Todo parece indicar que el creerse favorito de cara a la elección presidencial ha impulsado a Gustavo Petro a lanzar nuevas y exóticas propuestas de campaña, sin acompañarlas del marco fiscal que le permitiría cumplirlas. Desde emisión primaria, pasando por un tren eléctrico entre el puerto de Buenaventura en el pacífico y el puerto de Barranquilla en el Caribe, hasta una renta básica de medio salario mínimo mensual a madres cabeza de familia y adultos mayores sin pensión. Todo esto, mientras insiste en poner fin a la exploración petrolera, superar las industrias extractivas y aumentar el salario mínimo hasta en un 18%.
Con todo y lo absurdas que para cualquier persona medianamente informada resultan estas propuestas, Petro sigue punteando en las encuestas y hasta el momento ningún candidato lo derrotaría en la segunda vuelta presidencial. Al parecer, la desconfianza en el establecimiento político, en los partidos y en el conjunto de instituciones formales que establece la Constitución Política de Colombia, está llevando a la población a optar por quien promete romper una piñata que alcanzará para todos.
Las propuestas del famoso “candidato vitalicio”, Antonio Goyeneche, vuelven a la mente de quienes aún recuerdan la idea de pavimentar el río Magdalena, poner un techo a Bogotá o echarle anís a los ríos para que fueran aguardiente, tal como lo recordó el diario El Tiempo hace dos años.
Petro no cae en tamaño ridículo, es cierto, pero sus propuestas son a todas luces irrealizables. No se trata de acusar a una élite o a un grupo de políticos corruptos que se han quedado con buena parte del presupuesto, algo que es cierto y que no se puede negar. Se trata de entusiasmar al electorado, especialmente al 40% de la población que vive hoy en condición de pobreza, con esa promesa vacía según la cual, quitándole a unos pocos ricos, todos saldrán de la pobreza y Colombia tendrá niveles de vida que hoy alcanzan si acaso los países nórdicos, que ya empiezan a cuestionar sus estados de bienestar.
Colombia tiene hoy una inflación anual de 8,01%, pero en alimentos es de 23% y para la población más pobre se ubica en 9,7%, según las últimas cifras del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE). La situación es crítica y el gobierno hace de tripas corazón para evitar que se agrave aún más, pero el contexto internacional solo empeora las cosas día tras día. El terreno para el populismo está abonado y la desaprobación del presidente lo complementa a modo de fertilizante.
Petro se siente ganador y muchos actores de la economía y del sistema político lo han asumido así. De hecho, es a la fecha el candidato que más dinero ha logrado recaudar para su campaña, reportando cerca de siete mil millones de pesos (1,6 millones de euros), muy por encima de candidatos como el conservador David Barguil, quien ha recaudado dos mil millones de pesos (454 mil euros), a pesar de ser el candidato del partido político más disciplinado en el parlamento. Llama la atención que no se reportan con claridad los gastos de los eventos masivos, con tarima, sonido, transporte y refrigerios que viene organizando el Pacto Histórico para acompañar a Petro.
Es muy probable que en los próximos días se anuncien nuevos respaldos de facciones políticas tradicionales, esas a las que Petro juró combatir, a las que acusó de ser corrompidas y de enriquecerse con los recursos estatales. Su estrategia está clara: para ganar se necesita ser parte del sistema. Hasta ahí llegó su revolución. Es el candidato que más invierte en la campaña, está rodeado de pastores cristianos y de otrora políticos uribistas purasangre, acepta el respaldo del partido FARC y anuncia diálogos y más diálogos con los grupos terroristas que hoy controlan buena parte del territorio nacional.
Para empeorar las cosas, ahora Maduro está envalentonado, con una economía que por necesidad se dolarizó, el precio del petróleo disparado y al Gobierno de Biden enviando emisarios a Caracas a buscar nuevos acuerdos. Si alguien tratará de incidir en el triunfo de Petro es la dictadura venezolana, que reconoce en la candidata al Senado por el Pacto Histórico, Piedad Córdoba, a una de sus más cercanas aliadas, pues en conjunto con Alex Saab, hoy detenido en los Estados Unidos, orquestaron, presuntamente, un esquema de lavado de activos, pago de comisiones y corrupción con las cabezas del socialismo del siglo XXI.
La única posibilidad de frenar a Petro es la unión de todas las fuerzas de derecha y centro. Sin embargo, de no lograr el triunfo ha anunciado que librará la batalla en las calles porque eso sería muestra de fraude. Es decir, pretende ganar con cara o con sello. La situación es muy difícil y Colombia debe prepararse para lo peor. El paro del año pasado fue apenas un abre bocas de lo que viene.