«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Pese a los acuerdos de paz, varios grupos persisten en la actividad guerrillera

Las FARC siguen vivas y delinquiendo: un esquema terrorista en el que son cómplices Cuba, Venezuela y Nicaragua

El terrorista Iván Márquez, junto a otros miembros de las FARC. Reuters

El proceso que supuestamente decretó la paz en Colombia hace ya 5 años se ha quedado en eso, en un supuesto. Tras los “buenos oficios» de La Habana y la presunta disposición de un grupo de guerrilleros de dejar en el pasado las acciones terroristas y la vía armada para procurar el poder, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) han quedado vivas y coleando.

Las llamadas “disidencias” de este grupo criminal –que hoy tiene varios miembros en el Congreso colombiano- siguen dedicadas al delito y, además, sostienen una guerra sorda por el control de los negocios criminales propios de este tipo de agrupaciones.

Prueba de ello es el enfrentamiento abierto que durante todo este año han protagonizado –quizá por no poderse esconder más de la opinión pública– el grupo liderado por Miguel Santanilla Botanche, alias “Gentil Duarte” y el adscrito a la llamada “Segunda Marquetalia”, encabezada por Luciano Marín Arango, alias Iván Márquez, sobre todo en territorio venezolano. Y es que ese es uno de los rasgos distintivos de esta nueva etapa de las FARC: han logrado desplazar su centro de acción criminal, y por ende sus “daños colaterales”, fuera de las fronteras de Colombia.

Basta recordar cómo durante semanas justamente el grupo comandado por Gentil Duarte encabezó sangrientas confrontaciones en los llanos de Apure (al oeste de Venezuela, en la frontera con Colombia) con el Ejército venezolano. Las sospechas en aquel caso enfilaban hacia la idea de que el propio Nicolás Maduro estaba empleando el territorio de su país y el poder de su  gobierno para otorgar protección a la agrupación de la Segunda Marquetalia, al punto de ordenarle a las Fuerzas Armadas de la nación caribeña perseguir y encarar al grupo que rivaliza con el de Márquez.

Presumiblemente toda la pugna entre ambas agrupaciones criminales guerrilleras tiene que ver con el control del territorio y, con ello, de las actividades delictivas que dentro de él se efectúan: el narcotráfico, la extorsión, el tráfico de armas, etc.

Recientemente la agrupación de Márquez, quien reapareció en 2019 diciendo que retomaba el camino de las armas (antes había llegado incluso a fungir como jefe negociador de las FARC en La Habana), ha sufrido bajas considerables. Varios de sus hombres fuertes, como alias Jesús Santrich, alias Romaña y alias El Paísa, han perecido en enfrentamientos armados recientemente.

Romaña y El Paisa son señalados por la inteligencia colombiana por haberse especializado durante su vida guerrillera en el tráfico de drogas y la práctica de secuestros para recabar fondos. En los últimos años se estima que fungían como los 2 jefes de la Segunda Marquetalia después de Márquez, teniendo a su cargo a unos 700 hombres que hacían vida fundamentalmente entre los estados Zulia, Guárico y Apure, del territorio venezolano.

 Si hay algo claro en todo esto es que no pudo haberse producido a las espaldas del régimen venezolano. Obviamente Maduro, que encabeza una tiranía que mantiene estricta vigilancia militar y policial sobre el territorio del país sudamericano, ha sido partícipe de toda esta situación, apuntalando las actividades del grupo de Márquez.

Sin embargo, parece que la fuerza bruta de Gentil Duarte ha podido más. Iván Márquez ha abandonado en días recientes el territorio venezolano, temiendo por su vida. De hecho, Radio Caracol señala que el jefe guerrillero se ha asentado en la isla de Cuba, negándose a regresar a Venezuela y arguyendo que podría correr la misma suerte de sus compañeros Romaña y El Paisa.

Así, paradójicamente la Cuba que fue epicentro del proceso de paz para regularizar la incorporación de las FARC a la vida política civil, sería ahora el refugio de uno de los jefes guerrilleros que, por encima de los acuerdos alcanzados, sigue al frente de actividades delictivas. El presidente de Colombia, Iván Duque, ha precisado que si esto es cierto emprenderá acciones diplomáticas contra La Habana.

De acuerdo al propio medio colombiano Radio Caracol, Márquez incluso habría intentado aprovechar la reciente visita de Maduro a la isla del Caribe -enmarcada dentro de la reunión de los países miembros de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA)- para abordar la situación de su seguridad. El jefe guerrillero estaría buscando refugio definitivo en Nicaragua, donde Daniel Ortega estaría dispuesto a garantizar su protección.   

La cosa es clara. Los acuerdos de paz en Colombia dejaron demasiados cabos sueltos. Las FARC han seguido delinquiendo, y lo han hecho apalancadas en la complicidad del país que prestó sus “buenos oficios” para logar el fin de la era del terrorismo guerrillero: Cuba. Además, en el camino, han contado con el aval del Foro de Sao Paulo y sus cabecillas para perpetuar sus actividades criminales. Maduro y Ortega no se quedan fuera de la ecuación.

El propio Gobierno de Duque sabe que está sentado sobre un barril de pólvora. El ministro de Defensa colombiano, Diego Molano, asomó que atentados como el perpetrado esta semana en el Aeropuerto de Cúcuta, en donde murieron tres personas, son planificados y financiados por las FARC desde territorio venezolano, donde tienen campo abierto para delinquir. ¿Quién le pondrá el cascabel al gato? Veremos.

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