«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
El presidente demócrata enturbia las relaciones internacionales

Las bofetadas de Putin a Biden las recibirá Europa

Vladimir Putin preside un desfile militar en la Plaza Roja. Europa Press

Los expertos nos aseguraron en 1989 que las Maldivas acabarían sumergidas en treinta años por la subida del nivel de los mares debido al calentamiento global. Otros expertos también nos dijeron que la presidencia de Joe Biden iba a ser unificadora y pacificadora. La falsedad de la primera afirmación se comprobó en cuanto se cumplió el plazo dado por los calentólogos. La segunda ha tardado mucho menos. A las pocas semanas de jurar el cargo, rodeado de tropas, Biden ha empezado a enturbiar las relaciones internacionales, con China y Rusia.

El flamante presidente estadounidense acusó al líder ruso de “asesino” y advirtió de que “pagaría” por haber alterado el resultado de las elecciones de 2016, que convirtieron a Donald Trump en presidente. Según los pretorianos mediáticos del Imperio Progre, desde los ‘anchors’ de la CNN a Forges, Trump iba a desencadenar una guerra nuclear, y todo lo más que hizo fue llamar por Twitter bajo y gordo al dictador de Corea del Norte. 

Como Putin ya ha gobernado más tiempo que varios zares y Rusia sigue siendo el país más extenso del mundo, gran productor de gas y petróleo y el mayor exportador de trigo del mundo, los políticos occidentales han tenido tiempo de oscilar respecto a él del amor al odio. En 2005, por ejemplo, Rodríguez Zapatero, Chirac y Schroeder trataron de contar con él en la ‘nueva Europa’. Entonces, para los progresistas y los anti-americanos Putin era bueno y un aliado.

Una necesidad de política interior

Las salidas de pata de banco de Biden, que está en la política nacional de su país desde 1973, se pueden atribuir a su inocultable chochez, pero también revelan que EEUU está tan deteriorado que la política exterior la guían las necesidades de la política interior. Como en Marruecos o Venezuela. ¿Por qué arremete Biden contra Putin y los medios de comunicación adictos disculpan sus insultos? Porque los demócratas y sus aliados están convencidos de que la única explicación de la derrota de la ‘inmejorable candidata Hillary Clinton’ sólo se debió a una injerencia extranjera, de ésas que solían practicar las embajadas de EEUU en las elecciones de otros países o el mismísimo Obama, cuando trató de volcar votos en contra del Brexit

Después de malgastar cientos de millones de dólares y de arruinar la vida de varias personas, el Congreso reconoció que la ‘trama rusa’ ha sido la mayor ‘fakenews’ de la década, pero los demócratas siguen creyendo en ella. Aunque Trump está fuera de la Casa Blanca, en las pesadillas de los progres puede regresar a la presidencia si el camarada Putin le echa una mano.

Desde el punto de vista geopolítico, los choques con una China rebosante de confianza al disponer de asalariados en el Gobierno de Washington y una Rusia hostil al globalismo que se niega a permanecer rodeada de bases militares de EEUU, muestran que Washington tiene su atención fija en el Pacífico y en Asia. Europa y el Atlántico son ahora escenarios de mucha menor importancia.

La UE, como la República de Venecia

De la UE se decía antes que era un enano político y militar, pero un gigante económico. Ahora el tamaño económico empieza a menguar y aproximarse a las otras dos categorías. 

El covid-19 ha debilitado los ya flojos vínculos dentro de la UE. El tratado comercial entre la UE y China aprobado el 30 de diciembre por la canciller alemana Angela Merkel ha demostrado que Berlín responde a sus propios intereses de nación industrial y exportadora y, además de ignorar a sus socios, ignora las violaciones de derechos humanos por parte de la mayor dictadura comunista del mundo. El IV Reich sacrifica sus valores (la inclusión, la solidaridad, el globalismo, la multiculturalidad…), que quiere imponer a África, Hungría y Polonia, por los negocios.

Putin, que no va a esperar de brazos cruzados ninguna acción por parte de Biden y del Poder que ha colocado a éste en la presidencia, puede optar por varias respuestas. La primera es una alianza con Pekín. Si Richard Nixon dio un jaque a la URSS al reconocer a la China de Mao, Putin puede devolver el golpe casi cuarenta años después.

Una vez controlada su frontera sur, en la occidental a Rusia le basta recurrir a maniobras militares para que los países limítrofes, como Polonia y los bálticos, reclamen a sus socios europeos una mayor implicación en su defensa y reciban una negativa o un diplomático “no es para tanto”. En consecuencia, se produciría una debilitación de las alianzas y lealtades.

Y no es probable que unos EEUU sumidos en la mayor crisis interna desde la guerra de Secesión se molesten en acudir al rescate de unos europeos ingratos y rácanos. Ya exigieron varios presidentes de EEUU que los miembros europeos de la OTAN aumentasen su gasto militar, cosa que no han hecho, confiados en ese paraguas norteamericano que ahora se está trasladando al Pacífico

A principios del siglo, los europeístas hablaban orgullosos del triunfo del ‘soft power’ europeo sobre el ‘hard power’ de EEUU. Pasados unos años, queda claro que en las relaciones internacionales la fuerza y la disposición a usarla pesan más que los miles de millones derrochados en ONG. 

Si quisiéramos buscar en el pasado un modelo para describir la situación de la Unión Europea, podríamos fijarnos en la República de Venecia del siglo XVIII, gobernada por una oligarquía tan corrupta como decadente. Sus despojos se los repartieron otras potencias y desapareció de la historia como país independiente. En la actualidad sólo es un destino turístico cuya supervivencia está amenazada por los cruceros que escupen hordas de viajeros en sus calles.

TEMAS |
.
Fondo newsletter