«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Trump procuró un acercamiento a Moscú

La desastrosa política de Biden arroja a Rusia en brazos de China (y viceversa)

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden.

Ni en los momentos más tensos de la Guerra Fría, cuando los líderes de la Unión Soviética y Estados Unidos tenían siempre a mano el maletín nuclear en su angustioso póker a dos, se llegó jamás a una reacción ‘ad hominem’ tan insólita como para llamar “asesino” al rival en una entrevista televisada, como hizo recientemente contra Vladimir Putin Joe Biden en una entrevista cortesana, añadiendo que le “haría pagar” una interferencia electoral para la que una larguísima y costosísima investigación federal no encontró la menor prueba.

No es, naturalmente, que un Putin ofendido condicione su política exterior a los insultos de un anciano que cada día que pasa da más indicios de demencia senil ante las cámaras. Pero sí se ve obligado a protegerse de lo que hay detrás de la poco diplomática diatriba: el líder de la única hiperpotencia mundial no llama “asesino” al mandatario de un Estado rival sino está buscando pelea.

Es exactamente la política contraria a la que llevó a cabo Nixon en los setenta. El entonces presidente norteamericano vio en las disensiones entre las dos potencias comunistas el resquicio para aliarse con una de ellas -China- contra la otra, en una política de acercamiento a Pekín que ayudó decisivamente a la victoria final.

La intuición de Trump era la misma, pero opuesta, es decir, procurar un acercamiento a Moscú en su inevitable duelo al sol con el gigante asiático. Pero el Estado profundo, la administración permanente, los viejos halcones del Pentágono y el poder cultural y económico torpedeó desde el minuto uno cualquier intento en este sentido. Rusia era culpable, era el enemigo perfecto, y la ‘trama rusa’ fue la espada de Damocles que mantuvieron sobre la cabeza del 45 presidente para que no pudiera dar el menor paso hacia Moscú.

China era otra cosa. China había hecho llover millones sobre las universidades americanas, sobre los medios de comunicación, sobre Hollywood; China era el aliado explícito del globalismo que la élite estadounidense había convertido ya en su credo común, las grandes empresas se instalaban en China para explotar indecentemente su mano de obra barata mientras en Estados Unidos posaban como defensoras de todas las causas de justicia social y hasta la propia familia del ahora presidente se hacía riquísima negociando con intereses chinos.

A Putin, naturalmente, esta torpe hostilidad de Biden le favorece infinitamente. Queda, por decirlo en los términos duelísticos del siglo XIX, como ‘la parte ofendida’, aúna en torno así a la población rusa frente a la ofensa del ‘amerikanski’ y hace perfectamente comprensible su alianza con China.

En cuanto a la propia China, es el enemigo natural, objetivo, de Estados Unidos, aunque solo sea porque está creciendo a un ritmo que hace inevitable el choque con el Hegemón internacional. Para empezar, es ya lo bastante grande como para que considere intolerable que un mar que se llama Mar de China no por casualidad sea un estanque de Washington, un campo de juegos de la Séptima Flota.

También hay que decir que la reciente cumbre de Alaska no ayudó. Alojados en un hotel de Anchorage tirando a cutre, los enviados chinos se reunieron con una delegación norteamericana que hizo todo lo posible por ofender la delicada sensibilidad oriental. Frente a una cultura china que, en cualquier negociación, empieza enfatizando los puntos comunes para llegar a un acuerdo y que solo habla de las diferencias cuando ya se ha asentado un clima de acuerdo, los gringos empezaron sermoneando a sus homólogos por sus violaciones de los derechos humanos en Xinjian y Hong Kong.

No era el momento ni la ocasión, y a los chinos les sentó, comprensiblemente, como un tiro, algo que no dejaron de expresar con irritación en el momento. Se sintieron despreciados por el agresivo ‘evangelismo’, un tanto hipócrita, de los norteamericanos.

Pero hay otra, más profunda, razón para el acercamiento chino-ruso, y es que estos dos países son los dos únicos Estados realmente soberanos que quedan en el planeta, y tienen toda la intención de seguir siéndolo.

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