones de mujeres abortan ahí al año. Abortar es casi obligatorio. Y para allá van los progresistas en Occidente, sólo que lo promueven como un “derecho de la mujer a decidir”, o un “derecho de salud reproductiva” -algo por completo falso-, como si fuera un acto de libertad asesinar bebés en gestación.

Asimismo la revolución cultural china cimentó las estructuras para la ideología de la cancelación que hoy vive Estados Unidos, con su progresismo que impone su “corrección política”, una avanzada del totalitarismo.

Mao es considerado un gran estratega, ideólogo y militar, por propios y extraños, y su concepto de “guerra popular prolongada” parece sentar sus reales al usar como arietes a los movimientos socialistas en el mundo, a los nuevos supremacismos socialistas –el feminista radical, el homosexual, y el de raza negra, indigenista o islamista radical según el país-.

La guerra popular prolongada, en sus primeras fases, busca implantar una ideología socialista y para ello se vale de “guerrillas” cuyos vistosos actos son la mejor propaganda. Ahí están Black Lives Matter, Antifa, las marchas del “Orgullo Gay”, las acciones feministas que queman iglesias y vandalizan monumentos y edificios en toda América Latina, así como los mítines de paliacate verde pro-aborto.

En América Latina, han existido movimientos maoístas en la mayoría de los países. En El Salvador, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) adoptó estrategias de la Guerra Popular Prolongada. En Nicaragua, el Frente Sandinista para la Liberación Nacional (FSLN) triunfa en 1979, tras haber valorado esa estrategia. En México el Partido del Trabajo (PT) –que hoy cogobierna con Andrés Manuel López Obrador– no oculta su orientación maoísta.

El PCCh sin duda aprovecha y auspicia el auge de las revoluciones culturales neo-maoístas en América y Europa para derruir los cimientos cristianos sobre los cuales se erige Occidente, y con ello facilitar su nueva hegemonía.

Por ello la articulación de las derechas en la Iberosfera es fundamental como uno de los contrapesos al Dragón Rojo, y debe ir hombro con hombro con Donald Trump, quien lidera los esfuerzos del conservadurismo internacional en defensa de la libertad, de la religión, de los derechos humanos, y contra el aborto y la cultura de la cancelación.

Las cumbres promovidas por la CPAC (Conservative Political Action Conference) en diversos países de América aportan cohesión a los 75 millones de norteamericanos que votaron por Trump, con las expresiones de la derecha en Latinoamérica, que a su vez encuentran en la Carta de Madrid unidad y fuerza. Juntos debemos ofrecer alternativas de vida a los conservadores en Europa y América, integrarnos como resistencia y oponernos a la embestida de destrucción de nuestros valores que significan las revoluciones culturales neo-maoístas, enmarcadas en el marxismo posmoderno. Sea para la Gloria de Dios.

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