«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
LA CUMBRE NO TRATA REALMENTE SOBRE EL CLIMA

La COP26 y el acuerdo para transferir fondos de los países más limpios a los que más contaminan

El presidente de la COP26, Alok Sharma. EUROPA PRESS
El presidente de la COP26, Alok Sharma. EUROPA PRESS

Acaba el COP26 con el más ambicioso objetivo que se haya planteado la humanidad en toda la historia: que la temperatura media del planeta no suba más de un grado y medio con respecto al fin de la era preindustrial.

¿Cómo van a lograr esta hazaña sin precedentes en los anales? Fundamentalmente, han acordado seguir transfiriendo una montaña de fondos desde los países más limpios hacia los que más contaminan (en torno a 1,3 billones de dólares de los nuestros) y, sobre todo, volver a reunirse en el COP27, que este ya sí que sí.

No se llama COP26 al azar. Ese numerito del acrónimo significa que llevan 26 años reuniéndose, llegando en racimos en sus jets a alguna ciudad del mundo desde la que decir que el tiempo se acaba y que es hora de actuar y que las medidas más concretas y radicales las discutirán en la siguiente cumbre.

Todos los países coinciden en estar muy, muy alarmados e igualmente comprometidos con la salvación del planeta a través de la reducción de emisiones contaminantes. Es solo que algunos, como China o India, lo dejan para un futuro más o menos imprevisible (¿2060? ¿2070? Ya vamos viendo), otros se comprometen a lo que no van a cumplir y, por último, el resto se marca objetivos que, según los ‘expertos’ de cuya sabiduría depende todo este chiringuito, son insuficientes para lograr la meta prevista.

Pero todo tiene arreglo, así que el acuerdo sugiere que los países, hacia finales de año, se comprometan para el siguiente a las reducciones que piden los científicos.

El ‘show’ no ha podido ser más patético. Faltaba China, el mayor contaminante a mucha distancia de todo el planeta, con lo que cualquier cosa que se acuerde va a servir de más bien poco. El segundo, Estados Unidos, bajo el senil Biden, se ha comprometido en Glasgow a reducir sus emisiones de dióxido de carbono un 50%-52% para 2030 con respecto a los niveles de 2005. Más: para 2050 el país deberá haber alcanzado el famoso ‘Neto Cero’, el Santo Grial de la calentología. En palabras dirigidas por Biden directamente desde el pinganillo que lleva en la oreja, estas promesas demostrarán que “Estados Unidos lidera el mundo con el ejemplo en la batalla” contra el cambio climático. Que este liderazgo suponga cerrar cientos de industrias y destruir miles de empleos y empobrecer considerablemente al país es mejor callarlo.

Esto no va del clima, queridos lectores. Si fuera así, quienes deberían hacer los mayores sacrificios son los principales contaminantes, empezando por China, y no es precisamente el caso. Mientras, las conferencias del clima seguirán cosechando tanto ruido como pocas nueces.

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